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Del archivo de 
Periódico de poesía 

.......................................................................... En esta ocasión, y para recordar a Alí Chumacero a casi un mes de su muerte, de nuestro Archivo presentamos su escrito A los setenta años, publicado originalmente  en el número 10 del Periódico de Poesía, en 1989.
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A los setenta años...
Alí Chumacero




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A los setenta años de nuestra vida, de pronto nos sorprende la sospecha de haber sobrepasado ya la mitad del camino. Nos sentimos absortos en una selva oscura aunque seguros de que aquello que aceptamos como profesión, como un oficio invariable, llevado a término sin pausas, resulta a fin de cuentas una norma de conducta que concede adecuada recompensa a todos nuestros desvelos. La pasión por el arte, el amparo que su magia nos otorga, el prodigio de su asombro, integran la única o la más válida salvación frente a un mundo que, si bien a veces se vuelca armónicamente, también suele mostrar la imagen del desconsuelo.

En el reino infinito de las artes, pasado y presente se unifican hermanados en un todo. La obra artística cumple así la atribución de interrumpir el diario acontecer, y a su vez conforma la estatura que en su inmovilidad sostiene el impulso emotivo que le da nacimiento. Pero su firmeza contiene la tempestad que dormita bajo el velo de la razón, y de su fluir secreto esperamos –así sea por un solo instante perdurable– rescatar una huella, un matiz, un rasgo, de nuestro propio ser. Su seno acoge a todos por igual, pues no existe nadie, por racional y exacto que parezca, que no esconda en la hondura de su alma un poco de imaginación y de poesía. Entre la exactitud matemática y el escándalo musical, frente a la cordura y el delirio, junto a la medida y la exaltación, el arte ondea buscando penetrar las apariencias a fin de poner de manifiesto la estructura interna de la realidad. Descubre el hálito secreto y alumbra en las tinieblas como una lanza alucinante que brilla en el viento, inmóvil, detenida, sin antes ni después.

archivo-2-baja.jpgA los ojos del poeta, la naturaleza se convierte en una especie de “arsenal de símbolos” por donde ha de abrirse paso hasta tocar las raíces mismas del universo. Traducir lo que presienten los sentidos, mirar hacia adentro, más allá de las superficies, conocer el trasfondo de los objetos, son cualidades de quien escribe poesía. Cuando el poeta, a solas, toma la pluma y recoge en palabras su emoción, obliga a la realidad a oponer un dique al transcurrir del tiempo y a transformarlo en un río que regresa constantemente a su principio. Funda lo permanente, y en ese instante la palabra se interroga a sí misma y actúa dentro de un abismo donde espíritu y materia se confunden.

Mientras el lenguaje hablado esquematiza lo que representa y mientras el lenguaje científico y filosófico procura prescindir de las imágenes, el lenguaje poético en cambio vive las palabras en la plenitud de su significado y plasticidad. En el poema, la intuición se levanta por encima del discernimiento y la imagen supera al juicio. Es una tentativa de percibir lo que testimonian el amor y el deseo, la ira y la esperanza, la tristeza y el temor, la desesperación y el tiempo, la muerte y la nada. Es decir, las palabras del poeta se nutren del desorden que crean las sombras y la luz en el ámbito de la conciencia humana.

De ese desorden surgen facultades singulares para comunicarse con un mundo situado cerca de los sentidos. Al impulso de la violencia en que concibe el ritmo de su propia danza, el poeta no sólo pretende desplomar los muros que lo sitian y permanecer a la intemperie, sino que aspira a suplantar la naturaleza sensible con otra realidad más duradera. Un escritor alemán afirmó que "la poesía es lo real absoluto". Por consiguiente, un objeto, en tanto más poético sea, será más verdadero. Con esto deseo señalar que es característica del arte –además de enfrentarnos con el tumulto de las pasiones– hacernos partícipes de una realidad más auténtica y, en cierta medida, más real.

Tal es algo de lo que para mí ha sido y es la poesía.

Periódico de poesía,
UNAM/UAM, núm. 10, México, 1989
Ilustraciones: Jazzamoart

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