Revista el centavo #133


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El número 133 de la revista el centavo llegó a mis manos en Morelia, al día siguiente de la muerte de Alí Chumacero; los editores (o alguien del equipo) conservaba varios ejemplares que decidió regalar durante el Encuentro de Poetas del Mundo Latino, a propósito de la desaparición física de Chumacero. No dijo una palabra, entregó los volúmenes y se fue. En su directorio encontramos los nombres de Salvador Molina (director); José G. Baeza Campos, Lourdes Villanueva R. y Alfonso Espitia Huerta (coeditores).

Revista el centavo #133

 

 

Ana Franco Ortuño

portada-centavo.jpgEl número 133 de la revista el centavo llegó a mis manos en Morelia, al día siguiente de la muerte de Alí Chumacero; los editores (o alguien del equipo) conservaba varios ejemplares que decidió regalar durante el Encuentro de Poetas del Mundo Latino, a propósito de la desaparición física de Chumacero. No dijo una palabra, entregó los volúmenes y se fue. En su directorio encontramos los nombres de Salvador Molina (director); José G. Baeza Campos, Lourdes Villanueva R. y Alfonso Espitia Huerta (coeditores).

133 es la treceava edición, temática, que corresponde a abril y mayo de 1988. Del autor fallecido hablan Carlos Montemayor, Yolanda Gil, Marco Antonio Campos, Octavio Paz, Raúl Leyva, Jorge Von Ziegler y José Emilio Pacheco. La fotografía de portada es de Paulina Lavista.

Un hallazgo como éste posibilita un "diagnóstico" no sólo del homenajeado, sino de la producción nacional en función de la mirada, el giro, y los cuestionamientos que se formulan; y obviamente, gracias a las respuestas del autor en cuestión. Es decir, con el tiempo, una revista temática abre sus marcos de lectura y rebasa su propio centro.

Muestra de ello es la pregunta “¿Cuál es su opinión de la poesía que escriben actualmente los jóvenes?”, formulada por Gil, y a la que Chumacero responde ‘prudencialmente’ [“Opinar acerca de ese campo tan nutrido es casi un delito imprudencial”] que más que opinar simpatiza, en tanto que los poetas “hoy se cuentan por cientos”; y elige por afinidad a David Huerta, Marco Antonio Campos, Carlos Montemayor, Evodio Escalante, Miguel Ángel Flores, Roberto Vallarino, Elsa Cross, José Luis Rivas y Jorge Esquinca.

Otro tema recurrente que interesa a los entrevistadores de este Alí previo a los noventa es su opinión sobre la crítica. A Carlos Montemayor (en la entrevista que reproducimos como homenaje a ambos), le responde que “La crítica literaria no es producto de la vida; es un fruto, en todo caso, de la vida literaria de los libros de los demás.”, y concluye que “además de ser indispensable para el ordenamiento de la literatura—es una autocrítica, y corre el riesgo de convertirse en una autobiografía”. A Yolanda Gil le dice que sus influencias en este terreno vienen principalmente de José Gaos; y concluye, en una desafortunada imagen, que “mediante la crítica esa belleza sin ton ni son [de la literatura] se transforma en una hermosa mujer compartida por todos, lo cual resulta mucho mejor que una mujer fea para uno solo.”

De su obra, Octavio Paz dice: “La figura geométrica que podría representar tanto a su sintaxis como a su prosodia es la espiral. Poesía hecha de la ‘conspiración’ –como decían los estoicos—de los cinco sentidos, singularmente los de la vista, el tacto y el olfato.” Marco Antonio Campos identifica con claridad los elementos villaurrutianos en la obra del nayarita: “hay dos peculiaridades de la poesía villaurrutiana que Chumacero aprende: la concentración y la flexibilidad, musical y visual, del verso. Ya he dicho cómo se manifiesta esa concentración que nos impide prescindir no sólo de versos sino aún de palabras; a su vez, la flexibilidad –que supone la concentración—se manifiesta sobre todo en esa especie de vivo acordeón, esa manera de detener, cortar y recortar las imágenes hasta petrificarlas y verlas.”

Otros rasgos que sobresalen de los poemas de Chumacero, según los colaboradores del homenaje, son la abstinencia de metáforas cromáticas en tanto que excluye el color local y los colores mismos (Xirau); y el “espíritu exigente en cuanto a la armonización y ordenación perfecta del poema: armonización y ordenación que en nada descuida lo oculto, lo no fácil, lo puro y mágico que todo poema lleva en su vientre.” (Leyva).

De su vida poética, en un preciso resumen, Von Ziegler dice: “Si el que sea menos conocido que otros poetas se debe a su relativo desinterés por la parte periodística y pública de la actividad literaria en México, la consideración de las distintas afirmaciones de su obra debe atender a la obra misma y no a la fortuna o al recuerdo de las actividades de Chumacero en nuestro medio cultural a partir de 1940. Desde este ángulo, la propia ubicación que suele dársele en las generaciones literarias de mediados del siglo resulta externa. Alí Chumacero es, por lo menos, el más importante poeta del grupo que editó la revista Tierra nueva entre 1940 y 1942 y que, como otras generaciones fue bautizado con el nombre de la publicación: la generación de Tierra nueva. En la edición de esta revista participaron además José Luis Martínez, Jorge González Durán y Leopoldo Zea. Si bien en los proyectos y objetivos de este grupo deben buscarse algunas raíces de Chumacero, es imposible entenderlo como un poeta de grupo o manifiesto. (…) La posible identidad que Chumacero encuentra en el grupo Tierra nueva consiste sobre todo en [la] aceptación de los hallazgos de los Contemporáneos, pero esta es una aceptación que consagra y hace suya, en cierta forma, Chumacero; el resto no es quizá, más que un conjunto de afinidades accidentales dadas en la forma de una empresa editorial.”

Pacheco lamenta la decisión de Alí, de considerar “que la poesía acaso puede ser perdonable como una enfermedad de juventud, pero hay algo profundamente ridículo en seguir escribiéndola después de los cuarenta años”. “lamentable desde el punto de vista del lector pues a uno le hubiera gustado seguir leyendo toda la vida nuevos poemas de Alí Chumacero” y concluye que por la brevedad temporal de su producción poética es “el Juan Rulfo de la poesía mexicana.”

Este paseo por el centavo, y por la vida de Chumacero en pluma de sus amigos, me permite diseccionar varios periodos de la poesía mexicana; el tropiezo con la publicación y con las revisiones al quehacer literario de nuestro país, 22 años después, reactiva la vigencia y la utilidad de viejos impresos que tienden a perderse por las deficiencias del sistema cultural de nuestro país (no hay, por ejemplo, una página que contenga estos materiales). En internet encontré algunas referencias aisladas sobre la publicación, y supe que comenzó a mediados de los años cincuenta. Aparentemente cada número refiere a un autor o a algún personaje histórico. En el texto Representación y praxis de la revista literaria en México (Revista UdG), Juan Pedro Delgado la menciona entre las revistas que participaron de la descentralización cultural en tanto que se editaba en Morelia.

Alguna vez mi maestra Elisabeth Siefer me dijo que en México los libros no se buscan, se encuentran; es un rasgo mágico que no sé si celebro. Me gustaría que con el abaratamiento y la pluridifusión que implica la red, no tuviera que hallar estos materiales en un Encuentro, a partir de la muerte del autor, aunque el hecho venga bien en noviembre.
 

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