Bob Dylan, la poesía, el cine

Cine y poesía
Por Ángel Miquel
 

cine-39a.jpgNo Direction Home, la película documental de Martin Scorsese realizada en 2005, es ante todo una brillante descripción polifónica de los primeros años de la carrera de Bob Dylan y un extraordinario catálogo de la música popular norteamericana de alrededor de una década. Pero también hay en ella una buena recreación del contexto social de los Estados Unidos a principios de los años sesenta, con los puntos sobresalientes de las tensiones por la guerra fría, los conflictos raciales, la zozobra por el asesinato de Kennedy, la crisis de los misiles y la guerra de Vietnam, y la inquietud provocada por la más intangible, aunque decisiva, ruptura generacional que Bob Dylan definió diciendo que “los jóvenes se habían situado fuera del alcance del orden de sus padres”.

Uno de los entrevistados en la película es el poeta Allen Ginsberg, quien luego de hacer referencia al parteaguas cultural que significó a fines de los cincuenta que él y otros miembros de la generación beat leyeran poemas en público en un bar del Greenwich Village neoyorkino, recordó haber escuchado por primera vez a Dylan en 1963, a su regreso del largo viaje que hizo a la India. Invitado a una fiesta en la Costa Oeste, alguien puso para él un disco del joven cantante y entonces, dice Ginsberg, “escuché Hard rain y lloré, porque parecía que la antorcha de la iluminación y el poder beat había pasado a la siguiente generación”.

No. 39 / Mayo 2011



Bob Dylan, la poesía, el cine

Cine y poesía
Por Ángel Miquel
 

No Direction Home, la película documental de Martin Scorsese realizada en 2005, es ante todo una brillante descripción polifónica de los primeros años de la carrera de Bob Dylan y un extraordinario catálogo de la música popular norteamericana de alrededor de una década. Pero también hay en ella una buena recreación del contexto social de los Estados Unidos a principios de los años sesenta, con los puntos sobresalientes de las tensiones por la guerra fría, los conflictos raciales, la zozobra por el asesinato de Kennedy, la crisis de los misiles y la guerra de Vietnam, y la inquietud provocada por la más intangible, aunque decisiva, ruptura generacional que Bob Dylan definió diciendo que “los jóvenes se habían situado fuera del alcance del orden de sus padres”.

Uno de los entrevistados en la película es el poeta Allen Ginsberg, quien luego de hacer referencia al parteaguas cultural que significó a fines de los cincuenta que él y otros miembros de la generación beat leyeran poemas en público en un bar del Greenwich Village neoyorkino, recordó haber escuchado por primera vez a Dylan en 1963, a su regreso del largo viaje que hizo a la India. Invitado a una fiesta en la Costa Oeste, alguien puso para él un disco del joven cantante y entonces, dice Ginsberg, “escuché Hard rain y lloré, porque parecía que la antorcha de la iluminación y el poder beat había pasado a la siguiente generación”.

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La larga entrevista a Bob Dylan en la película comprueba que el cantante merecía ser uno de los que tomara esa antorcha. Una de sus más apasionadas lecturas juveniles fue la novela On the Road, de Jack Kerouac, se sabe que fue sacudido por la lectura del poema Aullido de Ginsberg y es probable que durante sus primeras visitas a Nueva York alternara con otros poetas de la generación beat en los bares donde se le permitía tocar. Por otra parte, en las casas de amigos que eventualmente lo hospedaron, leyó a Verlaine y las Iluminaciones y El barco ebrio de Rimbaud. Este gusto por las vertientes rebeldes de la literatura no alcanzó, sin embargo, para que sus influencias más poderosas llegaran de la poesía. Buena parte de la película de Scorsese se dedica a explorar la influencia crucial de la música folk en su formación temprana, y en particular la del cantante de protesta Woody Guthrie –de quien Dylan dice que “escuchabas sus canciones y aprendías cómo vivir”. Por cierto, aunque el galés Dylan Thomas viajó en 1953 a Estados Unidos (donde eventualmente murió), el nombre artístico de Bob Dylan, que pronto desplazó al Robert Zimmerman con el que fue inscrito en el registro civil, no tiene relación con el del británico, puesto que simplemente, como dice, “surgió de pronto en mi cabeza un día”.

No Direction Home cubre el periodo que va de 1961 a 1966, durante el cual Dylan se convirtió en un icono popular, con varios discos en el mercado que incluían temas como Blowin´ In The Wind, A Hard Rain´s A-Gonna Fall, The Times They Are A-Changin´, It Ain´t Me Babe, Mr. Tambourine Man y Like a Rolling Stone. Esta última marcó, por cierto, la primera gran transformación de su carrera. Por una parte, con sus cincuenta versos y seis minutos de duración era una pieza inusualmente larga para su transmisión comercial por la radio o en discos sencillos, y por otra parecía haber en su letra una justificación del abandono de un pasado sólido y confiable “en nombre de un futuro desconocido donde no hay nada seguro, donde todo está por hacer, sin comida, sin hogar, apenas una camioneta lanzada por la carretera”, como escribió el compositor Michael Pisaro.1 Ésta fue también la obra más significativa de una nueva etapa en las presentaciones de Dylan, en las que hizo hasta cierto punto a un lado la guitarra acústica del folk para incursionar en el sonido eléctrico más agresivo del rock and roll. Muchos de sus viejos seguidores, además de compañeros de ruta como Joan Baez y Pete Seeger, quienes esperaban verlo profundizar en su compromiso para convertirse en un influyente cantante de protesta al estilo Woody Guthrie, quedaron desconcertados y decepcionados por este viraje. Dylan justifica en la entrevista de la cinta este cambio de rumbo, argumentando que siempre prefirió ser un outsider que un insider de los viajes y proyectos de los demás, y que un artista debe cuidarse de creer haber llegado a un sitio permanente, pues “uno debe darse cuenta siempre de estar constantemente en el estado de llegar”. Una imagen misteriosa del joven cantante la ofrece de nuevo Allen Ginsberg, quien recordó así sus impresiones de cuando lo conoció en persona: “Era uno con su aliento. Dylan se había convertido en una columna de aire. Había encontrado un medio para ser en público casi como un chamán, con toda su inteligencia y su conciencia enfocadas en el aliento.”

En la biografía de esos años de Dylan debe incluirse –aunque no se la menciona en la película– la escritura de un grupo de poemas publicados en el libro Fotorretórica de Hollywood. El manuscrito perdido (Simon & Schuster, Nueva York, 2008 y, en español, Global Rhytm, Barcelona, 2009). Los poemas fueron escritos por Dylan hacia 1964, inspirados por fotografìas de Barry Feinstein, autor, entre muchas otras fotos del artista, de la que aparece en la portada del disco The Times They Are A-Changin´. Fainstein estuvo en Hollywood entre 1960 y 1962 y retrató aspectos diversos –y más bien tristes– de la vida del cine: el funeral de Gary Cooper; rostros ajados de viejas estrellas como Judy Garland, Marlene Dietrich, Bette Davis y Edward G. Robinson; las figuras de cera de Chaplin, Clark Gable y Brigitte Bardot en un museo; una doble de Marilyn Monroe; estudios a punto de ser demolidos; restos de escenografías de grandes producciones; el emblemático y ya desaparecido letrero “Hollywood” en lo alto de una colina... Además, captó la vida ordinaria de la gente del cine en fotos de Marlon Brando en una manifestación callejera, Sue Lyon en el peluquero, la periodista Hedda Hooper burlándose de una colega, reporteros agotados después de un día de trabajo e ilusas aspirantes a estrella modelando ante un agente. Se trataba, en suma, de una descripción visual atípica, que no ponía el acento en el glamour y el fasto del cine sino en la sórdida decadencia de la industria del viejo Hollywood.

En algún momento Fainstein mostró las fotos a Dylan y le propuso escribir algo sobre ellas. Éste, evidentemente divertido con la propuesta, escribió 23 poemas de diverso aliento que, como tenía que ser, recuerdan a las letras de sus canciones del periodo. “Las frases son escuetas, los ritmos abruptos, el lenguaje parco, telegráfico y conciso, las situaciones turbadoras y oníricas, los dardos frecuentes e incisivos”, resume Luc Sante en el prólogo al libro. Pero además, funciona bien el diálogo entre imágenes visuales y literarias. Algunos poemas llegan a lugares sorprendentes, como cuando Dylan imagina las preguntas de un agente de casting a partir de las fotos en que una actriz expresa diferentes emociones, o como cuando crea un hilarante diálogo entre dos personajes que creen que una fotografía de Frank Sinatra con los ojos cerrados muestra, dormido, al presidente de Estados Unidos. Otros se liberan más de las imágenes, como una elegía a Marilyn Monroe hecha a partir de la foto de la alberca sin gente de su casa el día de su muerte, o como esta cuarteta derivada de la serie dedicada por el fotógrafo al sepelio de Gary Cooper:

no oses preguntar el nombre de tu escultor
con la vista clavada atrás, las bisagras del tiempo detenidas
mientras la curiosidad funesta tiñe el fuero de la belleza
ése de ojos tristes se convertirá en sal2


Hay en otros poemas crónicas urbanas en el mejor estilo del compositor de canciones, y en por lo menos uno –y largo, pues tiene más de ochenta versos–, Dylan alude a un episodio autobiográfico al usar las fotografías de las manos de quienes recibieron la estatuilla del Óscar en la ceremonia de 1960 para lidiar con uno de sus conflictos personales más agudos entonces, según se desprende también de la película de Scorsese: la tensa y ambivalente relación del joven cantante con el reconocimiento y la fama.

Condenado a tener que contestar una y otra vez los cuestionamientos a su estatus como artista, en una charla a propósito de la publicación de Fotorretórica de Hollywood le preguntaron a Dylan si consideraba poemas los textos que había escrito para las fotos de Fainstein. Su respuesta, característica, fue: “Probablemente tendrías que preguntarle a un experto. Pero ¿en realidad importa mucho?”



1 Citado por Greil Marcus en Like A Rolling Stone. Dylan en la encrucijada, Global Rhytm, Barcelona, 2009, p. 26.

2 “t dare not ask your sculpture´s name/ with glance back hooked, time´s hinges halt/ as curiosity´s doom inks beauty´s claim/ that sad-eyed he shall turn t salt” La traducción es de Miquel Izquierdo para la edición de Global Rhytm.




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