Marco Antonio Campos: Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde

especial-campos.jpgConocí a Marco Antonio Campos en las oficinas del Pésimo Piso de Rectoría, donde el explosivo laboratorio o locomotora que en ese momento era la Dirección de Difusión Cultural de la UNAM se hallaba, y cuyo maquinista era Hugo Gutiérrez Vega. Marco Antonio trabucaba con la Revista de la Unam, pasaba a empellones por la esquina mágica de Material de Lectura, hilaba y deshilaba las páginas de Los Universitarios, sin parar nunca un minuto, ajeno a la parsimonia de algunos de quienes por ahí iban haciendo pinos y pininos en la literatura.

Lo recuerdo en la Plaza de Mixcoac, doblemente, porque ahí me lo encontré varias veces, porque sus alrededores aparecen en algunos de sus poemas, como aparece Viena y todo lugar en el que ha puesto el ojo y el corazón.

Y lo veo levantando el arcabuz para disparar al aire explosión tras explosión de inimaginables pero ciertísimos encuentros de poetas, unos aquí y otros en otra hora, desde las páginas del Periódico de Poesía, primero, que él fundó, y después en el Festival de Poetas del Mundo Latino, que ha sabido llevar con mano animada y enorme generosidad.

Pedro Serrano