Gonzalo Rojas
Costillas,
rejas del corazón
Costillas,
rejas del corazón
cuyo
bombardeo vocálico es de ustedes
mucho
más que mío, por musas
—digo
yo— en cuanto nunca hubo musas como ustedes, ¿no
será
tiempo de apostar el laúd
a
otro diafragma?
¿A
un diafragma por ejemplo sacro
y
músico a la vez en tiempo de jazz que vuele
como
aeroplano y no como ataúd, acróbata y
encendido,
tan liviano
como
un ángel pero más terrestre, con
otro
argumento menos clínico?
Todo
esto por favor
entre
nosotros y en la euforia de la ducha intercostal es lo estricto que
pido a
ustedes
que me alojaron las siete décadas
acústicas
con tanto esmero ventilando
hasta
los intersticios el motor con un cuidado
casi
astrológico por el viejo acordeón paranomásico y
diastólico,
del respiro
al
paro.
¿Les
pido qué, al tacto? Nada, a lo sumo
un
estirón de uno o
dos
años, si es que nos queda aceite. El acuerdo
era
ese número, un buen acuerdo entre
cuchillo
y lomo.
Pero,
ay, cuánta flaqueza cuesta, costillas, desencarnar
hombre
de uno, pensamiento
de
uno, cortar el grifo.
Admitamos
con
todo
el sinsentido del descaro: 70
son
las aves que vuelan a las galaxias, 70 las
circunvoluciones
de Bach, 70 los hemisferios
de
Heráclito, ¿y ustedes?, entonces, ¿quiénes
son
ustedes? Estaba
pensando
en lo peligroso, de repente
estaba
pensando en lo peligroso.
La
viruta
De
unos
años a esta parte veo una viruta de luz
a
la altura de la fosa izquierda entre la aleta
de
la nariz y el ojo, de repente
parece
obsesión pero no es obsesión, le hablo
y
vuela, por el fulgor
es
como un cuchillo. No, no es mariposa, tiene algo
de
mariposa pero no es mariposa.
Se
instala ahí y duerme, por horas
vibra
como cítara, entonces
es
cuando recurro al espejo. —A ver, espejo,
le
digo, discutamos
esto
de la mancha fosfórica. Se ríe el espejo,
me
hace un guiño y se ríe el espejo.
Son
las privaciones, todo tiene que ver con las privaciones.
Al
año de nacer, ya uno quiere irse, la pregunta es a dónde
y
ahí mismo empieza el juego
de
la traslación. Quiero que este ojo sea mano,
patalea
uno, pero que no sólo sea mano, que sea aire, eso es
lo
que quiero, ser de aire. ¿Cómo el agua
que
está en las nubes es de aire?
Así
es como se explica la viruta, es que no hay vejez, no
puede
haber vejez, venimos llegando.
Donde
llegamos, a la hora que sea, venimos llegando.
Cuando
lo apostamos todo y lo perdemos venimos llegando.
Al
amar, al engendrar venimos llegando, al morir
escalera
abajo venimos llegando.
Todo
eso sin insistir en la persona, ¿qué es la persona?
¿Quién
ha visto a la persona? Claro, hay una cama
y
alguien durmió ahí, un poco
de
sangre en la ventana, un hoyo
en
los vidrios y a un metro en su letargo el espejo, el gran espejo
que
no tiene reflejo.
Mordedura
A
una
de esas señoritas palo de rosa de lo más que hay
como
dice el Sena cuando desemboca en el Mapocho, desvestida
a
lo Boticelli, finísimas
las
manos azules puestas por único cubrimiento
en
el sello de oro, le ha dado
por
orinar en público metros
de
sabiduría, litros
de
hermenéutica a costa
de
saquear a la Kristeva libre y lúcida, le ha dado
por
reírse en la fila de las musas moviendo las caderas
a
cuanto best-seller anda en vitrina por ahí, le ha dado
por
la polución de escribir
en
letras de molde el domingo sentenciosa
y
melosa como quien echa al desgaire su meadita en la copa
de
la publicidad, total
todo
queda en lo dinástico, el diario
es
de la parentela, los avisos
en
recuadro de la parentela, y es tan gracioso
hilar
y deshilar famas y eso de
los
actantes ahora
que
ya no hay personajes y la diégesis
se
casó con el oxímoron en un gran estreno
en
sociedad. Pobrecilla, le gusta
y
si le gusta le gusta, aquí no está en discusión
eso,
ni la celebridad de sus muslos, se trata
de
algo mucho menos ilusorio. No, paloma: sin
semen
en el cerebro no hay crítica.
Las
pudibundas
Mujeres
de 50
a
60
hablando
en un rincón de austeridad
frenéticas
contra el falo, ¡a las horas!,
cuando
ya se ha ardido mucho y se ha tostado
el
encanto, hirondelas, y lo frustrado
se
ha vuelto arruga. Trampa,
no
todo será lujuria pero qué portento
es
la lujuria con su olor a
lujuria,
con su fulgor
a
mujer y hombre nadando
en
la inmensidad de esos dos metros
crujientes
con
sábanas
o sin sábanas en un solo beso
que
es pura imantación mientras afuera la Tierra dicen que gira
y
ellos ahí libres. Gloriosos
y
gozosos, embellecidos por los excesos. Que hablen
lo
que quieran de la gravedad menesterosa
esas
pudibundas. Ay, cuerpo, quién
fuera
eternamente cuerpo.
Aletheia
del faisán
Parece
mentira ese faisán brillando encima de la nieve entre el cemento
del
patio y las uvas parado
en
lo más verde de su azul pintado de esquizo
por
el estupor medio congelado en su ocio, viéndolo todo
desde
ahí, mirando mirando
como
cuando aparece la aparición y uno mira
fuera
y casi alcanza
a
no sabe dónde y fosforece y oh velocísima
nariz
por todas partes fosforece el
pájaro
áureo.
Vino
de Amos en lo más alto el faisán
de
esos mástiles, fue polígamo.
Esto
quiere decir que ahora mismo está viendo a toda la especie
de
los dioses volando. Esto en la lengua de Jasón
quiere
decir que va volando
y
sin embargo está ahí intacto
y
traslúcido en su plumaje de adivino
remoto.
Que vio encima de las aguas a Cristo, que lo vio
y
yo mismo escribo imantado.
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