Anoche soñé que había vuelto a Manderley...
Y yo le dije a la voz de doblaje de Joan Fontaine que era una perra, una perra mentirosa. Entonces, como todos los que sueñan, me sentí de repente dotada de una fuerza sobrenatural... La voz, tan cursi y comprensiva, del doblaje de Joan Fontaine soñaba sueños extraños. Aquel pobre hilillo blanco que un día fue nuestro camino avanzaba más y más... Y yo le dije a la voz de doblaje de Joan Fontaine que era una perra, una perra mentirosa. Digo carne y la boca se me llena de carne. La boca caníbal se me llena de la fibra, el amasijo, la pasta de un filete barato. Carne. Arrastrando la erre. Alargando la a. Caaaaaaarrrrrne. La punta de mi lengua es el cuchillo que corta el nervio. No me importan la esencia o el perfume. La esencia. Sino esta carne que me obliga a escribir feo, feo y feo, feo de lo feo, y a saber que con la fealdad también se puede tejer volutas metafóricas. Flor de cerezo. En el pecho, alrededor de la areola, mi lunar degenera, crece, muta en un pequeño monstruo, oscura orquídea, tinta derramada sobre el mantel de lino, años de la mala suerte, pequeña y oscura, líquida mancha sanguinolenta. Flesh. Ni políglota ni anglófila, pero flesh es la palabra que prefiero para nombrar a la carne. Porque es blanda y es sensual y salpica al ser pronunciada con un poco de entusiasmo. Ola del mar. Flesh. Carne del labio. Húmeda carne que no se hace pasta en el hueco del gañote. Anuncio de chicle de menta. Sin azúcar. Siempre nos quedará Manderley y París y las góndolas y los lucernarios de las mejores pinacotecas del mundo. Y las almas de los santos como manchas blancas sobre sus cabezas muertas.
(De Perra mentirosa)
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