Roxana Crisólogo, Willy Gómez Migliaro, Maricela Guerrero, Sergio Luna, Ángel Rafael Nungaray, Carlos Pineda, Rolando Revagliatti, Gabriel Weisz

  

 

 

 

Roxana Crisólogo
(Lima, Perú, 1966)

apretaba con compulsión
el hocico de cocodrilo de su acolchonada valija
una lengüeta oscura asoma desde el fondo
rectangular de sus zapatos
botones que abrochar    
zebras en el camino
diagonal de su corbata
que distraídamente
enrosca
     y yo sigo
algo así
como hipnotizada
y me encuentro
de pronto
preguntándole

qué guardarás ahí    ezra
   frascos de prozac
vacunas contra la gripe
cebo de culebra    ¿progestina?

contar las estrellas
no es más el hábito        
de muchachas que como yo
   persisten
en descifrar su dirección

y es sólo entonces
que una voz asciende
de la boca del estómago
como desde el mismísimo
                           infierno

una voz que mis dedos
se rehúsan a dibujar
en la ventana del micro

que nunca para    
que nunca
se cansa de parar
y cuando para es

la voz que dice
al fondo hay sitio
y el fondo
es un sitio
por el que pugnan todos
los distinguidos
traseros de Lima
 
hombres como él siempre se dirigirán a alguna dirección

Pound le dije y lo deje en el aire

Pound    por qué una dirección tiene que ser
un banco mercantil
fondos privados de pensiones

y no el punto rojo del mapa
de esta suerte de museo
a donde me enrumbo yo
dirección incierta

de sobra conozco el camino
y su intoxicación de cables

         Pound le dije
y quién fue ese Pound insistió
       y yo me reí    

 


Willy Gómez Migliaro
(Lima, Perú, 1968)

La segunda división

Árboles que semejan el crecimiento
De un bosque dividido por la noche.
Árboles contra un cielo espinoso, mira, cuya fragancia de ramas
El viento dobla sobre capas de nubes.
Superficie y espacio en la línea de fuego
Por donde los árboles mueren.
Mi cabello se alborota. Detengo una caída de hojas.
En el umbral de este cuerpo el viento es un rugido
De antigua celebración.
Las ramas de los árboles
Se doblan y enmascaran los brotes de junio.
Ramificaciones del viento en mi camisa marrón
Y al dar la vuelta cruzo otra línea.
Árboles azules ante el primer asombro o
Girando ramas también me veo
Bajo las bóvedas del seminario de Sucre.
Un temblor de enseñanza contraria al escuchar
A los insanos de la palabra de este bosque.
Se corta la luz, el crecimiento natural de los árboles muertos
Sobre ribetes blancos de la hierba como si hubiese nevado.
La primera vez en Huaraz fue similar
Y no pensé recorrer sino el hielo
Cuando inicié un concepto distinto de composición y canté  
Árboles crecidos.




Maricela Guerrero
(Ciudad de México, 1977)

Entonces

Un día, muy jóvenes, entonces
naranjas verdes esmeraldas, verdes
naranjas agrias de principio de año, escurríamos

escurrían alegrías de nuestros pechos, entonces
¡ah! felicidad, luminiscencias en gajos centelleantes
y el verde de la vida alegre
de alegres verdes ¡qué felices! somos entonces ha:
plácidas pletóricas redondas e irrecuperables como ánfora griega o naranja de las Hespérides y ardió Troya en verde,
alrededor de círculos de amantes,
incendios de los ojos y los pechos verdes, primavera que ardía oscura,
entonces también el desierto en verde y en verde las aguas de un Leteo que encontramos en una playa del mar de Veracruz y olvidamos verdes de alegría recién nacida;
limpiamos en aguas mansas y verdes las penas envidiables, ah veranos:
naranjas dulces entonces, verdes esmeraldas, asustadizas verdes, muy jóvenes
entonces.

 


Sergio Luna
(Celaya, Guanajuato, 1973)

Paisaje

Me gusta existir. No me gusta pensar. Las cosas y los seres sin ambición son mis maestros. Una cerca de piedra, un rosal, un caballo bajo el mezquite; los follajes, su naturaleza indiferente. Ciertas hojas levantadas por el aire. Las nubes. No vale la pena pensar. Vale la pena decir lo que uno ve, lo que uno respira. Pensar sólo sirve para llegar a algún lado. A mí no me gusta llegar a algún lado. Me gusta ir sin llegar. Y sé que esto que escribo va a algún lado, tiene un sentido que no me interesa decir. Como ahora que, mientras escribo todas estas explicaciones, respiro. Por eso, quizá, estoy escribiendo.

 


Ángel Rafael Nungaray
(Yahualica, Jalisco, 1968)

Páramo de la ceguedad

19)

El ojo es una isla

Cercada de la luminiscencia

De los cuerpos

Que se desplazan

A la velocidad de la sed.


Ver es aislarse.


La órbita del ojo

Sigue el desplome de la vigilia

Y atraviesa la nebulosa

De la  ceguedad.


Ver es aislarse,

Retornar al exilio.


(

Cerrar los ojos

Es reanudar

La comunicación

Con el manantial.

)


Cerrar los ojos,

Romper los diques.


21)


                                                    La construcción de la obra es también una
                               construcción 
                                                    Del cuerpo.

                                                                              Antonio Ramos Rosa



La obra procede del hálito


El hálito es el ojo del ser

El ser enceguece para tornarse vigía

El vigía es la flama inalterable

La flama se vincula a la visión del agua

El agua avanza como la raíz de la vigilia

La vigilia es el vértigo de la sed

La sed circunda la semilla de la escritura

La escritura es el núcleo de la obra


La obra procede del hálito.

 



                       
Carlos Pineda
(Tehuantepec, Oaxaca, 1972)

Tardo meridiano
                                                                                      A Gerardo Deniz

Archivolta de instantes,
ese firmamento donde cada aleteo supone una nueva constelación.

Burla es (a lo Arcipreste) contra griegos y romanos,
por inventar nuevos mitos,

nuevos signos,
nuevas bestias fabularias, nerviosas, con el pelambre suspensivo...

Burla es, decía,
por enfadar a los habitantes del Zodiaco.

En fin, salpicadura de insectos sin apellido,
que tal cual tardo meridiano,

han sido llamados a fundar otro reino,
otro cosmos, alrededor del farol.

 




Rolando Revagliatti
(Buenos Aires, Argentina, 1945)

El número

El número de estudiantes desarmados

en todo el planeta

asesinados por la policía

+

el número de trabajadores desarmados

algunos, delegados de organizaciones

    sindicales

otros, desocupados

en todo el planeta

asesinados por la policía

+

el número de personas desarmadas

muchos, extranjeros pobres e indeseables

en todo el planeta

prepoteados, apaleados, violados

asesinados por la policía


escandaloso

se cae

no cabe en un número.

 





Gabriel Weisz
(Ciudad de México, 1946)

Mono cromo 
                                             
Oscurece, no hay luz en la casa.
Desde lejos se pinta
la silueta del gato.
La ventana lo resguarda de la lluvia;
todavía se ve el jardín
con las hojas muy húmedas.
Llega el momento que se hace gato.
La ventana lo refleja
creando otro gato.
Mucho más tarde
el alma
de la imagen
deambula por la habitación,
cuando ya no hay miradas
que observan momentos;
cuando su piel
inventada cae
sobre el espejo roto
de una suerte
que se precipita.
El bronce pulido
de la noche
deja resbalar
la lluvia para
mostrar su espalda.
Todo habita
un oscuro
tinte de calamar,
pero los árboles
se perciben encendidos
contra la noche
que hace tinta de todo.

 


 

 

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