Robin Hood: la transmisión de la historia por la música
 

 

Por Jorge Fondebrider

musica-robin-hood2.jpgInglaterra ha legado al mundo al menos dos grandes héroes legendarios, creados a partir de muy vagas referencias históricas: el rey Arturo y Robin Hood. Ambos han captado la atención de los otros pueblos que constituyen Gran Bretaña y, desde allí, se han proyectado hacia la mayor parte de Europa y América, constituyéndose, cada uno por distintas razones, en figuras arquetípicas, funcionales a las necesidades de mito que parece tener la humanidad. En uno y otro caso, el proceso de transmisión comenzó en relatos cantados que, poco a poco, fueron estructurándose en secuencias de aventuras y que luego, con el paso del tiempo y por la laboriosa tarea de los mitógrafos, alcanzaron la forma de ciclos. Mucho antes de eso fueron meras baladas.


Robin Hood: la transmisión de la historia por la música

 

Música y poesía
por Jorge Fondebrider


musica-robin-hood2.jpgInglaterra ha legado al mundo al menos dos grandes héroes legendarios, creados a partir de muy vagas referencias históricas: el rey Arturo y Robin Hood. Ambos han captado la atención de los otros pueblos que constituyen Gran Bretaña y, desde allí, se han proyectado hacia la mayor parte de Europa y América, constituyéndose, cada uno por distintas razones, en figuras arquetípicas, funcionales a las necesidades de mito que parece tener la humanidad. En uno y otro caso, el proceso de transmisión comenzó en relatos cantados que, poco a poco, fueron estructurándose en secuencias de aventuras y que luego, con el paso del tiempo y por la laboriosa tarea de los mitógrafos, alcanzaron la forma de ciclos. Mucho antes de eso fueron meras baladas

La balada es prima hermana de los romances españoles. Podría definirse como una composición narrativa en verso, de naturaleza anónima o trasegada por la transmisión oral que, combinando elementos épico-líricos en una secuencia dramática, se destinaba al canto o a la danza.  Aunque no existe acuerdo entre los eruditos a propósito de la autoría individual o comunal de las baladas, todos coinciden en que su transmisión fue oral, por estar destinada a un público iletrado. El proceso podría resumirse en los siguientes términos: alguien –o un grupo– compone una canción para conmemorar algún acontecimiento histórico o local; si la canción prospera en la comunidad, a medida que se la canta va sufriendo distintas variaciones y, poco a poco, ciertos elementos son descartados en provecho de otros nuevos que van incorporando los sucesivos intérpretes; cuando la canción se propaga hacia otras comunidades, el proceso se repite, recibiendo nuevas improntas locales, algunas de las cuales son radicalmente opuestas a las que le dieron origen. Las variaciones, entonces, pueden darse dentro de una misma comunidad a lo largo de varias generaciones, o en distintas comunidades durante una misma generación. Como regla inexorable, sólo sobrevive aquello que resulta esencial.

 Hay distintos tipos de baladas. Las que aquí importan son las verdaderamente antiguas o tradicionales, que se localizan en zonas bien determinadas donde la tradición baladística se desarrolló y desde donde se expandió hacia otras regiones de la isla e, incluso, de ultramar. William Entwistle estudió el problema y llegó a la conclusión de que las regiones de tradición baladística más antiguas son 1) el sur de Inglaterra, 2) las Midlands, 3) la frontera anglo-escocesa, 4) las Tierras Bajas de Escocia y 5) el noreste de Escocia. De todas, la más importante es ésta última.

musica-rey-arturo-ladyoflake.jpgFrances James Child, un profesor de literatura inglesa de la Universidad de Harvard, fijó el canon definitivo de las baladas tradicionales. Lo hizo en los cinco gruesos volúmenes de English and Scottish Popular Ballads (1882-1898), obra que clasifica 305 baladas, algunas de cuales presentan no menos de 25 versiones distintas. Prueba de la efectividad del trabajo de Child es que, durante el siglo XX, apenas pudieron ser agregados una docena de textos a ese corpus  original.  Según la numeración de Child, las baladas que tienen como personaje a Robin Hood van de la 117 a la 154. Una de ellas, Robin Hood and the Monk data de 1450 y, de acuerdo con varios estudiosos, está entre las más antiguas. Sin embargo, existen referencias anteriores que remontan a documentos legales de principios del siglo XIII. Con todo, la primera alusión literaria corresponde a Piers Plowman –también conocido como Visio Willelmi de Petro Ploughman–, un poema alegórico satírico que, estructurado como una visión, habría escrito William Langland entre 1360 y 1387. Posteriormente, las fuentes se multiplican, pero las baladas siguen siendo la principal referencia.

El gran cantante y musicólogo A. L. Lloyd escribió que “las más de 40 baladas de Robin Hood –el único personaje que aparece en un considerable número de canciones, apenas idealizado, por lo que puede considerarse como el héroe baladístico más popular de la tradición inglesa– desarrolla sus aventuras en términos de la vida de todos los días, con todas sus contradicciones”. Y agrega que en él “la mitología y la historicidad son irrelevantes”. Por su parte, el estudioso Albert B. Friedman sostiene que “Estilísticamente, las baladas de Robin Hood son un clase en sí mismas”. Su afirmación se apoya en la artificiosidad de los escenarios en los que transcurren, eminentemente ingleses, por lo que señala la dificultad de su exportación a Escocia, Irlanda o Norteamérica, que, sin embargo, se inspirarán en el héroe inglés para cantar a sus propios héroes bandidos, desde el siglo XVI hasta la actualidad.

musica-elizabethan-ballad-s.jpg Quienes se interesen en conocer más detenidamente estas baladas pueden referirse a Under the Greenwood Tree, una grabación del grupo Estampie, dirigido por Graham Derrick, editado por el sello Naxos, donde se reúnen composiciones y baladas relacionadas con el héroe que van desde el siglo XIII hasta el XVII. Otra buena referencia para la música es Robin Hood. Elizabethan Ballad Setting, un ciclo de canciones y aires para laúd y orpharion, interpretado por Paul O’Dette y editado por Harmonía Mundi.


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