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Periódico de poesía 

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Publicados originalmente en el número 9 de la primera época del Periódico de Poesía, presentamos dos poemas de José Emilio Pacheco, Premio Cervantes 2009.
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No. 37 / Marzo 2011

 
 

Dos poemas
José Emilio Pacheco



 
Caracol
 

                                                                 Homenaje a RLV

 
Tú, como todos, eres lo que ocultas. Debajo
Del palacio tornasolado, flor calcárea del mar
    o ciudadela que en vano
Tratamos de fingir con nuestro arte,
Te escondes indefenso y abandonado.
Artífice o gusano, caracol
    para nosotros tus verdugos.

Ante el océano de las horas alzas
    tu castillo de naipes, tu fortaleza erizada.
Vaso de la tormenta, recinto de un murmullo
    que es nuevo siempre.
Eco de la marea, círculo de las noches,
    tempestad en que la arena se vuelve sangre.

Sin la coraza de lo que hiciste, el palacio real
    nacido de tu genio de constructor,
Eres tan pobre como yo, como cualquiera de nosotros.
Asombra que tú sin fuerzas hayas podido urdir
    una estructura milagrosa insondable.
Nunca terminará de resonar en mí lo que preserva y esconde.

En principio te pareces a los demás: la babosa,
    El caracol de cementerio

Y eres frágil como ellos y como todos. Tu fuerza reside
    en el prodigio de tu concha,
Tu evidente y recóndita manera de estar aquí en el planeta
Por ella te buscamos y te acosamos. Tu cuerpo
    no importa mucho y ya fue devorado.
Ahora queremos autopsiarte en ausencia, hacerte
    un millón de preguntas sin respuesta.

Defendido del mundo en tu interno exterior
    que te revela y te cubre estás
Prisionero de tu mortaja, expuesto como nadie a la rapiña
Durará más que tú, provisional habitante, tu obra
    mejor que el mármol,
Tu moral de la simetría.

A vivir y morir hemos venido. Para eso estamos.
    Pasaremos sin dejar huella.
El caracol es la excepción. Qué milenaria paciencia irguió
    su laberinto irisado,
La torre horizontal en que la savia del tiempo
    pule los laberintos y los transforma en espejos,
Océanos de azogue opaco que se reflejan a sí mismos.
El esplendor de las tinieblas, la lumbre inmóvil,
    la superficie que es su esqueleto y su entraña.

Ya nada puede liberarte: habitas el palacio que secretaste
Eres él, sigues aquí por él. Estás para siempre
    envuelto en tu perpetuo sudario
Donde imprimes la huella de tu cadáver. Pobre de ti,

Abandonado, escarnecido, tan blando
Cuando te arrancan del útero que es también tu cuerpo
    tu rostro, la justificación de tu invisible tormento.
Cómo tiemblas de miedo a la intemperie, expulsado
    de los dominios en que eras rey y te veneraban las olas.

Del habitante nada quedó sobre la playa sombría.
La concha que fue su obra durará un poco más
    y al fin también se hará polvo.
Cuando termine su eco perdurará sólo el mar
    que está muriendo desde el principio del tiempo.

Agua que vuelve al agua, arena en la arena,
    sangre que se hunde en el torrente sanguíneo,
Circulación de las palabras en el mar del idioma:
La materia que te hizo único pero también igual a nosotros
    jamás volverá a unirse, nunca habrá nadie
Igual que tú, semejante a ti, siempre desconocido
    en tu soledad
Pues, como todos, eres lo que ocultas.

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                                            El cuchillo

archivo-3.jpg    Dejo a un lado el periódico archivo-2.jpg
    O apago
    El sombrío
    Televisor.

    Pero el cuchillo sigue aquí.
    Está sangrando,
    Por sanguinario,
    El cuchillo de las matanzas.

    Tinto en sangre
    El día que ya se acaba
    De este siglo.

    Hasta cuándo
    Saldremos en qué forma
    Del matadero
    Que cubre todo:
    Página o pantalla,
                                            Escenario o abismo,
                                            Plaza o calle.

                                            Campo, campo de sangre
                                            El mundo entero.

                                            Todos agonizamos en este filo sangrante.

                                            Somos
                                            Víctimas del verdugo,
                                            Verdugos de la víctima que somos

                                            En este circo sin piedad.
                                            Aquí vemos
                                            Matar al que nos mata,
                                            Al que matamos.

                                            El mundo
                                            Toma la forma del cuchillo.
                                            Morimos
                                            Con el siglo que se desangra.


                                            Tal es algo de lo que para mí ha sido y es la poesía.
 



Periódico de poesía,
UNAM/UAM, núm. 9, México, 1988
Ilustraciones: Gabriel Macotela

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