"Abre la oscuridad"


Hojarasca y naipes
Por Jorge Aguilar Mora
 
 
portada-medea.jpgEn los malos momentos de la historia, en los malos momentos de la poesía, con frecuencia se intenta salvar la función de ésta diciendo que, pase lo que pase, ella posee la palabra pura, la palabra de la “tribu”…; e insinuando que en ella se refugia la verdad ante las contingencias de la historia.

Pero la verdad es que la poesía nunca ha querido tener esa responsabilidad, porque no cree que exista la verdad. Ni siquiera los videntes del siglo XIX, tan distinto Hugo de Rimbaud, pretendieron “ver” la verdad. Y Rimbaud mucho menos. Lo que sí ha querido mostrar la poesía es que precisamente los dogmáticos se atribuyen la posesión de la verdad para cumplir fines obscenos y pusilánimes, para ocultar su miedo a la contingencia de la realidad y para salvar su “personalidad”.

 

No. 37 / Marzo 2011

 
"Abre la oscuridad" 


Hojarasca y naipes
Por Jorge Aguilar Mora
 


 

portada-medea.jpgEn los malos momentos de la historia, en los malos momentos de la poesía, con frecuencia se intenta salvar la función de ésta diciendo que, pase lo que pase, ella posee la palabra pura, la palabra de la “tribu”…; e insinuando que en ella se refugia la verdad ante las contingencias de la historia.

Pero la verdad es que la poesía nunca ha querido tener esa responsabilidad, porque no cree que exista la verdad. Ni siquiera los videntes del siglo XIX, tan distinto Hugo de Rimbaud, pretendieron “ver” la verdad. Y Rimbaud mucho menos. Lo que sí ha querido mostrar la poesía es que precisamente los dogmáticos se atribuyen la posesión de la verdad para cumplir fines obscenos y pusilánimes, para ocultar su miedo a la contingencia de la realidad y para salvar su “personalidad”.

Si en el lenguaje podemos encontrar, por el mero uso cotidiano, conocimientos, valores, relaciones que ha depositado en él la sociedad,  también en él podemos perdernos en laberintos de espejismos y de falsos horizontes. La poesía, en los malos momentos de la historia y de su historia, cuando esos falsos horizontes, por medio de la prestidigitación, ya no sólo ideológica, sino sobre todo moral, se vuelven la única imagen posible para vivir, la poesía entonces tiene la libertad de tomar cualquier lugar –por mínimo que sea– para enunciar los deseos de un futuro imposible, de un presente que siempre se nos escapará, de un pasado impaciente por recobrar su presencia.

Basta encontrar un lugar, el de la inversión o la potencialización de los mitos, el de la tangente moral, el de la inverosímil libertad íntima e indiferente ante cualquier juicio: no se renuncia a crear valores, se escapa de la prepotencia de un veredicto que declara culpables e inocentes. La poesía y el lenguaje se vuelven virtuales. Y sí, se distinguen, porque en esos malos momentos es necesario que el lenguaje pruebe su fidelidad, y que la poesía le demuestre al lenguaje su inquebrantable decisión de llegar hasta lo último, si es necesario.

En estos momentos, poetas, como la poeta boliviana Mónica Velásquez abren una herida en la oscuridad que cubre las constelaciones de lo virtual, y emiten voces ensordecedoras que curiosamente tienen más de silencio que de grito, tienen más de serenidad que de impaciencia. El último libro de Mónica Velásquez, Hija de Medea (Plural, La Paz, 2008) abre justamente la potencialidad del mito de Medea, vertiéndolo en un futuro imprevisible, inesperado. La riqueza de posibilidades para definir e indagar relaciones escondidas, acalladas, soterradas, sofocadas, está en esa mirada de la hija de Medea, que Mónica Velásquez deja que llegue hasta lo indecible o hasta la paradoja de un infinito retorno donde nada puede remediarse, pero donde la repetición de la ceguera se vuelve la única posibilidad de salud.

El poema final de Hija de Medea queda como una de esas líneas infinitas donde todo se reúne, pero nada se elimina, donde todo puede verse, pero incluido el espectador, donde todo puede entregarse al destino trágico y al mismo tiempo, encontrar un sentido en la voluntad.

                                 Abre la oscuridad, mamá.
                                 Ciérrame los ojos.




{moscomment}