Ediciones La Isla de Siltolá

 


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Hemos recibido un envío de Ediciones La Isla de Siltolá (colección Poesía), de Sevilla. No sólo quedamos muy impresionados con el cuidado editorial, sino altamente intrigados con el nombre. Para iniciar este comentario me di a la tarea de buscar qué es la Isla de Siltolá y no encontré ninguna referencia. El blog de la editorial, tan impecable como sus ediciones; no nos cuenta la historia de su nombre, no justifica los criterios de selección, ni hace una metanarrativa de su existencia, así que la imaginación debe centrarse únicamente en los libros, los textos, los autores.

Ediciones La Isla de Siltolá

 



Ana Franco Ortuño

Hemos recibido un envío de Ediciones La Isla de Siltolá (colección Poesía), de Sevilla. No sólo quedamos muy impresionados con el cuidado editorial, sino altamente intrigados con el nombre. Para iniciar este comentario me di a la tarea de buscar qué es la Isla de Siltolá y no encontré ninguna referencia. El blog de la editorial, tan impecable como sus ediciones, no nos cuenta la historia de su nombre, no justifica los criterios de selección ni hace una metanarrativa de su existencia, así que la imaginación debe centrarse únicamente en los libros, los textos, los autores.

La seriedad del proyecto no está sólo avalada por la gran cantidad de blogs que lo comentan, sino por el tono del suyo propio. El carácter, por lo tanto, debe buscarse en cada autor. La armonía la da, en conjunto, el cambio de color de un volumen a otro.

Tengo en mis manos los primeros siete títulos de la colección de Poesía. El primero es el libro premiado de Elías Marchite que inicia con un poema de corte existencial que trata de un “paseante atribulado” por el cotidiano. Las tribulaciones no rebasan el asunto de un amigo que no puede dejar de fumar, la vejez de la madre o el inmediato sinsentido de un ‘profesionista’. A pesar de la temática actual, no especialmente posmoderna, el autor frecuenta el endecasílabo o la versificación irregular poco arrojada.

Manuel Agudo en Cuando Herodes la tierra, conversa con la filosofía a partir de una minuciosa mirada de la realidad poética. Se posiciona del lado del objeto para cuestionar el mundo e ir más allá de lo evidente: “En el suelo había sangre/ y encima colgaba/ un reloj/ con péndulo afilado/ cortando el aire.” Gracias a este juego de posibilidades y a cierto sentido experimental en la organización del verso, el libro ofrece textos tan brillantes como El sacrificio de la piedra.

Caricias perplejas es una colección de poemas que se construyen a partir de rasgos místico-amorosos. La fuerza de la pasión toma la forma del verso regular y de la hipérbole. De Juan Antonio González Romano tenemos Señales de vida, su primer libro de poemas. En diálogo franco con los Machado y la tradición, se estructura en brevísimos textos rimados como: “No te preocupes por mí: / ya no recuerdo quién eres/ ya no recuerdo quién fui.”

Jesús Cotta escribe A merced de los pájaros. La referencia sitúa al hombre en el entorno natural a partir del cual reflexiona sobre la actitud del verdugo y la presencia de Dios o el mito, entre otros temas. Si bien la forma vuelve a ser tradicional (una aparente preferencia editorial), nos entrega poemas para lectores clásicos, de buen gusto.

Para Tomás Rodríguez Reyes la poesía es transformación, y El Huerto deseado es “la casa del tiempo y del silencio”, según nos dice en el Prólogo. Inicialmente podríamos pensar que se trata de un poema largo; una poética que se configura en imágenes dialécticas y que propone el sentido de manera inversa: “Una palabra./ Un pulso con la nada es un diario,/ la creciente raíz de un epitafio/ que en tu garganta brota limpio/ como limpia es la muerte que te pare.” Hay una fuerza metafórica y una inteligencia que agradará a lectores más críticos.

Por último comentaremos Temporada de fresas, de Pilar Pardo, volumen para el que funciona bien la imagen de la fresa en comparación con estas breves y redondas historias-poema que se caracterizan por la contundencia. Si bien a veces los finales resultan un poco forzados, la cesta está llena de dulces sorpresas: escenas, narraciones y reflexiones que fragmentan un mundo a pesar de que “Angustia (…) saberte desunido/ de un todo al que, en secreto, perteneces.”

Supongo que la Isla de Siltolá se cumple en la lectura como Ítaca en la ruta. Hasta aquí nuestro breve acercamiento, aunque sé que hay también una elogiada revista, y que los editores siguen buscando navegantes. Por si algún lector quisiera serlo, les proporcionamos el link que los llevará al concurso 2010 de poesía.

Convocatoria:
http://siltola.blogspot.com/2010/05/i-premio-de-poesia-isla-de-siltola.html



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