...............................................

Estamos solos desde ayer, Rosy Palau

ESTAMOS SOLOS DESDE AYER,
Rosy Palau
DIFOCUR- ediciones sin nombre, México, 2007.



Por Karina Falcón
................................................
 
 

                  Odio la poesía al uso; brinda,
                  fácil,al vulgo sus costados lacios;
                  alárgase entre abrazos rutinarios,
                  lánguida,y duerme.

                                      Giosue Carducci
 
 


La experiencia de la soledad es usanza propia dentro de la creación literaria. La poesía, se crea y es, sólo a partir de la instauración de un espacio aislado y rodeado de un soplo áureo, cierzo fantasmal. Estamos solos desde ayer parece buscar en la sombra, la memoria y la noche su raigambre escindida en esa soledad de la voz; pero la búsqueda resulta un despeñadero. El ayer y la soledad son particulares de un mundo erigido a partir de la nostalgia, donde la nostalgia se pondera, “para provocar nobles estados de melancolía” (de acuerdo con Tomás Lago); sin embargo, en este discurso uno parece encontrar una melancolía fácil, la saturación de términos que apabullan una intención y asfixian en el sopor de su devaneo.

En Estamos solos desde ayer la pulsión repetitiva no refluye si no es para sucumbir en la asfixia del circulo. El prólogo reza que: “lo asombroso del acto creativo de Rosy Palau es que a su ternura no le ha dado por el lloriqueo”; pero el soso prólogo, en su ternura, sí da para el lloriqueo, tal vez, para un lamento.  Las atingencias del discurso son pábulos diluidos en la convención de un territorio que parece no sostenerse él mismo.

Lo sugerido bordea cada uno de los poemas, pero el motivo queda como un remanente impalpable, se diluye en antinomias y medias tintas. No hay un artificio que incendie la hoja; la cadencia del discurso se vierte casi cansada, letárgica y la sintaxis recuerda lugares comunes. El indicio en el poema se torna en discurso lacónico y fácil que arremete sin fuerza. El vértigo que promete cruzar el puente desde la soledad al espacio negro de la letra, se convierte en frase tediosa que se hiere en el repliegue.

Si bien la repetición, dentro de la función poética, puede derivar formas exquisitas en el espacio o provocar movimiento y validación del discurso; es cierto también que su propia pulsión puede provocar redundancia y hábito, un andar remiso. Christine Brooke Rose apunta que “los elementos considerados marcas privilegiadas dentro la función poética, cuando se hacen transparentes y se hipertrofian, son también los elementos que la colapsan”. La repetición puede lograr el encomio de la sintaxis en medida de su sonoridad, pero también la repetición de un verso en un lugar descuidado corre el riesgo de provocar una disonancia patética, un ripio.

La decisión de habitar la tradición se dilapida en el lugar común: imágenes ya concebidas que se desgastan al no encontrar un vuelco. La nostalgia del amor y del horizonte,  no se avecinan en riesgo, ni siquiera en el vaivén propio del recular de la palabra encuentran un eco irrebatible. Sólo lo difícil es estimulante, escribió José Lezama Lima; en la petición del riesgo subyace la eventualidad del  resquemor, pero es preferible a la afabilidad del verbo, donde habita –sin duda– una conducta complaciente que puede llevar a la inanición.



Ver selección de poemas de este libro

  {moscomment}