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portada-del-sueno-baja.jpgDel sueño, de la nieve
Jüri Talvet
(traducción del estonio por Albert Lázaro-Tinaut)
Olifante
Zaragoza, 2010 

 

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1953

Pasé por el rincón del jardín donde, en el techo de una casita
    construida por su abuelo, habían estado sentados nuestros
    hijos haciendo muecas pícaras ante mi cámara de fotos.

Luego estuve en otra ciudad, en el umbral de la casa
    en que nací. Una vela alumbraba tenuamente la cocina,
    donde había dos ancianos, a los que dije:

“Venimos a vivir aquí. Yo, mi mujer, mis dos hijos
    mayores y la más pequeña, que está en el cochecito”.
    Recuerdo poco aquel lugar. Mi padre y mi madre

estaban sentados en un sofá, yo trepaba a sus rodillas
    y, entre risas, acordábamos que “ing-ing” era la lengua
    de los ingleses y “frans-frans”, la de los franceses.

En el año 1949, temerosos, abrimos un poco la puerta
   de la cocina, que da al número 16 de la calle Aia.                      
   Por la noche se habían llevado a alguien de la casa del jardín.

Entonces empapelamos con papel pintado la habitación; debajo,
   habíamos pegado periódicos y recuerdo que lanzaba cuchillos
   a la cara de un hombre bigotudo que de hecho murió en 1953,

dejando a las mujeres rusas gimiendo a voz en grito por las calles.




Klaus Mann merodeaba

  
 sobre las huellas de andré gide       
los alemanes olfateaban la orina reseca de una mujer negra
el esperma de un hombre negro en el desierto de kalahari
bendiciendo al führer maldiciendo a los ingleses y a los franceses
     blasfemando contra los mosquitos enfermando de malaria
de esquizofrenia de neurosis incurable tropezando sin cesar
     consigo mismos andré gide no hacía caso de
klaus mann su padre tampoco le hacía caso
     el führer fue derrotado y aniquilado klaus mann
se mató el mahatma gandhi y fernando pessoa
     vivieron su juventud en sudáfrica y entendieron
lo absurdo de la vida su levedad insoportable gandhi
     no se mató pessoa no se mató
ambos se dieron cuenta (a diferencia del bigotudo
    alemán que murió loco) de que en el mundo caben
otras cosas aparte de la siringe caprichosa de zoroastro
    o de sigvördr o de algún gallo gálico
por bien que éste sepa cantar: ¡quiquiriquí! ¡cocoricó!




Donde habita la memoria

El papel es tan sólo aire con bordes
que se empapa de todas las palabras  
no es mucho más seguro ni más frágil
que una vieja pizarra o una pantalla
saturada de nervios electrónicos.
El viento abrió de un soplo la ventana.
¿De quién era la mano ingrávida que acarició
los cabellos de un niño que dormía?
¿De qué estremecidas frondas
de qué gotitas de niebla en los labios
de qué clamor de hierba fue compuesto
el cantar de los cantares?

Tras un muro levantado con papel
con falsos nervios y pizarra
(¿te atreves?) habita la memoria
(¿has empezado a planear tu huida
tal vez tu retorno?) guarda
los olvidos y de paso perdónate
las incertidumbres que has tenido hoy.




Así es como son

Tiran sin cesar de nuestras manos, de nuestros pies.
Nos van clavando en el corazón gruesas agujas.
De noche, nos mantienen abiertos los párpados
                                       con sus dedos invisibles.
                                                                  
Por qué estás siempre preocupada, madre,
eres una sufridora sin remedio.

Los llaman, los apartan de nosotros, consiguen
                                                                que les seamos extraños,
y usan para ello contraseñas y voces verdes
que no hemos aprendido a interpretar.
Tú, sin embargo, te obstinas esperándoles,
contemplando los juncos escarchados de un otoño
tardío, llevando uno más en tu seno, mediada
                                         ya la vida.

(Y ya está aquí: una vida nueva, pequeña, hermosa,
que se arroja alocada a los brazos de la libertad.)

Nos apartan del camino, adrede, divertidos.
Son niños que han crecido de repente,
antes de que hayamos
tenido tiempo de crecer nosotros.  




Vuela hacia la colmena

Las golondrinas doblan
fulgurantes la esquina,
gajos dorados del corazón.
Una eres tú,
que por primera vez
has ido sola a la tienda,
y regresas a casa
corriendo-corriendo,
sonriente-sonriente,
feliz-feliz,
con las trenzas fulgureantes,
palpitante el corazón,
y en la bolsa uno de esos panes
tan grandes y sabrosos,
un pan de centeno de Pärnu.




La estrofa

en la oscuridad del verde perenne de los jardines
del generalife el agua fluye por vericuetos
ocultos Y tú oh traidor muccadam ben muafa
aunque ciego miraste el pozo sin fondo de unos
ojos negros tan y tan prolongadamente que
te fue arrebatada la libertad y encerraste
en el ataúd rectangular de occidente el alma
el arroyo cuyo destino era fluir




T. S. Alighieri

Masticamos serrín en nuestras bocas
Explicamos los secretos de la ironía
cuadruple de un minor poem de T. S. Eliot
Después de dar tres vueltas
sobre nosotros mismos nos perdimos
de vista. O selva oscura,
fatta per l’amore!




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