Hugo Gutiérrez Vega*
(Guadalajara, Jalisco, 1934)



El mural de Guernica


a Pablo Picasso

Dejad a ese caballo rumiando su agonía,
dejad que el toro negro empitone su muerte,
cuánto mejor la espada que esta muerte no vista, no esperada
que llega del aire envenenado,
el niño duerme, muere,
los senos de la madre,
la descubierta estrella de la noche pasada,
no hay sangre,
no hay lugar para la sangre
en este panorama de cuerpos destrozados,
sólo el aire caliente,
el minuto sonoro
y después el silencio,
el grito no esperado
presente aquí
como la casa muerta
y los ojos del niño
abiertos hacia adentro,
dejad que el toro negro no acepte su agonía
y que el sueño de arena engañe su silencio,
dejad que el niño duerma
que la tierra se abra
que la casa sin muros abandone a sus hiedras,
nada se puede hacer,
el minuto ha pasado
sólo queda gritar,
gritar hasta que el viento nos muestre una salida.



Nota roja

  dedicado a Cesare Pavese

 

Salir una mañana de la casa
sin tomar el café, sin decir nada,
sin besar ni a la esposa ni a los hijos.
Salir e irse perdiendo por las calles,
tomar aquel tranvía.
Recorrer el jardín sin ver que el sol
va colgando sus soles diminutos
de la rama del árbol.
Recorrer el jardín
sin ver que un niño nos está contemplando,
sin ver las cabelleras rubias, morenas, pálidas.
Pasar cargando una sonrisa muerta
con la boca cerrada hasta hacer daño.
Entrar en los hoteles,
hallar uno silencioso y lejano,
tenderse entre las sábanas lavadas
y sin decir palabra, sin abrir la ventana
para que el sol no meta su esperanza
apretar el gatillo.
He dicho nada,
ni el sol,
ni la flor que nos dieron las muchachas.




Habla el déspota
(fragmento)

He cumplido todas las leyes
he gobernado siguiendo las reglas de la política
que no siempre coinciden con los dictados de la moral
hice justicia con mano firme
y a veces practiqué la benevolencia
mis súbditos no me amaban
pero entendían la razón de mis acciones
mi vida fue lujosa porque así tenía que ser
el lujo es una razón de Estado
procuré en mis ratos de ocio
acercarme a la poesía
a la cerámica
y a la música profana
fui estricto, aunque poco convencido
en el cumplimiento de las obligaciones religiosas
esta es otra razón de Estado
y mi diálogo con Dios tuvo algunas noches intensas
mi fidelidad conyugal no era fanática
pero nunca incurrí en excesos,
mis fiestas siempre acababan al filo de la media noche
y muy pocas veces me entregué al sortilegio de la luna,
estoy seguro de que nadie me recordará
y esto significa que fui un déspota eficiente
un político que cubrió su trecho de viaje
y entregó la estafeta en buenas condiciones
no tuve tiempo de ser feliz
y así lo consigné en mis poemas más sinceros
por todo esto, envidio a los pastores...




Canción para una muchacha en la atardecida del Cabo Sounión
(fragmento)

Una muchacha, apenas un asomo de ojos
   entristecidos,
un sonido en el piano del silencio.
Una muchacha alta, ensimismada,
cariátide en el tiempo de la sangre;
prisa, calma en la frente,
manos que apresan esa brizna de aire
anunciando la noche de los frutos,
cabellera entregada a la delicia de las brisas del
   sur,
cuerpo que en soledad abre sus ramos,
mientras el día dispersa sus palomas
y deshace los rostros y las cosas.

Muchachita, te miro y se me abre la herida
   antigua,
siento miedo por ti, luego me alegro
porque la vida crece en tu costado
y te espera el placer.

Así en la noche, sin estar contigo,
sin saber de mi paso tambaleante,
de mi cuerpo que el otoño desordena
te miro y pienso que en tu sueño nace
el idioma de tu alma...



* Poemas leídos por Hugo Gutiérrez Vega durante su homenaje en el Festival del Libro y la Rosa, 2010, que coordinó Periódico de Poesía.


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