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Gustavo Galliano
(Gödeken, 1965; vive en Rosario, Argentina)



Mi niño interior


Inconcientes cobijamos un niño travieso, inquieto,
jugueteando clandestino en nuestro corazón,
a veces llorando por siempre nuestros dolores,
a veces riendo libremente en nuestro interior.
De  manera tan profunda y pura,
como los adultos no nos atrevemos,
por las apariencias y "el que dirán"...
magnífica conveniencia de pétrea crisálida.
A veces, escapa por unos instantes a la superficie
y se lanza con bromas desacostumbradas,
algo densas, solo aceptadas por quienes nos aprecian,
y aquellos que no, se nos quedan observando.
Como si fuéramos  parte del inframundo…
bueno... quien sabe... en cierto modo...
entender o no entender… sería la cuestión,
¿acaso tiene algo de malo?...
Prefiero pensar que el niño que fui
nunca me abandonará, ni yo a él…
ni cuando llora, pues lo consolaré,
ni cuando ríe…
Pues compartiré su risa franca, sincera,  
sin maldad, ni traiciones,  
de las que germinan en la huella del adulto,
a pesar de no desearlo, ni premeditarlo.
Y si mi niño interior algún día se marcha,
o si se duerme tan profundo
que ya no despertara,
entonces habré comprendido,
sumido en la tristeza que añora al cometa,
que he envejecido tanto,
que  me resulta imposible el reconocerme.-



Llueven mares

Llueven mares de crisis,
reportan los augures,
empolvando cerebros
con mustias remembranzas.
Soplan vientos de crisis
sentencia del profeta,
 muérdago y laureles silentes
disfrazando el albor.
Queman soles de crisis
anticipaba el cacique,
y en tipis de miseria
su extirpe se extinguió.
Mutan eras de crisis
murmuraron las nubes,
y por necios mortales
escogimos ignorar.
Inundan crisis al tiempo
recordaron los patriarcas,
sentados junto a la hoguera
del conveniente olvidar.
Fue la crisis de Crisis,
en capullos desbordantes,
que ensangrentando la seda,
optaron por odiar.
Llueven mares  de rencores,
de semillas fermentadas,
de árboles y pájaros agónicos,
de seres obsesivos cegando hermandad.



De cumbres y goces

Irrumpo en la cima
turgente de tus pechos,
y me deslizo
bañándote de luna.
Por la planicie marfil,
donde tu vientre,
desemboca  afiebrado
en plena tundra.
Y a paso de machete,
embisto enceguecido,
contra la húmeda oscuridad
del Gran Deseo.
Y en el vórtice  fugaz
de lava y fuego,
inundo de semillas tu caverna,
con vértigo ciclópeo, jadeos.-

 

 


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