Cien mil millones de poemas, un objeto poético interactivo

 

Poéticas visuales
por María Andrea Giovine


poeticas-35.jpgEl siglo XX y lo que va del XXI han sido testigos de un verdadero estallido de poéticas visuales de todo tipo, las cuales conjugan la palabra y la imagen en sus más diversas modalidades. En las primeras décadas del siglo pasado, con la creación de los llamados poemas-objeto con materiales propios de las artes plásticas (como madera, vidrio, tela, metal), los poetas surrealistas exploraron las posibilidades de dotar de cuerpo al poema, de convertirlo en un objeto tridimensional que ocupara un lugar en el espacio y, con ello, modificaron nuestra concepción de la poesía y pusieron sobre la mesa un diálogo imprescindible en relación con los vínculos y los límites entre las artes plásticas y la literatura.

Admirador de la estética surrealista, el escritor francés Raymond Queneau, junto con el matemático François le Lionnais, creó una corriente literaria denominada Oulipo, nombre corto de Ouvroir de Littérature Potentielle (Taller de Literatura Potencial). Una de las obras más representativas de esta corriente es el libro-objeto Cent mille milliards de poèmes (Cien mil millones de poemas), publicado en 1961, un ejemplo sorprendente de literatura combinatoria. El libro está compuesto por diez hojas. En cada hoja se puede leer un soneto regular (dos cuartetos seguidos por dos tercetos). Cada uno de los versos está cortado por separado, de tal suerte que el libro luce como una serie de tiras o bandas de papel. Así pues, el lector puede manipular las tiras como si fueran páginas y elegir para cada verso una de las diez versiones propuestas por Queneau. Las diez versiones tienen el mismo número de sílabas y la misma rima, lo cual garantiza la regularidad de todos los sonetos. Al haber 10 opciones por cada una de las 14 elecciones, se pueden crear exactamente 1014 sonetos distintos.

En el prólogo, Queneau mencionaba lo siguiente: “Esta obra permite crear a voluntad cien mil millones de poemas, todos regulares, por supuesto. Se trata de una máquina de fabricar poemas, pero en número limitado; si bien es cierto que ese número, a pesar de ser limitado, permite leer durante aproximadamente doscientos millones de años (si se leyera las 24 horas del día).”

Los poemas-objeto son objetos poéticos tridimensionales hechos para ser observados. El libro de Queneau es un artefacto poético para ser utilizado por el lector. Su carácter de objeto hace que el usuario establezca una relación gestual con el libro, el cual exige una participación que va más allá del simple hecho de sostenerlo entre las manos. Para leerlo debe tocarlo, moverlo y, sobre todo, tomar decisiones. Si bien el lector puede optar por una lectura lineal y leer los diez sonetos, uno después del otro, sin manipular los versos; una vez terminadas estas alternativas, el lector necesariamente deberá interactuar con el texto. En esta interacción se concretan las posibilidades que programó Queneau. Cada lector tendrá una experiencia distinta del texto, dependiendo de las decisiones que haya tomado, decisiones que no dejan de estar permeadas por ese elemento de configuración artística del cual tantos han quedado prendados y que nos recuerda de inmediato a Mallarmé: el azar. Literatura potencial, lecturas potenciales, sentidos potenciales, experiencias estéticas potenciales…

¿Cómo interactúa un lector con un texto de esta naturaleza? ¿Qué nos dice un proyecto literario de este tipo sobre la poesía y sobre el acto mismo de leer? El lector establece una relación lúdica con el libro, juega con él, se apropia de los sentidos que él mismo va creando al elegir los distintos rumbos que va tomando su lectura. Y este descubrimiento no está desprovisto de sorpresas, de revelaciones. Así, el lector transita por esta obra como si recorriera un camino con constantes bifurcaciones. El rumbo que tomará la lectura ya no depende del autor, sino del lector mismo y del azar que determine sus elecciones.

Al agregar a la literatura elementos pertenecientes a las artes visuales, en este caso la tridimensionalidad, se dificulta aún más la ya de por sí difícil tarea de contar o parafrasear un poema sin perder el poema mismo. La relación con una obra como la de Queneau es una vivencia única, irrepetible y personal que se da tanto en lo que dice el poema (o los millones de poemas posibles) como en el acto de crearlos al tocar y manipular el libro-objeto. El autor se convierte en un “mediador” de la experiencia estética, pero es el lector quien termina por configurarla. 

Esta obra puede entenderse también como antecesora de la lectura hipertextual. En 1997, se creó y se puso en línea la primera versión digital de Cent mille milliards de poèmes. Existen varias interfaces en las cuales podemos interactuar con el poema, por ejemplo, en la versión de Magnus Bodin, de 1997 (http://x42.com/active/queneau.html), leemos uno de los sonetos posibles y, después, al dar “click” en la pestaña “new poem”, el soneto cambia a otra de sus posibilidades. En http://www.growndodo.com/wordplay/oulipo/10%5E14sonnets.html podemos encontrar otra alternativa. En esta versión, vemos en pantalla el primero de los sonetos de Queneau. Después, el lector puede mover el cursor y ubicarlo en cualquiera de los versos que decida modificar. El verso en cuestión cambia y, en el momento en que el lector retira el cursor del verso, el movimiento se detiene. El lector ha decidido una lectura. Todos los versos son susceptibles de ser cambiados mediante este método.

El proyecto literario de Queneau dotó de cuerpo a su poema y le confirió una innegable materialidad. Las versiones digitales de esta obra no permiten conservar su carácter tridimensional, pero mantienen la interacción lúdica entre el lector y el texto, evidentemente, en un tenor distinto al de la relación gestual que se establece con el libro-objeto. La materialidad del texto no es la misma, pero se conserva la visualidad, una nueva visualidad facilitada por las múltiples posibilidades de diseño con las que se cuenta en una interfaz. Las poéticas visuales contemporáneas, de las cuales la poesía digital es una de muchas modalidades, en ocasiones retoman obras realizadas en momentos anteriores y nos ofrecen una relectura posmoderna. ¿Qué pensaría Queneau si pudiera ver su obra en versión digital? Seguramente, lamentaría que su poema ya no fuera un objeto con cuerpo en el espacio, pero sin duda alguna se sentiría muy satisfecho al saber que Cent mille milliards de poèmes sigue potenciando múltiples lecturas, múltiples interacciones y múltiples experiencias estéticas.