Marilyn Monroe o el poder de la rosa falsa

Cine y poesía
Por Ángel Miquel
 

marilyn-monroe.jpg“Amo a la poesía y a los poetas”, escribió Marilyn Monroe al responder a un cuestionario hecho por un fan-magazine a principios de los años sesenta. Y en apoyo a esa declaración existen fotos en las que la actriz realiza un extraño número de baile con Carl Sandburg, hay noticia de un chispeante encuentro con Dylan Thomas y se conoce su larga amistad con Norman Rosten. Se sabe también que en su biblioteca había libros de Milton, Shakespeare, Heine y Whitman, además de un montón de novelas contemporáneas, incluidas Ulises de Joyce, La caída de Camus y En el camino de Kerouac. Sin querer convertirse en una intelectual, es claro que al menos a partir de su salida de Hollywood y su mudanza a Nueva York a mediados de los años cincuenta, Marilyn Monroe se interesó por la literatura como una de las formas de cultivar su mundo interno, que incluyeron la decisión de psicoanalizarse y la de refinar sus conocimientos de interpretación en el Actor´s Studio de Lee Strasberg. Y esa mujer que buscaba medios para comprenderse y expresarse cada vez mejor ensayó también entonces la escritura de poemas como éste...


Marilyn Monroe o el poder de la rosa falsa

Cine y poesía
Por Ángel Miquel
 

 

marilyn-monroe.jpg“Amo a la poesía y a los poetas”, escribió Marilyn Monroe al responder a un cuestionario hecho por un fan-magazine a principios de los años sesenta. Y en apoyo a esa declaración existen fotos en las que la actriz realiza un extraño número de baile con Carl Sandburg, hay noticia de un chispeante encuentro con Dylan Thomas y se conoce su larga amistad con Norman Rosten. Se sabe también que en su biblioteca había libros de Milton, Shakespeare, Heine y Whitman, además de un montón de novelas contemporáneas, incluidas Ulises de Joyce, La caída de Camus y En el camino de Kerouac. Sin querer convertirse en una intelectual, es claro que al menos a partir de su salida de Hollywood y su mudanza a Nueva York a mediados de los años cincuenta, Marilyn Monroe se interesó por la literatura como una de las formas de cultivar su mundo interno, que incluyeron la decisión de psicoanalizarse y la de refinar sus conocimientos de interpretación en el Actor´s Studio de Lee Strasberg. Y esa mujer que buscaba medios para comprenderse y expresarse cada vez mejor ensayó también entonces la escritura de poemas como éste:
Creo que siempre he tenido
un profundo miedo de ser
la esposa de alguien
porque la vida me ha enseñado
que no es posible amar
nunca, realmente.1

Pero no sólo por esto Marilyn Monroe ha sido, de todas las estrellas de cine, la que ha rozado más de cerca un destino literario. También estuvo casada durante cuatro años con el dramaturgo Arthur Miller y fue amiga de Carson McCullers, Truman Capote y otros escritores norteamericanos. Después de interesarse en conocerla personalmente, Edith Sitwell la comparó con un espíritu de la naturaleza y Karen Blixen con un cachorro de león. Norman Mailer le dedicó, de manera póstuma, dos largos ensayos. Sobre todo, se cuentan por decenas los poemas inspirados por ella. En inglés destacan los de los norteamericanos Delmore Schartz, Love and Marilyn Monroe, y Sharon Olds, The death of Marilyn Monroe, y del británico Alan Jenkins, Marilyn and you; en castellano los de los españoles Leopoldo María Panero, Marilyn Monroe´s negative, y Rafael Guillén, Poema para la voz de Marilyn Monroe; del argentino Luis Alberto Ambroggio, Marilyn Monroe; del nicaragüense Ernesto Cardenal, Oración por Marilyn Monroe; del chileno Alfonso Alcalde, Marilyn Monroe que estás en los cielos; del guatemalteco Alfredo Cardona Peña, Marilyn Monroe; y de los mexicanos Horacio Salazar Ortiz, Canción tardía para Marilyn Monroe, y Enriqueta Ochoa, Alguien debe llevarte al centro de todas las galaxias. Entre las canciones populares inspiradas por la actriz pueden recordarse Who killed Norma Jeane?, con letra de Norman Rosten y música de Pete Seeger, y Norma Jeane, con letra de Bernie Taupin y música de Elton John.

Uno de los motivos recurrentes en esa vasta producción es la de la muerte de la estrella. Esto resulta comprensible, pues uno de los géneros poéticos en que se reflexiona sobre lo efímero de la belleza y la fugacidad de la juventud, centrado en las flores y en particular en las rosas, fue desde muy pronto adaptado para dar cuenta de la emociones producidas por las actrices de cine que morían jóvenes. Así, antes de que aparecieran versos dedicados a la desaparición física de Marilyn Monroe hubo elegías a Barbara LaMarr, Jean Harlow, Jane Mansfield y, en México, Blanca Estela Pavón. Sin embargo, además de hacerse en ellos el acostumbrado lamento por el inevitable paso del tiempo o la llegada sorpresiva de la muerte, esos poemas incorporaron con frecuencia una novedosa crítica –similar a la hecha por Andy Warhol al comercialismo de Hollywood en sus conocidas serigrafías con rostros de estrellas– en la que se responsabilizaba a la industria del cine por la edificación de una belleza de consumo colectivo a costa de la felicidad y de la vida misma de las mujeres involucradas. Se hacía así una especie de segunda lamentación por el destino de esas actrices que al parecer encarnaban la pureza de las rosas, pero que en realidad vivían atrapadas por la enfermedad, la depresión, el alcohol y los somníferos. Sus seductoras imágenes resultaban a fin de cuentas engañosas, falsas, de utilería.

Hay dos constantes en los poemas elegíacos dedicados a Marilyn Monroe. Una es el juego con la diferencia entre su nombre “auténtico” y el “artístico” para aludir a una escisión entre la inocente persona y el personaje público corrompido por la industria cinematográfica. Escribe, por ejemplo Enriqueta Ochoa: “Querida Norma Jean:/ ovillada en el horror, desprotegida,/ no debiste despertar en la memoria de Marilyn/ con tu orfandad mordiendo el centro de la soledad”. Y Ernesto Cardenal: “Señor:/ recibe a esta muchacha conocida en toda la tierra con el nombre de Marilyn Monroe/ aunque ése no era su verdadero nombre/ (pero tú sabes su verdadero nombre (...)/ y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje/ sin su agente de prensa/ (...) sola como un astronauta frente a la noche espacial.” La segunda constante se refiere al fuerte acento físico de su evocación, mucho más definido que en los casos de las otras actrices vivas o muertas celebradas por los poetas. Horacio Salazar Ortiz la recordó “desnuda de brillantes oropeles” en la foto de calendario colgada de un muro en una cantina de su pueblo; Alfredo Cardona Peña la imaginó filmando en el espacio, “ya celeste su cuerpo que tenía dos columnas y un bosque”; Rafael Guillén la recreó a través de una grabación con su “tibia y sinuosa voz de leche/ (…) que trasmina (…) / un tierno olor sedoso/ que se propaga en ondas...” Pero probablemente la evocación poética más sobrecogedora del cuerpo de Marilyn Monroe haya sido hecha por una mujer, Sharon Olds, en estos versos:
Los paramédicos tocaron su frío
cuerpo, lo llevaron, pesado como el hierro,
a la camilla, intentaron cerrarle
la boca, le cerraron los ojos, ataron
los brazos a los costados, acomodaron un mechón
atrapado de pelo, como si tuviera importancia,
vieron la forma de sus pechos, aplanados
por la gravedad, bajo la sábana,
la condujeron, como si eso fuera ella,
escalones abajo.2

En el ensayo The American Poet at the Movies, Laurence Goldstein comenta que los personajes de este poema cumplen de forma paradójica la fantasía del público de cine de ver, acercarse y sostener en los brazos el anhelado cuerpo de una estrella. Y aunque lo que resta de Marilyn Monroe en esa recreación es un fardo flácido vencido por la gravedad, algo muy poderoso permanece en él, pues en los siguientes versos se nos cuenta que los paramédicos, hombres recios acostumbrados a situaciones límite y al trato con heridos y cadáveres, dejan a partir de ese momento de ser los mismos y sus vidas se abren hacia misteriosos futuros como si hubieran estado en contacto, fugazmente, con una divinidad.

La abundante escritura de poemas dedicados a la muerte de Marilyn Monroe seguramente fue un fenómeno generacional que tendrá sólo ecos aislados en el futuro. Pero aún así es innegable que está viva la necesidad de apropiarse de su imagen para recordarla, parodiarla y celebrarla, como muestra un recorrido por los videos recientes bajo su nombre en youtube y los usos de algunas de sus características físicas (el lunar en el rostro, por ejemplo) por Madonna y otras artistas pop. Parece claro entonces que la imagen de Marilyn Monroe conserva intacto el poder de tocar a quien se acerca a ella, incluso si es considerada como una rosa falsa.
 

1. "I guess I have always been/ deeply terrified to really be someones/ wife/ since I know from life/ one cannot love another,/ ever, really.” Esta obra está incluida, junto con otros textos de la actriz, en Marilyn Monroe, Fragmentos. Poemas, notas personales, cartas, Seix Barral, Barcelona, 2010.

2. "The ambulance men touched her cold/ body, lifted it, heavy as iron,/ onto the stretcher, tried to close the/ mouth, closed the eyes, tied the/ arms to the sides, moved a caught/ strand of hair, as if it mattered,/ saw the shape of her breasts, flattened by/ gravity, under the sheet,/ carried her, as if it were she,/ down the steps.” Del libro The Dead and the Living, Alfred A. Knopf, Nueva York, 1983.