Los hijos del diablo y las hojas del deseo

Por Marcelo Marchese
 

progreso-34-cristo.jpgPareciera asombroso que de un hombre que recogió una tangencial referencia histórica (sólo Tácito informa acerca de Chrestus) lleguemos al actual cristianismo, no sólo una desviación del pensamiento de Chrestus sino, perversamente, su antagonía. En nuestro siglo tenemos sobrados ejemplos de cómo un sistema de ideas se apodera del NOMBRE de una figura, de un pensador, para de esa manera destruirlo. Se incorpora al pensador para desvirtuarlo y asesinarlo. Tal es la obra del marxismo-leninismo, del stalinismo, con respecto a los escritos de Marx y Lenin, uno de los tantos mecanismos del sistema para destruir una ideología revolucionaria.

Estoy leyendo los Evangelios Apócrifos publicados por Borges. Recién los inicio. Borges aclara que apócrifos no significa falsos sino ocultos. Los evangelios apócrifos no eran para el vulgo. María concibe a Cristo luego de reiteradas visitas de un ángel del Señor infinitamente bello. María cura con sus manos y el niño Jesús jugando con barro modela gorriones y les da vida. Otro niño lo denuncia, pues ha trabajado en día sábado, y Jesús lo mata, y ante la queja y reclamo de sus padres, lo revive. Todos sabemos que entre el nacimiento, la conversación con los doctores de la ley a los doce años, la tentación del demonio a los veinte y el bautismo a los treinta no media más información. La Iglesia escondió los textos que refieren a esos años de Cristo. Sin embargo estos evangelios apócrifos tampoco deben ser contemporáneos de aquel hombre.


Los hijos del diablo y las hojas del deseo

Por los caminos tortuosos y del progreso
Por Marcelo Marchese
 

progreso-34-cristo.jpgPareciera asombroso que de un hombre que recogió una tangencial referencia histórica (sólo Tácito informa acerca de Chrestus) lleguemos al actual cristianismo, no sólo una desviación del pensamiento de Chrestus sino, perversamente, su antagonía. En nuestro siglo tenemos sobrados ejemplos de cómo un sistema de ideas se apodera del NOMBRE de una figura, de un pensador, para de esa manera destruirlo. Se incorpora al pensador para desvirtuarlo y asesinarlo. Tal es la obra del marxismo-leninismo, del stalinismo, con respecto a los escritos de Marx y Lenin, uno de los tantos mecanismos del sistema para destruir una ideología revolucionaria.

Estoy leyendo los Evangelios Apócrifos publicados por Borges. Recién los inicio. Borges aclara que apócrifos no significa falsos sino ocultos. Los evangelios apócrifos no eran para el vulgo. María concibe a Cristo luego de reiteradas visitas de un ángel del Señor infinitamente bello. María cura con sus manos y el niño Jesús jugando con barro modela gorriones y les da vida. Otro niño lo denuncia, pues ha trabajado en día sábado, y Jesús lo mata, y ante la queja y reclamo de sus padres, lo revive. Todos sabemos que entre el nacimiento, la conversación con los doctores de la ley a los doce años, la tentación del demonio a los veinte y el bautismo a los treinta no media más información. La Iglesia escondió los textos que refieren a esos años de Cristo. Sin embargo estos evangelios apócrifos tampoco deben ser contemporáneos de aquel hombre.

Uno se pregunta en respuesta a qué nació la ideología de Cristo. El pensamiento judío es tan rico, tan lleno de sectas, que podríamos pensar que hace dos mil años nació uno que a los dogmáticos hipócritas los llamaba como sepulcros blanqueados, una bellísima expresión de aquel semi dios. A un amigo que anteponía un funeral a seguir su camino, le dice: “Dejad que los muertos entierren a sus muertos”. Y expulsa a los mercaderes del templo. “No he venido a traer la paz, sino la espada”. El dios de este hombre no es el Yahvé de los Ejércitos de los sepulcros blanqueados. Un fariseo lo invita a comer, una pecadora, una prostituta, se acerca a Jesús y lava sus pies y los besa. Jesús pone a esta prostituta por encima del fariseo y le dice que su amor la ha salvado. Pensamos ahora en San Agustín que defendió siglos después el meretricio, pues ante su ausencia la concupiscencia todo lo invadiría, y pensamos que este santo era un fariseo que hacía sonar bien fuerte la moneda de la limosna.

En aquella sociedad en que los judíos no trataban a los samaritanos y despreciaban a los publicanos y prostitutas y adúlteras, Cristo le pide de beber a la samaritana y le habla de una agua viva, de un agua que al tomarla ya nunca tendrá sed. Un hecho se nos presenta con una fuerza demoledora. Los hijos del diablo van a apedrear a una mujer adúltera. Jesús resuelve con una justicia que inspirará a Cervantes la justicia de Sancho en la Ínsula de Barataria: “El que esté libre de pecados que arroje la primera piedra”. Ese es su mensaje, un mensaje de amor que nada tiene que ver con el culto al dolor, a la salvación por el dolor, el culto al hombre crucificado. La Iglesia lo ha crucificado y nosotros lo crucificamos pues necesitamos que alguien cargue nuestra cruz.

Por siglos se nos ha adoctrinado a violentar nuestros deseos, nuestro placer, a castrar el goce sexual para alcanzar una muy dudosa salvación. Mas el poeta ha escrito: “Así como la oruga elige las mejores hojas para depositar sus huevos, el sacerdote lanza sus maldiciones sobre los mejores goces”.  

Cristo es para nosotros el más bello personaje de la literatura, y pensamos que es el más bello personaje de la literatura fantástica. Situado en una sociedad sectaria, castradora, que vive bajo la losa del temor a Dios, camina sobre las aguas, cura por el poder de las palabras, es besado por las prostitutas diciéndoles que su amor es mayor que sus pecados, pide que nos amemos los unos a los otros, y cuando le presentan el agua eterna, nos obsequiará el vino nuevo, para que cante en nuestros corazones.