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Del archivo de 
Periódico de poesía 

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Presentamos cinco poemas de Gonzalo Rojas (1917-2011), los cuales fueron publicados en el número 13 de Periódico de Poesía como parte de una muestra de poesía chilena.
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Gonzalo Rojas



Costillas, rejas del corazón

Costillas, rejas del corazón
cuyo bombardeo vocálico es de ustedes
mucho más que mío, por musas

digo yo— en cuanto nunca hubo musas como ustedes, ¿no
será tiempo de apostar el laúd
a otro diafragma?
    ¿A un diafragma por ejemplo sacro
y músico a la vez en tiempo de jazz que vuele
como aeroplano y no como ataúd, acróbata y
encendido, tan liviano
como un ángel pero más terrestre, con
otro argumento menos clínico?
                               Todo esto por favor
entre nosotros y en la euforia de la ducha intercostal es lo estricto que pido a
ustedes que me alojaron las siete décadas
acústicas con tanto esmero ventilando
hasta los intersticios el motor con un cuidado
casi astrológico por el viejo acordeón paranomásico y
diastólico, del respiro
al paro.

¿Les pido qué, al tacto? Nada, a lo sumo
un estirón de uno o
dos años, si es que nos queda aceite. El acuerdo
era ese número, un buen acuerdo entre
cuchillo y lomo.

Pero, ay, cuánta flaqueza cuesta, costillas, desencarnar
hombre de uno, pensamiento
de uno, cortar el grifo.
                       Admitamos con
todo el sinsentido del descaro: 70
son las aves que vuelan a las galaxias, 70 las
circunvoluciones de Bach, 70 los hemisferios
de Heráclito, ¿y ustedes?, entonces, ¿quiénes
son ustedes? Estaba
pensando en lo peligroso, de repente
estaba pensando en lo peligroso.





La viruta

De
unos años a esta parte veo una viruta de luz
a la altura de la fosa izquierda entre la aleta
de la nariz y el ojo, de repente
parece obsesión pero no es obsesión, le hablo
y vuela, por el fulgor
es como un cuchillo. No, no es mariposa, tiene algo
de mariposa pero no es mariposa.

Se instala ahí y duerme, por horas
vibra como cítara, entonces
es cuando recurro al espejo. —A ver, espejo,
le digo, discutamos
esto de la mancha fosfórica. Se ríe el espejo,
me hace un guiño y se ríe el espejo.

Son las privaciones, todo tiene que ver con las privaciones.
Al año de nacer, ya uno quiere irse, la pregunta es a dónde
y ahí mismo empieza el juego
de la traslación. Quiero que este ojo sea mano,
patalea uno, pero que no sólo sea mano, que sea aire, eso es
lo que quiero, ser de aire. ¿Cómo el agua
que está en las nubes es de aire?

Así es como se explica la viruta, es que no hay vejez, no
puede haber vejez, venimos llegando.
Donde llegamos, a la hora que sea, venimos llegando.
Cuando lo apostamos todo y lo perdemos venimos llegando.
Al amar, al engendrar venimos llegando, al morir
escalera abajo venimos llegando.

Todo eso sin insistir en la persona, ¿qué es la persona?
¿Quién ha visto a la persona? Claro, hay una cama
y alguien durmió ahí, un poco
de sangre en la ventana, un hoyo
en los vidrios y a un metro en su letargo el espejo, el gran espejo
que no tiene reflejo.





Mordedura

A
una de esas señoritas palo de rosa de lo más que hay
como dice el Sena cuando desemboca en el Mapocho, desvestida
a lo Boticelli, finísimas
las manos azules puestas por único cubrimiento
en el sello de oro, le ha dado
por orinar en público metros
de sabiduría, litros
de hermenéutica a costa
de saquear a la Kristeva libre y lúcida, le ha dado
por reírse en la fila de las musas moviendo las caderas
a cuanto best-seller anda en vitrina por ahí, le ha dado
por la polución de escribir
en letras de molde el domingo sentenciosa
y melosa como quien echa al desgaire su meadita en la copa
de la publicidad, total
todo queda en lo dinástico, el diario
es de la parentela, los avisos
en recuadro de la parentela, y es tan gracioso
hilar y deshilar famas y eso de
los actantes ahora
que ya no hay personajes y la diégesis
se casó con el oxímoron en un gran estreno
en sociedad. Pobrecilla, le gusta
y si le gusta le gusta, aquí no está en discusión
eso, ni la celebridad de sus muslos, se trata
de algo mucho menos ilusorio. No, paloma: sin
semen en el cerebro no hay crítica.





Las pudibundas

Mujeres de
50 a 60 hablando en un rincón de austeridad
frenéticas contra el falo, ¡a las horas!,
cuando ya se ha ardido mucho y se ha tostado
el encanto, hirondelas, y lo frustrado
se ha vuelto arruga. Trampa,
no todo será lujuria pero qué portento
es la lujuria con su olor a
lujuria, con su fulgor
a mujer y hombre nadando
en la inmensidad de esos dos metros
crujientes con
sábanas o sin sábanas en un solo beso
que es pura imantación mientras afuera la Tierra dicen que gira
y ellos ahí libres. Gloriosos
y gozosos, embellecidos por los excesos. Que hablen
lo que quieran de la gravedad menesterosa
esas pudibundas. Ay, cuerpo, quién
fuera eternamente cuerpo.





Aletheia del faisán

Parece mentira ese faisán brillando encima de la nieve entre el cemento
del patio y las uvas parado
en lo más verde de su azul pintado de esquizo
por el estupor medio congelado en su ocio, viéndolo todo
desde ahí, mirando mirando

como cuando aparece la aparición y uno mira
fuera y casi alcanza
a no sabe dónde y fosforece y oh velocísima
nariz por todas partes fosforece el
pájaro áureo.

Vino de Amos en lo más alto el faisán
de esos mástiles, fue polígamo.
Esto quiere decir que ahora mismo está viendo a toda la especie
de los dioses volando. Esto en la lengua de Jasón
quiere decir que va volando

y sin embargo está ahí intacto
y traslúcido en su plumaje de adivino
remoto. Que vio encima de las aguas a Cristo, que lo vio
y yo mismo escribo imantado.

 

Periódico de Poesía, UNAM/UAM, núm. 13, México, 1990.

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