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portada-como-deja-cuerpo-ba.jpgComo el que deja
un cuerpo

Enrique González Parra
Ediciones Sin Nombre
México, 2009

 

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Orilla

Desde cualquier terraza
a la vera del mar, atardeciendo
--una copa a la mano si es posible--,
perseguir el ambiguo
instante en que la luz
ya no restalla
y se adentra en las ondas
creando continentes sumergidos.
Ver los reflejos
inestables
de luces y de barcas en el fondo.

No importa la ciudad
ni la ribera,
todas mis tardes
conducen a la misma sensación:
mientras el horizonte se ofusca,
aumenta la ansiedad
por la disolución
gradual
de los perfiles.

Viajar
es ir de nuevo
al encuentro de esa orilla
abierta, solitaria,
donde el día que se apaga entre colores
no es ninguna tragedia, y la noche
pudiera aún guardar una sorpresa.
Sorpresa que tampoco
resultará muy grave sino ocurre.
Seguirán las mañanas con sus tardes
de luces y de barcas sumergidas,
mientras yo apenas faltaré
el día que no acuda
al drama rutinario
de la luz que se borra en hora cierta.




Ventana

Como un cuerpo que vela
la ventana
absorbe el aire tibio
y espeso de humedad
que los mosquitos llenan de rumor,
introduce en la estancia
el perfume de arbustos y de flores
madurando en el huerto,
el ruido sigiloso de algún gato
que camina por las hojas caídas
al borde de la cerca

Enteramente abierta,
deja pasar el canto
tenaz de las chicharras
y el golpe inagotable
de las olas lejanas:
en su vano se pinta
una luna de hueso
que escala el horizonte.

Con la luz apagada,
tendido en la cama sin apremios
junto a un cuerpo que yace
desnudo junto al mío,
dejo que la ventana
me entregue como fruta
las obras de la noche.


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