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Daniel Bencomo
(San Luis Potosí, 1980)



Interior D

(concha tu padre)

 

Ruido de refrigerador. ruido de ignición. ruido de crustáceos que

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cambian de casa. vaya historia la del Nautilus. historia

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natural por supuesto, guiño del agua y el origen del agua.

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ruido de viejo. de antenas murmurando su alambique venéreo.

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animales sin ruido, hurgando en las pantallas el calibre del terror.

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bestiario de mudos almena de cítaras taxonomía de cimitarras

 

ruido de miedo, ruido en terapia.

 

de la decadencia, cuál es el rumor. el mismo de los pies de tertuliano

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ante roma. y no hablo de otoños.

 

 

arquitectura de sales y de huesos y de espuma de azares.

 

tanta potencia y no poder mudar el tiempo.

 

 una concha,

 

un ruido de concha de tu padre Posidón.

 

el ruido del ruido en el eco del ruido. el ruido de fondo. el ruido en off.

 

 

Derruido. Abiertas a la ósmosis, corrientes alternas

 

de voz sin pensamiento, de pensamiento sin casa, sin yeguas sacrificiales

 

en el Hoffman’s Day.

 

 

Un mirlo abre el algibe de tu mente, borra la caligrafía o laberinto, caracoles.


 
 


Bares del peloponeso

 

para A.O.

 

 

Entre el sepia ruido de automóvil, un odio camina a su extinción.
Abre sus puertas la brevedad.
Caligrafía derrite la nieve de los sueños.
La pesadez del elefante al moverse, remite a una autopista donde se besan
guijarros.
Paquidermis: pedaleo por los defectos del invierno. Piensa la finitud,
por ejemplo, la incapacidad de someter a las garzas:
afinan con hielo sus pulsos en el aire.

No amalgama una píldora el todo, no barrunta palabras
o canciones, como aquella.
Tantos locos acicalan su laguna mental,
hogar perfecto, dejan ahí un barca a su suerte. Arde un roedor en el pasado,
¿para qué? traerá escafandras, pan de naufragio.
Dionisos regenteaba estos meses en Delfos. Bares abiertos en el Peloponeso,
gafas para percibir un ademán: matar al individuo, coma en boomerang, traer
al individuo nueva cuenta, sin mascarilla antigás.

La caligrafía se traza en alba nieve, en el desdoble las huellas se derriten,
las garzas comen las palabras
que Vd. va tirando al aire. La precisión del bisturí pide
poco al afilado invierno. Pida su ticket
en la casilla del calendario.
No emigre, puede colapsar su tregua química.

 
 



Lama

para Claudia

 

Al interior de la garza todo ocurre:
el amor, el frontón químico del mundo, el hueco de baba de sabe qué dios.
Firme, llena de cápsulas, anquilosada o abierta, el ave
es el sinónimo del miasma. Firme ahí, sus ojos fijan el cielo,
el barro de quien mira deshidratan. Una pausa de lo Real es esta garza.
El instante tiene lama en el instante.

Duda de
esto:
saca el rifle, apunta al mar entre ceja y ceja.

 


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