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portada-raiz.jpgLa raíz eléctrica
Daniel González Dueñas
(Presentación de Félix Pita Rodríguez),
Práctica Mortal
México, 2006.




Por Teodosio García Ruíz

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Daniel González Dueñas (México, 1958), es un poeta verdadero si lo ubicamos dentro de la lógica matemática  de Ven- Euler;  tan cierto que en este breve volumen La raíz eléctrica nos recuerda la raíz cuadrada, más por la imagen que sugieren los vocablos que por el algoritmo de las operaciones.

Es un libro dividido en cinco secciones: Fuego, la tierra, el aire, el agua, y la raíz eléctrica; componentes elementales de la alquimia, de la transición de un estado físico de la materia a otro; transición activada por alguna energía misteriosa.

La  lectura que este libro plantea al lector es sencilla y sorprendente a la vez: poemas breves, de una sola línea, una sola imagen no innovadora, sí creativa; no discursiva, sí retórica en su función sugerente. El lector entra en la lógica del libro y se acostumbra al poema breve, a la misión encomendada a la escritura susceptible de releerse y de disfrutarse, como píldora placentera, que surge de una materia ontogénica.

La sustancia poética con la que trabaja Daniel González Dueñas es en alto porcentaje erótica, ya que puede verificarse en las constantes alusiones a nombres de mujeres cercanas a su autoestima, en las dedicatorias a los poemas, e incluso en el título del libro que después de la lectura, puede entenderse como la pelambrera del deseo al amparo del relámpago. También puede inferirse, aunque nunca lo menciona, el uso de imágenes sintéticas cargadas no de electricidad, sí de magnetismo.

Por la brevedad de los textos el lector se acostumbra y agradece la sencillez del libro, la poesía intensa, la florida y evidente intensión de decir e ilustrar mucho en pocas palabras; usarlas de tal modo que en un procedimiento cognitivo y sensorial se relean los poemas que nos relampaguearon, dejándonos asombrados o perplejos.

Hay en La raíz eléctrica un libro lleno de árboles, de pájaros como en la sonora poesía argentina.

También se aprecia un aprendizaje o práctica por el aforismo, la sentencia poética o el fragmento luminoso del grafiti; situación que hacen de esta obra un libro emblemático en la poesía mexicana y que nos recuerda la cercanía de Daniel González dueñas con Roberto Juarroz y  Antonio Porchia. En este sentido se desconcierta el lector al final del volumen, ya que el poeta en un metalenguaje desabrido, coloca un buen poema largo y convencional, que lo deja en evidencia y en situación desfavorable porque rompe con el ritmo de lectura instaurado en los poemarios precedentes, y al final, después del concierto sostenido se echa una cumbia.

La raíz eléctrica es, salvo nimias observaciones, un extraordinario material de lectura en el que el oficio poético evade con rigor el discurso convencional de los poetas mexicanos actuales, y consigue, en la reiterada brevedad de sus versos, ser dos veces buen producto de la imaginación, como lo sentenciaba alguna conseja latina que siempre estaba en boca de Augusto Monterroso.



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