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portada-palabras.jpgLas palabras y los días. Una antología introductoria
Prólogo y selección de Ricardo Cayuela Gally, México, 2008.

Por Mariana Ortiz

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La polémica que se ha establecido entre los seguidores incondicionales de Octavio Paz y sus aguerridos detractores, se ha polarizado al grado de confundir los límites que deben imponerse para defender la autonomía de una obra. Es innegable, por otra parte, que existe una pregunta decisiva en la percepción que tenemos de aquellos hombres que defendieron una postura ideológica dentro de su creación: ¿Fue su vida un gesto que afirmó todo aquello que se sostuvo a través de la palabra? En el caso de Paz esta pregunta se acentúa, ya que fue un hombre que tuvo una influencia contundente en la vida cultural de su país e incluso en la concepción que se tuvo de la poesía mexicana durante varias décadas. Ésta es una cuestión que involucra demasiados aspectos y que no pretende ni puede resolverse aquí, pero que debe mencionarse porque afecta la intención que guarda la antología realizada por Ricardo Cayuela Gally.

La cuestión fundamental, en este caso, es que se trata de una selección de la obra de Octavio Paz que está dirigida hacia lectores jóvenes; de ahí que se establezca su carácter de ‘introductoria’. El criterio en el que se basa la construcción de la antología es el de dar una prueba sustancial de la obra ensayística y poética del autor. La elección de los  poemas se fundamenta en “una combinación de capricho y gusto personal”, como se afirma en el prólogo; los textos están ordenados cronológicamente y se incluyen algunos que van desde Libertad bajo palabra (1935-1957) hasta  Poemas (1889-1996). La obra ensayística que se presenta cumple con el objetivo de dar un recorrido por los diversos temas que fueron tratados por Paz como son: su pensamiento histórico y político, su meditación sobre la identidad mexicana, su apreciación sobre la cultura oriental o su propia reflexión sobre la creación poética. Lo que falla es el enfoque didáctico con el que se presentan los ensayos. Esto se hace patente en la contraportada, en la que se enuncian algunas preguntas, para después afirmar que en el libro se encontrará la respuesta: ¿Por qué dejó sor Juana de escribir? ¿Cuál es la diferencia entre sexo y erotismo? ¿Por qué la poesía ha acompañado a los hombres desde el origen del origen?, cuestionamientos a los que aparentemente Octavio Paz da la respuesta, a cuestiones tan complejas. La sugerencia demerita el valor mismo del ensayo, que consiste en la reflexión y no en la aseveración incuestionable.

Más allá de esto, el verdadero problema de la antología radica en el enfoque de su prólogo, en el que se traza una postura contradictoria respecto a la mirada con la que se debe descubrir a Paz por primera vez. Por una parte se defiende que es importante que los jóvenes puedan acercarse a su obra, separados de todos los prejuicios que circulan alrededor de su comportamiento político y de su “injusta” fama de mandamás cultural; sin embargo, entre sus páginas nos encontramos con una heroicadefensa de su persona, que comienza por enaltecer la decisión de Octavio Paz de separarse del movimiento comunista e incluso ubica su verdadero nacimiento como autor e intelectual al rechazar “la camisa de fuerza del ‘arte comprometido’”. De esta forma Cayuela Gally está tomando partido frente a su forma de actuar, contribuyendo así a la confusión de los posibles lectores que se encuentran antes con la defensa de sus rasgos biográficos que con su creación literaria. Es indiscutible que las personas que se dedican al estudio de la literatura y la historia cultural mexicana deben ahondar en lo que Octavio Paz representó para bien y para mal en estos dos universos, desde sus innovaciones formales en la poesía y su influencia en varias generaciones de poetas, hasta la imposición de un canon literario, atendiendo a las visiones críticas como la de Enrique González Rojo en su libro El rey va desnudo, así como a los numerosos libros y artículos que se dedican a defender la importancia de cada uno de sus proyectos.

Pero si el objetivo de esta antología es el de dar una oportunidad --en limpio- al encuentro de los jóvenes lectores, con sus palabras, Cayuela Gally comete un error al concentrarse en encumbrar al personaje al grado de asegurar que su fama “la vivió más como una carga que como una bendición”, para después insistir en el hecho de que es el único Premio Nobel de literatura mexicana.

Negar la importancia que tuvo para Paz llegar a ser una figura pública es pervertir la imagen que él mismo se ocupó en conquistar. Rechazar el caudal de sus imágenes poéticas y la lucidez con la que se enfrentó a distintos aspectos culturales por estar en desacuerdo con el uso que hizo de su poder en el mundo intelectual, es también una perdida; porque más allá de todas sus contradicciones, la palabra reclama su propio poder de convocar.




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