El antídoto, un extracto de Los Cuentos de Canterbury de Chaucer


Christopher Nield

(Traducción de Jorge López)

 
 
 
 
 
 
 
 
 

clasicos-cuentos-de-canterbury.jpgEn la posada había un comisario con nosotros, con la cara encendida como de la un querubín, con ojos menudos, totalmente cubierto de granos. Era lujurioso y lascivo como un gorrión. Los niños se asustaban de su cara con roñosas cejas negras y escuálida barba. Ni el mercurio, el blanco de plomo, el azufre, el bórax, el albayalde, el crémor tártaro ni otros ungüentos que limpian y queman podían librarle de las blancas pústulas o de los botones granulentos que llenaban sus mejillas. Tenía una gran pasión por los ajos, cebollas y puerros, y por beber vino tinto fuerte y rojo como la sangre de toro, que le hacía bramar y hablar como si estuviera loco; cuando estaba muy borracho no hablaba más que en latín.

 
El antídoto, un extracto de Los Cuentos de Canterbury de Chaucer*


Chritopher Nield

(Traducción de Jorge López Lara)


clasicos-cuentos-de-canterbury.jpgEn la posada había un comisario con nosotros, con la cara encendida como de la un querubín, con ojos menudos, totalmente cubierto de granos. Era lujurioso y lascivo como un gorrión. Los niños se asustaban de su cara con roñosas cejas negras y escuálida barba. Ni el mercurio, el blanco de plomo, el azufre, el bórax, el albayalde, el crémor tártaro ni otros ungüentos que limpian y queman podían librarle de las blancas pústulas o de los botones granulentos que llenaban sus mejillas. Tenía una gran pasión por los ajos, cebollas y puerros, y por beber vino tinto fuerte y rojo como la sangre de toro, que le hacía bramar y hablar como si estuviera loco; cuando estaba muy borracho no hablaba más que en latín.

¿Te deprime el mundo moderno? ¿Crees que la raza humana se va a la ruina? Si es así, es hora de que leas Los cuentos de Canterbury. Unos momentos en compañía de estos coloridos personajes en su peregrinación desvanecerán la noción nublada que cualquiera pueda tener sobre el pasado.

Sí, el valiente caballero, el labrador honrado y la lujuriosa esposa de Bath son simpáticos personajes llenos de vida. Pero el fraile codicioso, el molinero abusivo y el remilgado recaudador, que recauda una buena ganancia de la venta de reliquias falsas, están entre lo más bajo de lo bajo; sin embargo, el peor de todos ellos es el comisario.

En la Edad Media un comisario era un hombre que escoltaba a la gente a los tribunales eclesiásticos. Estos hombres eran notoriamente corruptos: delataba a sus vecinos y los chantajeaban con propagar chismes. Hoy en día se pueden encontrar personajes de este tipo en pueblos pequeños: el entrometido, el burócrata mezquino, el oficial metiche.

Desde el prólogo general,  Chaucer describe al comisario de la manera más grotesca. Si no hacemos muecas, nos asombramos o decimos “que asco”, entonces, simplemente no estamos prestando atención.

Primero leemos que tiene la cara “encendida como la de un querubín" (angelical y roja como el fuego). Este es un buen ejemplo del ingenio inexpresivo de Chaucer, donde un elogio esconde una burla. Lejos de ser angelical, es evidente que la figura que tenemos ante nosotros es nada menos que un demonio.

clasicos-geoffrey-chaucer1.jpgEl sheriff es saucefleem, una maravillosa palabra arcaica que se refiere a algo manchado —podemos pensar en una flema líquida con olor acre— más aún, mientras su piel emana corrupción, sus “ojos” están “afilados”. Pequeños ojos que se entrecierran sospechosamente; celadores y controladores.

El enrojecimiento revela su naturaleza picante y lujuriosa. Sus cejas con costras y barba rala lo hacen sonar desaliñado y desagradable. Es tan repugnante que los niños le temen.

No hay cura para su fealdad externa: su podredumbre interior yace muy profundo. Chaucer enumeran todos los tratamientos de belleza que podrían quitar lo asqueroso de esa cara: mercurio, protóxido de plomo, bórax, plomo blanco, crema tártara, ¡todo en vano! Ni siquiera el azufre, que arrasó con ciudades enteras en la Biblia, podría limpiarlo.

Conforme el pasaje continúa, se hace más y más cómicamente repugnante. Puntos blancos y bultos hinchados sentados sobre sus mejillas. Se alimenta de ajo, cebolla y puerros, de modo que su aliento debe apestar. Le encanta empinarse el vino rojo como la sangre, como un vampiro que bebiera sus víctimas hasta dejarlas secas. El licor afloja su lengua y lo hace hablar y gritar como si estuviera loco. Sin embargo, totalmente diferente a lo que pudieramos esperar, lo que grita está en latín. (¡Suma este aspecto a su cara roja y a su piel llena de ampollas purulentas y tienes una escena del Exorcista!)

En la versión completa, podemos ver que habla el latín como si fuera un loro, repitiendo sílabas al azar. Es simplemente una jerga profesional que recita sin saber lo que dice, de la misma manera en que lo hacen los gurús y políticos; como en las piedades políticamente correctas que los zares recitan al pueblo. 

Una nota en la lectura de Chaucer: Tal vez la mejor manera de leer Los cuentos de Canterbury es empapándonos en una traducción moderna, escuchando una grabación de la obra original, y luego, hacer frente a los cuentos de uno en uno. Si tratamos de ir más allá de nuestra incomprensión inicial, asombrosamente escucharemos una voz que parece ser la nuestra. La lectura del original también nos expone a muchas palabras fantásticas como saucefleem, que están llenas de un encanto peculiar. Personalmente, mi favorita del “Prólogo General” es goliardys, que significa “bufón” o“‘payaso”.

La imagen inquebrantable del comisario de Chaucer es horrible y divertida al mismo tiempo. El pasaje identifica una especie de demonio que nunca se va, por desgracia, pero al reconocerlo, podemos, al menos, reírnos de él. Por otra parte, conviene tener en cuenta que este peregrino se encuentra en su camino a la ermita del santo mártir Thomas Beckett. Para el comisario, y para cualquier pecador, siempre hay una oportunidad de redención.
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* Geoffrey Chaucer (1343-1400) fue un escritor inglés, poeta, filósofo y cortesano.



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