cornisa-inditos.jpg

Ulber Sánchez
(Tepetixtla, Guerrero, 1978; vive en Chilpancingo)



Ayer dos niños se extraviaban y su rumbo era desconocido.
Su madre sigilosa avanzaba en la búsqueda.
Los niños fueron vistos por el parque tomados de la mano,
cada paso los conducía a ningún destino.
Mayo descansaba en las postrimerías de los días.
 

Mi madre reflejaba su rencor en nosotros.
Una sensación de hambre la perseguía.
Cuando mi madre se refiere a la violencia,
sus gestos se posicionan en la nostalgia de los días.
 
 
Aún llueve, tus lloriqueos nos alegran.
Abres tus ojos y más allá  de la inocencia miras a tu madre,
tu abuela grita maldiciones que pretendes no entender.
Bajo el almendro de la casa ciertas veces,
con la delicia imponderable que da la infancia,
jugaba con mis soldaditos e ignoraba la pobreza.
 
 
Supe por ti,
que ignorarlo todo era como una blasfemia  en la última caída,
que mis tristuras descansan en las aceras de la noche.
Lo supe por Santa Sara.
Aquel nombre fue un rumor.
Lo supe por ti.
No teníamos edad para la noche.
 
 
La lluvia cae, lenta y sustancial,
golpea en los tejados.
Mi madre dice algo del amor y la muerte.
No sabemos a dónde ir.
Las noticias son prematuros regresos.
 
 
Me estibo por los rincones más inhóspitos de la casa.
Siempre la pobreza, dicen en Santa Sara.
Las postales evaden las conclusiones de la noche.
Más allá de la infancia,  nada puede enternecernos.
 

 

 


{moscomment}