Algunos usos de Sor Juana

Cine y poesía
Por Ángel Miquel
 

cine-32-1.jpgEl cine ha dedicado un importante sector de su género biográfico a recrear vidas de artistas. En una revisión de los quinientos largometrajes más populares del género enlistados en la Internet Movie Data Base encontramos a pintores, músicos y escritores alternando con reyes de la antigüedad, políticos contemporáneos, bandidos y estrellas populares. Recordamos ahí que se han filmado obras sobresalientes sobre Miguel Ángel, Rembrandt, Caravaggio, Vermeer, El Greco, Goya, Van Gogh, Toulouse-Lautrec, Modigliani, Picasso, Dalí, Pollock y Bacon, entre otros artistas plásticos; también que hay películas sobre las vidas de Vivaldi, Mozart, Beethoven, Liszt y Mahler, y finalmente que han sido trazadas con cierta fortuna biografías cinematográficas de George Sand, Zola, Wilde, Tolstoi, Hemingway, Mishima, Capote, Henry Miller y otros narradores.


Algunos usos de Sor Juana

Cine y poesía
Por Ángel Miquel
 

cine-32-2.jpgEl cine ha dedicado un importante sector de su género biográfico a recrear vidas de artistas. En una revisión de los quinientos largometrajes más populares del género enlistados en la Internet Movie Data Base encontramos a pintores, músicos y escritores alternando con reyes de la antigüedad, políticos contemporáneos, bandidos y estrellas populares. Recordamos ahí que se han filmado obras sobresalientes sobre Miguel Ángel, Rembrandt, Caravaggio, Vermeer, El Greco, Goya, Van Gogh, Toulouse-Lautrec, Modigliani, Picasso, Dalí, Pollock y Bacon, entre otros artistas plásticos; también que hay películas sobre las vidas de Vivaldi, Mozart, Beethoven, Liszt y Mahler, y finalmente que han sido trazadas con cierta fortuna biografías cinematográficas de George Sand, Zola, Wilde, Tolstoi, Hemingway, Mishima, Capote, Henry Miller y otros narradores.

Las cintas largas que inauguraron el subgénero de los poetas fueron la italiana Dante e Beatrice (Mario Caserini, 1912) y la británica The Life of Shakespeare (Frank. R Growcott y J.B. McDowell, 1914). Estos dos grandes escritores volvieron a aparecer después en películas de diversas nacionalidades (Dante con frecuencia deambulando en la representación de su propio Infierno), pero prácticamente no hubo otros poetas que fueran personajes principales de cintas biográficas hasta los años noventa del pasado siglo. A partir de entonces, una generación más afín a la poesía comenzó a rescatar fragmentos de las vidas de otros escritores, entre los que hasta la fecha se encuentran John Keats, Arthur Rimbaud, Federico García Lorca y Dylan Thomas. Es comprensible que este acercamiento haya sido hecho en buena medida por mujeres, excluidas de la dirección de películas durante el largo periodo previo. Destacan en este sentido Bright Star (2009) de la neozelandesa Jane Campion, sobre los amores de Keats con Fanny Brawne; Total Eclipse (1995) de la polaca Agnieszka Holland, sobre las tormentosas relaciones entre Rimbaud, Verlaine y Mathilde, la esposa de éste, y Yo, la peor de todas (1990) de la argentina María Luisa Bemberg, sobre los últimos años de vida de sor Juana Inés de la Cruz.

cine-32-3.jpgCon sólo seis películas filmadas entre 1980 y 1993, Bemberg se convirtió en una de las figuras centrales del cine argentino. Las heroínas de sus historias, mujeres fuertes que se rebelan contra los prejuicios y las injusticias de la sociedad, tienen en su sor Juana una figura típica. Inteligente, apasionada, sensible e incluso guapa, la monja –bien interpretada por la actriz catalana Assumpta Serna– choca constantemente con el mundo a su alrededor. Dentro del convento enfrenta a una abadesa envidiosa; afuera, a un confesor pusilánime y a un arzobispo misógino. Y cuando pierde la protección de los virreyes, el marqués de La Laguna y su esposa María Luisa, por regresar éstos a España, todas las fuerzas que ha combatido confluyen para arrebatarle sus libros y doblegar su voluntad. Adaptada libremente del ensayo de Octavio Paz Las trampas de la fe, publicado en 1982, la película aborda el tema más amplio del rechazo de los sectores rígidos de la sociedad a conductas individuales que no se comprenden o no se toleran, en este caso el amor de la monja –así sea idealizado– por otra mujer.

Yo, la peor de todas es también un muestrario de algunos usos de la poesía, ya que los personajes leen, dicen o recuerdan versos en distintas circunstancias. El virrey –encarnado por Héctor Alterio– es un hombre educado que sabe de memoria las redondillas que empiezan “Hombres necios que acusáis / a la mujer sin razón”, y que lee en voz alta y con placer manifiesto este final de soneto:

Baste ya de rigores, mi bien, baste;
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu virtud contraste

con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.


La virreina María Luisa –interpretada por Dominique Sanda y doblada al español por Cecilia Roth– se conmueve recordando en la intimidad versos que la monja le ha dedicado. Y el amigo Sigüenza y Góngora, el confesor Núñez de Miranda y otros que charlan y toman chocolate con sor Juana en el locutorio del convento, se asombran y divierten al escucharla decir un poema dedicado a Faetón, personaje a quien ella no considera imprudente –como la tradición sostiene– sino símbolo de la aspiración humana por el conocimiento. Sor Juana declina la invitación que se le hace para convertirse en abadesa alegando que sus poemas son el único trabajo que puede ofrecer sin vergüenza a Dios, y en momentos de abatimiento repite para sí versos que la elevan, como este fragmento de romance:

Finjamos que soy feliz,
triste pensamiento, un rato;
quizá podréis persuadirme,
aunque yo sé lo contrario:
que pues sólo en la aprehensión
dicen que estriban los daños
si os imagináis dichoso
no seréis tan desdichado.
Sírvame el entendimiento
alguna vez de descanso...


A estos usos celebratorios y de recreación colectiva o íntima de la poesía, la cinta agrega otro de naturaleza más siniestra. En una escena que se desarrolla en la sede arzobispal, un grupo de siete eclesiásticos analiza poemas copiados en secreto en la celda de la monja, que serán utilizados como testimonio para incriminarla. Defendida sólo por su confesor, el diálogo ocurre así:

Sacerdote 1 – Cada verso es un lanzazo al costado del Salvador. Me quema las manos sólo de tocarlo.

Núñez de Miranda – Yo leo y releo y no advierto la intención perversa. La poesía tiene sus fueros, que escapan al juicio de los celadores de la fe. Pensad en Salomón, en santa Teresa...

Sacerdote 2 – Yo no veo más que lascivia, la más enfermiza sensualidad. Y están escritos por una mujer.

Sacerdote 3 – A otra mujer...
Núñez de Miranda – Ensalzan a la señora virreina. Son poemas de alabanza, de adulación, si se quiere. Se escriben en todas las cortes europeas.

Sacerdote 4 – No en la de España. Ningún poeta ha dejado testimonio de los ojos o de los labios de Isabel la Católica.

Núñez de Miranda – No los tendría hermosos...

Sacerdote 5 – Bien lo dijo san Bernardo: cuando oigo a una mujer es como si silbase una víbora.

Núñez de Miranda – Una víbora que posee alma, igual que nosotros.

Arzobispo – Eso la vuelve más vulnerable. Quien posee un alma, puede perderla. Padre Miranda: citasteis a Salomón. También dijo: “la mujer es más amarga que la muerte”.


Estos varones aquejados por viejos prejuicios deciden finalmente, de acuerdo con la narración de la película, que los poemas son impropios de una monja, lo que justifica la orden de castigarla clausurando su biblioteca en el convento. Los virreyes, por lo pronto, vendrán en su ayuda, pero el remedio es temporal: los versos de sor Juana han convencido a sus enemigos de tener que evitar que escriba, y perseverarán en eso hasta el triste fin de la cinta, cuando la monja realiza un acto de contrición en el que renuncia de forma pública a toda actividad intelectual.

Poco después de su estreno, Yo, la peor de todas obtuvo varios premios en festivales de cine. Si veinte años después puede verse aún con gusto es por el interés de la historia contada, por la actuación de los principales intérpretes, por la inteligente perspectiva de la directora y también, en cierta medida, porque en la película se hace un atractivo despliegue de algunos de los usos de la poesía de sor Juana Inés de la Cruz.