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fuego-felix.jpg Mis ojos el fuego
Julio César Félix
UAC, 2010

 
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No. 38 / Abril 2011

 

Ahora soy un ñaque

No: no quiero nada.
Ya he dicho que no quiero nada.

Fernando Pessoa

No duerme nadie por el mundo.
Nadie, nadie.
No duerme nadie.

Federico García Lorca

 

Ahora soy un ñaque

1

Las plegarias del ayer confundidas en el aroma de la calle vienen  a decirme que mi ausencia no se encuentra por ningún lado, que todos los hilos de la memoria de donde colgaba mi gracia se han refundido en el fondo de una cueva despojada de sus ñaques, residuos pues.

Es hora de silenciar al azulejo, levemos anclas y gritemos eufóricos a la hora de las hojas blancas…


2

Escucho el primer movimiento de la quinta sinfonía de Mahler; es viernes por la mañana. Viernitos extraño pero con ventanas de aire.
Aunque sin sentir de cerca esa gran masa que los griegos llamaban okeanós, que rodeaba el disco de la Tierra y que comenzaba más allá de las Columnas de Hércules. Eso sí me pone melancólico –los sonidos continúan-

Ya escuché  a Scriabin interpretado por él mismo y por Horowitz; algunos preludios y un poema; ahora intento escuchar a Shöenberg...éste me distrae.

Todos los días quiero dejar de sentirme como un ñaque. Estoy harto de los días lunes; son días vacíos y sin chiste; a mí no me han pasado cosas gratas en lunes. Creo a nadie que conozca.
Musicalicemos al viernes náufrago.


3

Quiero olvidar esos días, quiero desaparecer los días que estuve con A.

Me arrepiento de haber estado con una persona que lo único que hizo en cinco octubres fue destruir la flor que amanecía sobre mi lengua cada mañana para ella. Estoy aprendiendo a olvidar aquellos goznes que se abrían en la madrugada;
cada centímetro de su piel se apretaba a mi cuerpo con furia y ternura mezclados en un deseo agónico;
- me odiaste en el desierto de tus sueños, me convertiste en madre síquica en tus delirios sonámbulos; he muerto y he regresado con la espada del olvido desenvainada en una dinámica de luces y agua que se encuentran en la ruta de cascadas…a las que por cierto, nunca fuimos-.
La avalancha se arremolina en esquirlas de humo correteando a los demonios que te persiguen desde ayer; ayer que te conocí, ayer que te perdí entre las sombras de las manos de la ciudad en medio de las tolvaneras del desierto: fuiste planta, diste frutos y no marchitaste, deliraste primero y desfalleciste por completo en el regazo de mi almohada.

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