Roxana Crisólogo
(Lima, Perú, 1966)
apretaba con compulsión
el hocico de cocodrilo de su acolchonada valija
una lengüeta oscura asoma desde el fondo
rectangular de sus zapatos
botones que abrochar
zebras en el camino
diagonal de su corbata
que distraídamente
enrosca
y yo sigo
algo así
como hipnotizada
y me encuentro
de pronto
preguntándole
qué guardarás ahí ezra
frascos de prozac
vacunas contra la gripe
cebo de culebra ¿progestina?
contar las estrellas
no es más el hábito
de muchachas que como yo
persisten
en descifrar su dirección
y es sólo entonces
que una voz asciende
de la boca del estómago
como desde el mismísimo
infierno
una voz que mis dedos
se rehúsan a dibujar
en la ventana del micro
que nunca para
que nunca
se cansa de parar
y cuando para es
la voz que dice
al fondo hay sitio
y el fondo
es un sitio
por el que pugnan todos
los distinguidos
traseros de Lima
hombres como él siempre se dirigirán a alguna dirección
Pound le dije y lo deje en el aire
Pound por qué una dirección tiene que ser
un banco mercantil
fondos privados de pensiones
y no el punto rojo del mapa
de esta suerte de museo
a donde me enrumbo yo
dirección incierta
de sobra conozco el camino
y su intoxicación de cables
Pound le dije
y quién fue ese Pound insistió
y yo me reí
Willy Gómez Migliaro
(Lima, Perú, 1968)
La segunda división
Árboles que semejan el crecimiento
De un bosque dividido por la noche.
Árboles contra un cielo espinoso, mira, cuya fragancia de ramas
El viento dobla sobre capas de nubes.
Superficie y espacio en la línea de fuego
Por donde los árboles mueren.
Mi cabello se alborota. Detengo una caída de hojas.
En el umbral de este cuerpo el viento es un rugido
De antigua celebración.
Las ramas de los árboles
Se doblan y enmascaran los brotes de junio.
Ramificaciones del viento en mi camisa marrón
Y al dar la vuelta cruzo otra línea.
Árboles azules ante el primer asombro o
Girando ramas también me veo
Bajo las bóvedas del seminario de Sucre.
Un temblor de enseñanza contraria al escuchar
A los insanos de la palabra de este bosque.
Se corta la luz, el crecimiento natural de los árboles muertos
Sobre ribetes blancos de la hierba como si hubiese nevado.
La primera vez en Huaraz fue similar
Y no pensé recorrer sino el hielo
Cuando inicié un concepto distinto de composición y canté
Árboles crecidos.
Maricela Guerrero
(Ciudad de México, 1977)
Entonces
Un día, muy jóvenes, entonces
naranjas verdes esmeraldas, verdes
naranjas agrias de principio de año, escurríamos
escurrían alegrías de nuestros pechos, entonces
¡ah! felicidad, luminiscencias en gajos centelleantes
y el verde de la vida alegre
de alegres verdes ¡qué felices! somos entonces ha:
plácidas pletóricas redondas e irrecuperables como ánfora griega o naranja de las Hespérides y ardió Troya en verde,
alrededor de círculos de amantes,
incendios de los ojos y los pechos verdes, primavera que ardía oscura,
entonces también el desierto en verde y en verde las aguas de un Leteo que encontramos en una playa del mar de Veracruz y olvidamos verdes de alegría recién nacida;
limpiamos en aguas mansas y verdes las penas envidiables, ah veranos:
naranjas dulces entonces, verdes esmeraldas, asustadizas verdes, muy jóvenes
entonces.
Sergio Luna
(Celaya, Guanajuato, 1973)
Paisaje
Me gusta existir. No me gusta pensar. Las cosas y los seres sin ambición son mis maestros. Una cerca de piedra, un rosal, un caballo bajo el mezquite; los follajes, su naturaleza indiferente. Ciertas hojas levantadas por el aire. Las nubes. No vale la pena pensar. Vale la pena decir lo que uno ve, lo que uno respira. Pensar sólo sirve para llegar a algún lado. A mí no me gusta llegar a algún lado. Me gusta ir sin llegar. Y sé que esto que escribo va a algún lado, tiene un sentido que no me interesa decir. Como ahora que, mientras escribo todas estas explicaciones, respiro. Por eso, quizá, estoy escribiendo.
Ángel Rafael Nungaray
(Yahualica, Jalisco, 1968)
Páramo de la ceguedad
19)
El ojo es una isla
Cercada de la luminiscencia
De los cuerpos
Que se desplazan
A la velocidad de la sed.
Ver es aislarse.
La órbita del ojo
Sigue el desplome de la vigilia
Y atraviesa la nebulosa
De la ceguedad.
Ver es aislarse,
Retornar al exilio.
(
Cerrar los ojos
Es reanudar
La comunicación
Con el manantial.
)
Cerrar los ojos,
Romper los diques.
21)
La construcción de la obra es también una
construcción
Del cuerpo.
Antonio Ramos Rosa
La obra procede del hálito
El hálito es el ojo del ser
El ser enceguece para tornarse vigía
El vigía es la flama inalterable
La flama se vincula a la visión del agua
El agua avanza como la raíz de la vigilia
La vigilia es el vértigo de la sed
La sed circunda la semilla de la escritura
La escritura es el núcleo de la obra
La obra procede del hálito.
Carlos Pineda
(Tehuantepec, Oaxaca, 1972)
Tardo meridiano
A Gerardo Deniz
Archivolta de instantes,
ese firmamento donde cada aleteo supone una nueva constelación.
Burla es (a lo Arcipreste) contra griegos y romanos,
por inventar nuevos mitos,
nuevos signos,
nuevas bestias fabularias, nerviosas, con el pelambre suspensivo...
Burla es, decía,
por enfadar a los habitantes del Zodiaco.
En fin, salpicadura de insectos sin apellido,
que tal cual tardo meridiano,
han sido llamados a fundar otro reino,
otro cosmos, alrededor del farol.
Rolando Revagliatti
(Buenos Aires, Argentina, 1945)
El número
El número de estudiantes desarmados
en todo el planeta
asesinados por la policía
+
el número de trabajadores desarmados
algunos, delegados de organizaciones
sindicales
otros, desocupados
en todo el planeta
asesinados por la policía
+
el número de personas desarmadas
muchos, extranjeros pobres e indeseables
en todo el planeta
prepoteados, apaleados, violados
asesinados por la policía
escandaloso
se cae
no cabe en un número.
Gabriel Weisz
(Ciudad de México, 1946)
Mono cromo
Oscurece, no hay luz en la casa.
Desde lejos se pinta
la silueta del gato.
La ventana lo resguarda de la lluvia;
todavía se ve el jardín
con las hojas muy húmedas.
Llega el momento que se hace gato.
La ventana lo refleja
creando otro gato.
Mucho más tarde
el alma
de la imagen
deambula por la habitación,
cuando ya no hay miradas
que observan momentos;
cuando su piel
inventada cae
sobre el espejo roto
de una suerte
que se precipita.
El bronce pulido
de la noche
deja resbalar
la lluvia para
mostrar su espalda.
Todo habita
un oscuro
tinte de calamar,
pero los árboles
se perciben encendidos
contra la noche
que hace tinta de todo.
{moscomment}
|