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portada-demonios.jpg Molestando a los demonios
Daniel Samoilovich
Pre-Textos
Valencia, 2009

Por Darío Jaramillo Agudelo

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Una de las más señaladas características de la poesía a partir del siglo XX, característica rescatada o puesta en valor por el Modernismo, es el distanciamiento. Podría entenderse así esa actitud, en apariencia no intencional: ver el mundo como si fuera el primer día de la creación. Y percibirlo a partir de cada detalle, dándole a cada pormenor un valor trascendental. Digo que una actitud en apariencia no intencional, pero siempre, y como requisito, absolutamente deliberada. De este modo, y como un efecto colateral, el sentimiento es eliminado y la observación parece desligarse del observador, que también se mira a sí mismo como si el mundo empezara en cada instante.

En Molestando a los demonios, Daniel Samoilovich refuerza el distanciamiento con el yo poético de un poeta: el libro se presenta como “los cuadernos de Tien Mai”, de modo que las palabras del poema reflejan el extrañamiento de alguien que viene del otro lado del mundo. ¿De China, de Viet Nam? Así, las materias y las palabras poéticas dejan de ser las  habituales y las imágenes se convierten en una caja de sorpresas, como si el mundo se estrenara a medida que el poeta lo nombra.

Los temas poéticos no son los acostumbrados. Las almohadas de plumas, por ejemplo, a las que dedica los dos primeros hermosos poemas del libro: “Día de sol, sacuden las almohadas/ en el patio interior del hotel:/ golpes muelles, asordinados, y en el aire plumas/ que no tienen apuro por caer."

Ya se sabe que Daniel Samoilovich es un experto en el tema, a juzgar por la antología que hace poco hizo en El libro de los seres alados. Por eso es de creerle cuando cuenta: “ (…) Un filósofo dice que al encontrar la belleza/ al alma le surgen alas en recuerdo/ del tiempo en que fue pájaro./ A mí me pasa eso exactamente/ cuando me aburro.”

Nadie me desmentirá si, después de estas joyas, digo que Molestando a los demonios tiene un comienzo deslumbrante. Comenzar un libro así, en un punto de extrañamiento en donde nadie se ha situado, vuelca la imaginación y el talento de Samoilovich a visiones que nadie ha tenido, a preciosas sutilezas como la erótica y exactísima manera de explicar “qué vendría a ser la seda”: “El crujido espeso con que se derrumba/   un vestido de mujer.”

El distanciamiento no sólo se refiere a los temas, a las imágenes, a la manera de presentar las cosas –y todo esto es ya bastante–. Hay, por lo menos, otros dos claros distanciamientos, el primero por la auto ironía, que es explícita, y el segundo con respecto al tiempo. Con respecto a la burla de sí mismo, baste citar el siguiente epigrama de auto escarnio, El error: “Dejé a mis sirvientes los dudosos palacios,/  me traje solamente tres arcones/ con libros, tinta y papel: pero vine/ también yo, ése fue el error.”

En cuanto a tiempo, varias son las diacronías de Molestando a los demonios. El libro lo escribe realmente Daniel Samoilovich, argentino, y lo hace entre los siglos veinte y veintiuno. Pero las partes del mismo libro, que son cinco, están datadas en diversos lugares de Suiza e Italia entre 1935 y 1936. Y no se detienen ahí los desfases cronológicos. El principal está en la misteriosa cercanía entre el poeta argentino de nuestros días que figura como autor y los poetas del siglo octavo, llámense Wang Wei, llámense Du Mu, llámense con tres nombres distintos, como Li Po o Li Bai o Li Tai Po, que terminan siendo uno solo, el mismo “aprendiz de inmortal” que “murió al tratar de atrapar el reflejo de la luna en el agua, una noche en que paseaba en barca, ebrio y vestido con sus mejores galas”. Samoilovich menciona libros de Arthur Waley, como Vida y obra de Li Po, donde están algunas historias que se transforman en poemas en Molestando a los demonios, como el palacio de Chiang Ming, cuya construcción duró quinientos años, o como Jen Hua, aquél “poeta fracasado” que “se hizo famoso por las numerosas cartas/  que enviaba a funcionarios y poetas conocidos/ (…) A medida que pasan las décadas/ se van volviendo más amargas y exageradas./ ¿Por qué sus méritos no son reconocidos?

A propósito del título del libro, éste se origina en una especie de animismo de los ideogramas: “Aprovecho el buen tiempo, leo/ en la terraza sobre el lago azul./ Los caracteres antiguos/ se erizan como demonios/ que habiendo dormido una siesta de siglos/ al despertar se enojan/ con el primero que ven.”

Estos misterios que presentan los caracteres de escritura recuerdan lo que Waley cuenta que le sucedió a Li Po: “encontró también a unos Inmortales con pupilas cuadradas (las pupilas adquieren tal forma cuando uno ha alcanzado los ochocientos años de edad), quienes se ocultaron enseguida tras una nube, pero soltaron algo que, vacilando, fue a caer entre las rocas. Resultó ser un libro; pero, ay, estaba escrito con ‘caligrafía de huellas de pájaro’ y no pudo leerlo. Eso le ocurrió, me sospecho, por andar Molestando los demonios. Samoilovich retoma el tema en uno de los más hermosos poemas del libro:

La perla escrita

Entre los árboles cubiertos de nieve
se luchaba con largas espadas
por la posesión de una perla
donde estaban grabadas
cien sabias leyendas, mil poemas perfectos
y la fórmula de la eterna juventud
que el rey de Macedonia quiso
robar a las kinaris en la India.
Al despertar, tenía la perla aferrada
pero no pude leerla, estaba escrita
en la lengua de los pájaros, cuyo secreto
también la perla, seguramente, guardaba.

Ya me extiendo demasiado y ya casi no me quedan espacio ni tiempo para contradecir todo lo que he venido diciendo, pues a la distancia y al extrañamiento se opone el yo de otros poemas, más íntimos, que se dirigen a otro, a otra que no es un ‘tú’, ya de por sí cercano, sino a un mucho más íntimo, ‘vos’, que es la más íntima manera de reemplazar al tú en las tierras en donde nació Samoilovich:

Demora

¿Por qué demoró quinientos años
la construcción del Chiang Ming?
El Chiang Ming debía ser un palacio
pero debía ser una choza.
Eso demoraba su construcción.
Yo debería vivir en un sitio
como ése, pero además con vos
y a veinte mil lis de distancia de vos.
Necesitamos un poco más de tiempo
para hacer nuestra casa.

 




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