"En un espacio democrático no hay inversión más justificada que la inversión en cultura."


Entrevista con Luis García Montero

Por Ana Franco Ortuño


montero-1.jpgLuis, no quiero insistir mucho en al asunto de la cercanía de tus poemas porque es algo que se dice todo el tiempo. Ya sabemos cuáles son tus intenciones con lenguaje, así que te voy a hablar de mis impresiones como lectora. Algo en el Quijote… esta posibilidad de que el papel sea la realidad, me parece muy quijotesca:

Yo creo que El Quijote representa la intención de las ficciones modernas en un momento muy especial, porque Cervantes quiso establecer una frontera entre las supersticiones del conocimiento medieval y la ficción, como símbolo de la modernidad, te concreto, la Edad Media es una sociedad muy supersticiosa porque confunde la realidad con las creencias, por ejemplo, el fiel escribiente que va a misa, en la eucaristía no ve que hay una representación, piensa que está aconteciendo una cosa verdadera que es la transformación del pan y el vino en la sangre y el cuerpo de Jesucristo; y esa mezcla entre la realidad y las creencias es lo que define la superstición y el milagro de la edad media. Hoy asistimos a una representación teatral y sabemos que lo que está ocurriendo en escena no está sucediendo en realidad sino que es una ficción... 

"En un espacio democrático no hay inversión más justificada que la inversión en cultura."


Entrevista con Luis García Montero

Por Ana Franco Ortuño


montero-1.jpgLuis, no quiero insistir mucho en al asunto de la cercanía de tus poemas porque es algo que se dice todo el tiempo. Ya sabemos cuáles son tus intenciones con lenguaje, así que te voy a hablar de mis impresiones como lectora. Algo en el Quijote… esta posibilidad de que el papel sea la realidad, me parece muy quijotesca:

Yo creo que El Quijote representa la intención de las ficciones modernas en un momento muy especial, porque Cervantes quiso establecer una frontera entre las supersticiones del conocimiento medieval y la ficción, como símbolo de la modernidad; te concreto, la Edad Media es una sociedad muy supersticiosa porque confunde la realidad con las creencias, por ejemplo, el fiel escribiente que va a misa, en la eucaristía no ve que hay una representación, piensa que está aconteciendo una cosa verdadera que es la transformación del pan y el vino en la sangre y el cuerpo de Jesucristo, y esa mezcla entre la realidad y las creencias es lo que define la superstición y el milagro de la edad media. Hoy asistimos a una representación teatral y sabemos que lo que está ocurriendo en escena no está sucediendo en realidad sino que es una ficción. Los fieles, como muy bien advirtió Bertold Brecht cuando empezó a analizar la historia del teatro, no distinguen entre realidad y ficción porque creen que lo que se cuenta está sucediendo en verdad; yo creo que el primero que reflexionó de verdad sobre el mundo moderno, y sobre el sentido de la ficción en el mundo moderno, fue Cervantes, hasta el punto de que Cervantes no creó, como suele pensarse, un héroe romántico que se estrella contra la realidad porque sus ideas son puras y la realidad impura, no, Cervantes se reía de un loco. El Quijote era un loco que en el siglo xvi, es decir, en la modernidad, se empeñaba en vivir con una moral que era propia de la Edad Media, la de los caballeros andantes.

El Quijote representa a un ser humano que vive con una moral que no se forma en su propia experiencia, que no se forma con sus hábitos de vida, sino que se forma con códigos del pasado, como son los códigos de la caballería andante; y ahí Cervantes hace la locura.

Te digo todo esto porque a mí me parece que todas las historias del Quijote son la gran elaboración de la ficción moderna, es decir, los cimientos de la modernidad se basan en la ficción, en la representación. La política es un ejercicio de representación, los ciudadanos son representados en un parlamento; el teatro es un ejercicio de representación, en la escena no sucede la verdad sino que se representa una historia y en el escenario confluye la mirada de los ciudadanos; y a la hora de escribir, si te acuerdas de las bodas de Camacho, frente a un sacerdote que al ver la resurrección del novio hace un acto de que se suicida, de pronto, cuando se sale con la suya se pone a dar saltos, y toda la gente dice “milagro, milagro”; y Cervantes dice “no, ficción, ficción”.  La ficción significa tomar conciencia de que una cosa es la vida y otra cosa es la representación de la vida; una cosa son mis intereses y otra cosa la representación de mis intereses, y eso es en lo que se basa la modernidad.

Cuando yo escribo quiero hablar de mi vida, de lo que veo, pero sé que una cosa es la vida y otra cosa es cómo se cuenta la vida. Creo que el género poético es un género de ficción, que tiene que usar los recursos de la ficción, porque si yo me dedicara simplemente a copiar la realidad sería un historiador, un notario, no sería un artista, y la poesía es arte, y el arte es artificio. Cuando yo hablo incluso de mí mismo, en el poema dejo de ser un yo biográfico para convertirme en un personaje literario. ¿Por qué me parece eso importante? Porque si yo fuese un yo biográfico, al hablar de mi amor, el poema sólo sería el yo de mi amor, y no dejaría hueco ninguno para que pudiese habitar el lector en el poema. Entonces, al convertirme en personaje literario estoy consiguiendo que mi amor ya no sea mi amor biográfico, sino que sea el amor de cualquier lector que necesite identificarse con la poesía amorosa. Todo eso es el recurso de la ficción.

La ficción sirve para iluminar la realidad. Del mismo modo, cuando nos está pasando algo -estamos muy calientes, y decimos barbaridades que no sentimos, o miramos con los ojos cerrados sin darnos cuenta de la realidad- tenemos que distanciarnos de nosotros mismos para descubrir en realidad lo que nos pasa; quién no ha pedido perdón a un amigo para decirle “oye, lo que te dije ayer no lo sentía, es que estaba enfadado”; entonces, tienes que distanciarte de ti mismo para descubrir realmente lo que sientes. El ejercicio de la literatura es muy parecido, y ese distanciamiento de ti mismo para hacerte dueño de ti, para saber lo que opinas, para saber lo que sientes, es la distancia que hay entre una realidad y una ficción, entre un yo biográfico y un personaje literario.

Si te das cuenta, además, vivimos en el mundo en que se está volviendo, al final del siglo XX y al principio del XXI, al territorio de la Edad Media, de la superstición, en el sentido de que existen poderosísimos medios de control que nos hacen confundir realidades virtuales con la realidad. Más que nunca se está volviendo a operar dentro códigos de superstición, se nos vende, a mí me parece, una gran metáfora del la superstición. En este regreso, la enfermedad de la anorexia, por ejemplo: las chicas que se miran en el espejo, se ven gordas y en realidad parecen víctimas de un campo de concentración, no comen, y se mueren por no comer; ellas no tienen una relación directa con la realidad, están mediatizadas, por medio se ha metido una realidad virtual, un paradigma de belleza que no tiene nada que ver con la relación directa de su cuerpo. Por eso a mí me gusta reivindicar la ficción frente a la superstición y frente a la realidad virtual, y cuando hablo de la realidad, que es lo que a mí me interesa, nunca se me olvida que tengo que utilizar la ficción para crear una realidad estética, una sensación de verosimilitud, pero no me confundo con el notario que levanta acta de la realidad.

Me he enrollado mucho en esta respuesta pero es que me interesa lo que me estás preguntando desde el punto de vista de Cervantes, porque me considero un autor muy cervantino, y en algunos de mis libros he publicado poemas sobre Cervantes precisamente por eso, porque me parece que la invención del arte es la ruptura con las supersticiones; desde el momento en que se dice “¡Milagro, milagro!”, Cervantes dice “no, ¡industria!”. Recuerdas ese maravilloso prólogo del Quijote, donde se presenta él con el codo en la mesa, con el lápiz en la oreja, diciendo “Qué escribo yo, qué escribo yo”. Sitúa desde el principio al lector en el taller, en la mesa de trabajo, en el tejido, y no cree en nada de arrebatos que le vengan de los dioses o de cualquier otro sitio.

Y en este sentido, Luis, ¿cuál es tu cocina? Veo la palabra, te importan las palabras, y no les tienes miedo; hay muchos tabús y muchos estigmas sobre si una palabra es o no, poética, o si está muy “manoseada”, esto a ti te da igual:

Me da igual. Yo tengo mucho respeto a la palabra precisamente porque es al ámbito de la ficción literaria, como no confundo directamente la vida con la literatura sino que creo que hay que construir vida en la literatura, yo sé que ésta se construye a través de las palabras. En mi formación juvenil hubo mucha influencia de Federico García Lorca, hice mi tesis doctoral de Alberti, libros que a mí me han marcado mucho son Poeta en Nueva York, Sobre los ángeles, entre otros muchos, tuve una formación vanguardista muy apasionada, y el gusto por la palabra y la investigación de la palabra me viene de ahí, y cuando quiero hacer una poesía verosímil, de meditación, de ejercicio de conocimiento, de tono narrativo, siempre me acuerdo de las enseñanzas de la vanguardia para utilizar metáforas que tensen la palabra, que le den intensidad sentimental a la narración.

Creo que una de las vigilancias que debe tener el poeta, y ahí está su respeto a la palabra, es una vigilancia sobre lo preconcebidamente poético, porque en el imaginario de lo que debe ser lo poético entra la cursilería, el sentimentalismo fácil, la belleza a priori, muchas veces hay palabras que parecen preconcebidamente poéticas y a uno le molesta, como te puede molestar si estás viviendo en Granada, y todo el mundo dice “qué bonita la Alhambra”; sí, la Alhambra es muy bonita, pero la poesía que yo quiero escribir no quiere ser solamente sonetos sobre la Alhambra, quiero hablar sobre la ciudad, sobre las calles, sobre la vida de hoy, sobre lo que pasa a la gente que coge un autobús en una plaza que no es turística. Yo, frente a lo preconcebidamente poético siempre estoy muy vigilante. Es muy poco original, se dedica uno a repetir lo que ha establecido una tradición muy convencional, y frente a eso, me gusta buscar la poesía en la realidad, y no creo que haya palabras o situaciones que sean antipoéticas o que no deban ser utilizadas por los poetas. Hay que elaborarlas, que convertirlas en poema, pero me parece que tan poético es un poema sobre un paisaje que sobre un suburbio.

montero-3.jpgTambién eres un poeta del espacio habitado, cotidiano, pero en movimiento, en el viaje, ¿puede ser?

Puede ser, y si me interesan los viajes es precisamente por la sensación de extrañeza que me ayuda a comprender lo cotidiano del lugar al que voy, es decir, a mí me gusta mucho dialogar con mi ciudad, con el lugar del que soy, porque está en completo movimiento; y uno descubre que no hay que irse muy lejos sino todo lo contrario, en el lugar del que uno es, es donde se advierte más el movimiento; si yo paseo por mi ciudad, por la que fui niño, Granada, o por la que vivo, Madrid, en seguida me doy cuenta de que la librería donde compré el primer libro está cerrada, que la pastelería donde mi abuelo me invitaba a merendar se cerró, y ahora hay unos grandes almacenes, que las alamedas del río donde yo jugaba con mis amigos ya no son alamedas libres sino que han construido unas grandes urbanizaciones, y ya no son alamedas sino urbanizaciones modernas; entonces, esa es la ciudad de uno mismo, donde uno toma conciencia que todo está en movimiento.

Cuando viajas uno se convierte en viajero, y uno descubre las convenciones sobre la realidad. Vivimos un mundo que genera mucho la caricatura, a mí me interesan muy poco las identidades estables porque siempre son mentirosas; si vienes a Andalucía, hay un estereotipo de lo que es lo andaluz, si vas a España, hay un estereotipo de lo que es España, si vas a México, de lo mexicano, y entonces, del mismo modo que descubres la fragilidad de las identidades en tu propia ciudad, cuando vas a una ciudad ajena. Tú te crees que sabes qué es lo mexicano porque tienes una mirada costumbrista sobre ello, y de pronto, en sentido inverso, se convierte, y hace el mismo mecanismo que en tu propia ciudad; y el viaje, a lo que te invita, es a romper la rutina, lo superficial, la convención, y ves que esto es mucho más complejo de lo que pensabas; hay muchos modos de ser lo mexicano, de ser hombre, de ser mujer, de vivir en una ciudad o en otra, de modo que lo que a mí me gusta es utilizar la mirada, quitar el extranjero en su propia patria que intenta romper la costra de lo convencional.

En ese sentido, en mis poemas, como has percibido, hay un ámbito de lo cotidiano, porque la propia casa para mí es como el ámbito de la soledad donde se escenifica el ejercicio de la propia conciencia, del propio conocimiento, de la soledad del que quiere conocerse; al mismo tiempo aparece mucho la habitación del hotel, porque la habitación del hotel representa, quizá extremada, ese ámbito de la independencia del que tiene la experiencia de extrañamiento. En el fondo, lo que acabo concluyendo casi siempre, ya sea en el costumbrismo que representa el viaje o en la realidad cotidiana de tu vida, es que debajo de las personas normales, debajo de lo normal y lo establecido, hay mucha rareza, mucha rebeldía, mucho individualismo, mucho matiz, y el poeta debe buscar los matices.

Y en una mesa con tres personajes: Juan Manuel Roca, Joaquín Sabina y Pablo Neruda, ¿qué les dice Luis García Montero, qué te dicen ellos?


Bueno, creo que a los tres nos gusta mucho Neruda, nos parece un poeta importante, quizá yo sea el más nerudiano de los tres. Neruda para mí es uno de los grandes poetas del siglo xx, porque su evolución representa la evolución de la poesía del siglo: porque pasa del tardomodernismo, que hace maravillosamente en los Veinte poemas de amor, a la poesía de conciencia desgarrada, irracional, de Residencia en la Tierra, después a toda la penetración en lo poético de lo cotidiano que hay en las odas. Me parece también que representa una reflexión poética de alguien que apostó por sus sueños y que cuando se dio cuenta que sus sueños se estaban degradando, se apartó, como se apartó éticamente Neruda del estalinismo, algo que no hicieron otros poetas comunistas amigos suyos. Me parece que hay fuerza de palabra y fuerza de mirada; que tiene un mundo propio y que es uno de los grandes.

Juan Manuel Roca es uno de los grandes poetas contemporáneos, logra su trayectoria en el diálogo con la tradición de la poesía colombiana, con el humor, con la ironía, pero al mismo tiempo con la mirada crítica de la realidad. Esa mezcla de lirismo y de ironía, esa manera de conocer las tradiciones y al mismo tiempo, de buscar la originalidad, han dado una voz muy personal, y además, no sólo hay que recordar sus primeros libros, ya con la edad, sus dos libros últimos me parecen absolutamente vivos; Biblia de pobres y Temporada de estatuas son dos libros que están en la cima y mantienen la juventud.

Y Joaquín Sabina, bueno pues es un hermano de los que dan la vida, con el que tengo una relación muy estrecha, nos hemos emborrachado muchas veces, hemos pasado cosas muy buenas y cosas muy malas juntos, y es un hermano por el que siento verdadera admiración. Joaquín tiene una formación poética muy seria, muy solida, él escribió al principio poesía, estudió literatura en la Universidad de Granada, se conoce de memoria a César Vallejo, de memoria a Quevedo; y esa calidad poética le ha hecho escribir algunas de las canciones más importantes de la segunda mitad del siglo xx; son mi música sentimental las canciones de Joaquín. Y además, una cosa que me gusta es que sabe distinguir muy bien lo que es un poema de lo que es una canción, que por mucho que un poema quiera llegar al público, el rigor del poema se basa sobre todo en la lectura solitaria, y tiene que haber muchos matices para que esa lectura solitaria consiga todas sus posibilidades; y una canción, por muy de calidad que sea, tiene que servir para ser oída en una plaza o mientras se está bailando, mientras se está tomando una copa. Por eso las canciones de Joaquín tienen mucha calidad pero no se pone a dar “el tostón poético”, sino que puedes bailarlas, puedes cantarlas, y están llenas de vida musical, y eso es un gran respeto por la poesía. Aunque él sepa que una canción suya la pueden corear miles y miles de personas en una plaza de toros, respeta mucho al poema solitario que se lee cuando uno está en una butaca, cuando uno está apartado del mundo, dueño de su propia conciencia y con el libro delante de las manos. Sobre todo es un hermano con el que me he reído, en los momentos más buenos y más malos, siempre he conseguido que Joaquín se ría y me haga reír, y es una salida vital, para mí, el nombre de Joaquín es la vitalidad.

¿Una mujer?

montero-2.jpgBueno, estoy casado con una escritora a la que admiro mucho, me parece que es una de las grandes escritoras actuales. A veces me preguntan, “un poeta viviendo con una narradora, no se siente atosigado”, porque claro, no me puedo quejar de la suerte que he tenido, y mis libros se venden bien, pero comparado con una novela, es muy poca cosa, ¿no? En primer lugar, el horizonte de la oferta no es el horizonte de mi vida, es el horizonte de la calidad literaria; y en segundo lugar, me parece que Almudena tiene mucha calidad literaria. Si tuviera que convivir con un autor de best seller, ya fuera un hombre o una mujer, que me pareciera horroroso, que además se vanagloriaran confundiendo que la calidad literaria es vender muchos ejemplares, para mí sería insoportable; pero aparte del amor que tiene que haber en una pareja, yo admiro mucho a Almudena como escritora, y me parece que ella tiene el respeto que merece gente como Gabriel García Márquez, como Vargas Llosa, como esos novelistas que venden mucho pero que al mismo tiempo tiene un gran respeto por la calidad literaria. Y por supuesto vivimos juntos porque nos llevamos muy bien, no a la hora de hablar sobre literatura, sino a la hora de quién hace la comida, quién lleva al niño al colegio, de cómo nos organizamos en las cosas cotidianas y en la casa.

Un cambio de tema, las políticas culturales y los financiamientos en España que son envidiables; hay premios chiquitos, medianos, grandes, un montón de premios regionales, un montón de publicaciones, a veces cuatro o cinco publicaciones anuales por autor. En México nos cuesta mucho trabajo publicar un libro cada dos años, etc., ¿qué relación encuentras tú entre las inversiones en cultura y la calidad literaria, la calidad de lectura, etcétera?

Yo soy muy partidario de la inversión en educación y en cultura. Hay mucha gente que critica la inversión en cultura y en educación porque parece que los escritores y los intelectuales, cuando reciben subvenciones, tienen que estar sometidos al gobierno, eso a mí me parece una estupidez; lo malo es que los gobiernos inviertan en armas y en ejercito; todo lo que inviertan en educación y en cultura me parece muy bueno, y a partir de ahí, por supuesto defender la independencia del creador. Y que no se crea ningún político que por invertir en creación va a tener sometidos a los intelectuales, a los creadores, su obligación es invertir en educación y en cultura, y la obligación de los intelectuales es sentirse libres y se independientes. Eso por una parte.

Después, creo que a la gente hay que ayudarla en sus principios, y la poesía es un género poco comercial, entonces, que existan premios, que existan inversiones en editoriales, en publicaciones subvencionadas, ayuda a la gente a ponerse en marcha, a darse a conocer, a sentirse acompañados. Decía Eliot que la poesía es un ejercicio solitario, pero que hace falta un número de lectores imprescindible para darte calor y para que funcione el hecho poético; crear estructuras de poesía, recitales, colecciones, donde los poetas puedan hacerse, donde los poetas puedan conocer a otros poetas, me parece fundamental. Ya cuando uno adquiere cierto conocimiento y tiene cierta repercusión, lo normal es publicar en editoriales comerciales.

En España la poesía sigue manteniendo una posibilidad de género literario vivo comercialmente, y eso se debe por una parte, al respeto institucional que se ha tenido por la poesía, y por otra parte, a que se ha hecho un tipo de poesía capaz de llegar a la educación sentimental de los lectores. Los poetas fueron muy importantes en la lucha contra el franquismo, contra la dictadura, fueron muy importantes a la hora de transformar la educación de la España franquista, clerical, represiva, buscando una emancipación sentimental y llevando la libertad a los sentimientos, y eso ha hecho que mucha gente cuando tenga que pensar en el amor, o en el miedo, o en la muerte, acuda a la poesía. Y ha habido poetas como Jaime Gil de Bidema, como Ángel González, como Blas de Otero, que han utilizado de la manera más rigurosa posible el lenguaje de todos. Más que dedicarse a encontrar lenguajes raros, lo que han intentado es personalizar el lenguaje de la gente, y por eso la gente cuando los lee, se siente y se emociona en su educación sentimental. Uno va a la librería y hay una sección de libros de poesía. A mí me gustaría que fuera mayor pero me contento con la que hay. Además hay editoriales comerciales que viven de la poesía, Visor, Hiperión son editoriales dedicadas a la poesía que venden bien; y editoriales grandes como Tusquets, como Pretextos, como Alfaguara, publican también poesía, y le dan a los libros de poesía el mismo trato comercial que a la novela, y eso es herencia. Te hablaba antes de Almudena. Almudena publica una novela y a lo mejor puede vender en dos meses cien mil ejemplares; no se trata de competir ni con los discos que vende Joaquín Sabina, porque cuando se comparan las cifras de un novelista y un cantante, el novelista queda muy pequeño, y cuando se comparan las cifras del poeta y el novelista, el poeta queda muy pequeño; no se trata de olvidar cuál es el espacio de los géneros, se trata de que cada vez haya más lectores.

En el año 94 publiqué Habitaciones separadas, es un libro que tuvo suerte por el que recibí el Premio Nacional, el libro se extendió y hace un par de años, de pronto vi, cuando me llegó la décima reedición del libro, que el editor le había puesto, como si se tratara de una novela, “50 000 ejemplares vendidos”, no es en dos meses, el libro es del 94, hace 16 años, pero que los libros estén vivos, que lleguen a los lectores. Y los poetas debemos huir de editar poemas para que sólo los lean los poetas. Muchas veces se hacen ediciones de 500 ejemplares para dárnoslos en mano. El poeta tiene que llegar al lector porque si no, el género huele a cerrado, se escapa de la vida, se pierde conexión con la realidad. En España han coincidido las dos cosas, por una parte, una tradición de poesía que está muy enraizada en la educación sentimental de los españoles, y por otro lado, un apoyo institucional de premios, de colecciones, que hacen que la gente joven se lo tome enserio, se anime y vaya publicando, hasta llegar después a funcionar comercialmente como un novelista. Eso es fundamental, y desde luego, las críticas a la inversión en educación y cultura me parecen reaccionarias. Lo que me parece muy mal es una sociedad sin libertad, es decir, cuando un gobierno quiere convertir a un poeta en burócrata, y le paga para que después no se meta con el gobierno, o si quiere publicar, tiene que escribir aquello que le conviene al gobierno, entonces entra en totalitarismos de dictadura, donde los intelectuales son burócratas, y tenemos, por desgracia, muchos casos, pero en un espacio democrático no hay inversión más justificada que la inversión en cultura.


 

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