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Hábitos, Francisco Magaña

HÁBITOS
Francisco Magaña,
Instituto Tecnológico Superior de Comalcalco,
Comalcalco, 2006.

Por Jorge Esquinca
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Desde hace diez años, en el pequeño pueblo de Comalcalco, Tabasco, en una zona de producción de cacao, el poeta Francisco Magaña (1961) ha conseguido llevar adelante uno de los proyectos editoriales más interesantes de los últimos años, tanto por la calidad de su factura, como por su ya nutrido catálogo de autores: Juan Gelman, Raúl Zurita, Francisco Hernández, Vicente Quirarte, Eduardo Milán, son algunos de los nombres de quienes integran un listado que ha  ido creciendo sin prisa, con firmeza, a partir de los buenos oficios de Magaña y de un pequeño grupo de fieles que conforman la Editorial Monte Carmelo. Nacida bajo los mejores auspicios del santo poeta carmelita, la editorial comenzó con libros pequeños, realizados en serigrafía, en ediciones de corto tiraje; con el tiempo, en feliz combinación con la diseñadora Margarita Pizarro, se decidieron por las bondades de la impresión en offset y el uso de papeles cuya elegancia se da la mano con la sobriedad del diseño y la composición de cada volumen. No está de más afirmarlo nuevamente: como editorial independiente, Monte Carmelo está haciendo los libros de poesía más hermosos de nuestro país. Incansable, Francisco Magaña no ha escatimado recursos, apoyándose, cuando le ha sido necesario, en benéficas alianzas, entre otras con el Instituto Tecnológico Superior de Comalcalco, un organismo sensible como pocos en el interior del país a la vitalidad de la poesía y a la importancia de su publicación.

Es esta misma casa de estudios la que, a fines del año pasado, editó un regio volumen: Hábitos, en el que Francisco Magaña recoge tres de sus libros más representativos: Antorchas (1999), Maitines (2000) y Corazón de pies cansados (2006), con los que ha obtenido premios nacionales y con los que deja plena constancia de un oficio poético ejercido a lo largo de los años con la necesaria pasión, con el indispensable rigor. El amor a Dios que se realiza a través del amor humano (“Cuando María sueña aparecen los pájaros/ con la mirada del milagro entre sus venas”); la percepción de una naturaleza que con asombro y terror nos acerca a la divinidad (“¿Escuchas cómo vuelve la oscurana a caminar nuestros pasos y a perderse en el desamparo?”); la permanente búsqueda por hallar, a través de las palabras, la verdad que resuelva los enigmas (“También el humo de los altares es abismo”), son algunos de los rumbos de esta poesía cercana en su tono a Paul Claudel y a Edmond Jabés, dos de las voces que en el siglo pasado se afirmaron desde sus respectivas tradiciones religiosas: católica y judía, respectivamente. Poesía, la de Magaña, siempre fiel a sí misma, en la que “vibra el crepúsculo de un credo”, como señala Hernán Bravo Varela, y llega hasta sus lectores empapada de esa luz.

Pintor y dibujante notable, editor, animador de exposiciones, suplementos periodísticos y encuentros literarios, la constante labor de Francisco Magaña es una de prueba de que lo mejor de nuestra cultura no necesariamente ha de estar pendiente de lo que se hace o se deja de hacer en la capital del país.


Ver selección de poemas de este libro

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