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portada-bote-negro.jpg Bote negro
Paulina Vinderman
Vaso Roto Ediciones
Monterrey, N.L. 2010








 

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3

¿Qué terror es éste, enraizado en la escritura
como oficio y deber, como espinas en la niebla de marzo
que ella no puede quitar y sin embargo canta?

La dulzura de la fe en las palabras que escapan
de su cárcel es semejante a nuestra supervivencia
en esta ciudad sin ángeles.

Vendrá el sol como siempre, a romperse frente
a mi asombro y vendrá la noche como una hilera
infatigable de hormigas.

Y cerraré este cuaderno, y soñaré con árboles
rugosos pero sin heridas.

Y con la clemencia de la luz.


4

Es una marea baja en plena ciudad
de islas y arrecifes, que arroja latas oxidadas,
melancolía y rancia, plegada, soledad.
Nadie quiere mirar hacia atrás frente a su copa
o su café. Miran un crepúsculo que huele a vida,
a una bandera que hace vacilar al corazón.

¿Qué sabemos de la muerte?

Nada, excepto lo leído: una vela apagada,
una linterna que no funciona más.

Todo lo que quiero es esta página y mi dibujo
de dardos estrechándose, estrechándose,
buscando el reflejo negro en el cristal.


13

Puedo oír los perros a la distancia, antes de dormir.
Y ellos me consuelan, consuelan a mi corazón cojo
y me hablan de lo único que tiene valor.

Testimonios austeros de la vida, un sacudir de
ramas en los días obedientes.
Como el sonido de una flauta en la noche débil,
como un humo herido por la ausencia de la luz.

Viajaré por la página de la noche sin mentir,
viajaré otra vez por mi río barroso que se cree mar.

Y mañana, en mi taza de niebla en la cocina,
como todos los días oscurecidos por la lentitud,
veré la simetría.


25

Saldré a mirar la luna llena en la madrugada.
No la interrogaré (ni ella a mí).
Nos miraremos con la fijeza de un último encuentro.
Su piedad por mi palidez, mi rencor por su lecho
de roca, no interrumpirán el sordo amor de tantos años.

No le pediré poemas, no arrastraré su corona
hasta mi mesa de trabajo.
Ella en su lugar, yo en el mío: ésa es la vieja red,
la expedición, mi anhelo cubierto de sombras,
como escamas de un pez platino.

Cuando la nube errante la cubra, me iré a dormir.
La certeza de volver a encontrarla —si despierto—
es el espíritu secreto de mi casa en la humedad de la noche.



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