No. 38 / Abril 2011


La Piedra y la Gracia

Mística y Poesía
Por María Auxiliadora Álvarez
 

 


mistica-tabula.jpgLos capítulos VII y VIII de la Tabula Smaragdina de Hermes Trimegisto abordan los temas del arte y del artista. Titulados respectivamente La mondificación de la Piedra y La parte no fija de la Piedra debe separar la parte fija y elevarla, estos capítulos enseñan cómo se multiplica la Piedra tras la limpieza y la separación de las partes espesas de las sutiles dentro de una operación que debe llevarse a cabo con “espíritu e industria [o arte]”. En este trabajo de separación previa para unir de nuevo con mayor armonía hacia el Uno el Todo de la tradición hermético-alquímica “se halla una referencia al hombre regenerado por el Arte como el intermediario entre el Cielo y la Tierra. Ubicado en el centro de sí mismo... el alquimista o chamán [el artista] asciende y desciende por la escala entre los dos mundos”.

De ser cierta la existencia de una mayor “instrumentalidad” en el artista para transitar por ambos mundos como se plantea en la antigua tradición, esto explicaría el hecho de que el dolor sistemático de la cultura no haya logrado enajenar todo el organismo de la poesía. Poder mirar hacia adelante o hacia arriba parece ser también connotativo de la gracia. De una gracia por la que han transcurrido poetas como Hölderlin, Schiller, Novalis, Rilke, Blake, George Herbert, T.S. Eliot, Brodsky, Char, Claudel, Watanabe, Rojas Guardia, Sicilia y tantos otros.

La búsqueda -o el hallazgo- de la gracia equivale a “la parte no fija” de la Piedra Filosofal y es una tarea que prescinde de la alienación del historicismo. El mundo inefable se relaciona con la forma de bienaventuranza que describe María Zambrano y con el sentido de la gracia que expone Simone Weil. Y a la luz de la teoría propiamente mística, desglosada para el mundo hispano en los Comentarios de San Juan de la Cruz, es factible deducir que un tránsito de gracia pueda ser ejecutado con o sin el conocimiento de su especificidad.

mistica-sanjuan.jpgOrganizada en un esquema de tres fases muy semejantes a la ordenación de las tres vías místicas de la tradición grecolatina (ascésis, iluminación y transformación), en la antigua Alquimia se halla también una secuencia de muerte, salvación y resurrección. La primera fase comprende el nigredo o melanosis (descenso del ego a los infiernos); la segunda fase comprende el albelo o leukoda (hallazgo del alba); y la tercera fase comprende el rubedo u oiosis, que señala alquímicamente la expansión de la materia.

En el capítulo XII de la Tabula Smaragdina se habla de la existencia de tres mundos y de una sabiduría dividida en tres partes: “Las tres partes de la filosofía (Sabiduría) de todo el mundo, aluden sin duda alguna al conocimiento de los tres mundos, la Tierra, el Mundo Intermedio y el Cielo”. Las tres etapas del conocimiento se simbolizan con los tres colores esenciales de la Alquimia: el negro, el blanco y el rojo. La cuarta parte restante representaría el reino de “lo inmanifestado, lo supra-cósmico y lo innombrable” (Comentarios de Hortelano), que en la mística cristiana se define como  estado de sobrenaturalización.

San Juan de la Cruz recibió el esquema de la tradición mística cristiana de los Padres griegos y latinos, pero entre sus valiosos aportes destacan tres contribuciones: la elaboración explicativa de la transición entre las vías; la iniciativa de imbuir, en forma simbólica los principios de las vías en todos sus poemas, y la explicación teológica de los principios en sus Comentarios. Fue a partir de 1926, el año en que San Juan fue nombrado Patrono de la poesía hispana, cuando la influencia sanjuanista penetró con más fuerza en el ámbito secular.



Ilustraciones:

Heinrich Khunrath, Tabula Smaragdina, 1606.

Anónimo, San Juan de la Cruz, s.f.


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