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portada-junkie.jpg Junkie de nada
Zazil Alaíde Collins
Lenguaraz
México, 2009


Reseña de Christopher Manuel García Vega


Reseña de Daniel Bencomo

 

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No. 39 / Mayo 2011

 

Por Daniel Bencomo

Uno de los momentos más atractivos en el devenir de Occidente es aquella encrucijada cultural que conocemos como Antigüedad tardía. El caudal poderoso que se anunció por vez primera en la época oscura de Grecia, nutrió con su fuerza el molino de helenos y romanos, hasta volverse un calmo delta de mitos y nostalgia. Agotada, la luz que delineaba los contornos de los dioses paganos dio paso a la luz meridiana del cristianismo, mestizaje cultural que traería consigo nuevos mito, episteme, ética y estética. Así, en la Antigüedad tardía convivieron el anhelo de algunos que aún creían en el orden agonizante —Juliano El apóstata, uno de los últimos, con el ímpetu de los fervientes de la nueva religión, Tertuliano, uno de los más inflamados—. En tales meandros hicieron su aparición Los Padres del Desierto, aquellos hombres "ebrios de Dios", del nuevo culto monoteísta, que decidieron retirarse de los centros urbanos y atentar contra toda humana naturaleza, como afirmaba Zacarías, "es monje aquel que se hace violencia en todo".

A dieciséis siglos de que el fin de la Antigüedad aconteciera, y cuando de aquella álgida ebriedad divina poco o nada queda, asistimos a una nueva decadencia —ya un siglo enunciada—, cuya verdadera celebración aguarda y en la que el brindis —así lo creemos— será con un sorbo de escepticismo a ultranza. Poco antes de esa intuición intelectual, signado por un ánimo de azar festivo, podemos ubicar a Junkie de nada (Lenguaraz, 2009), primer libro de poemas de Zazil Alaíde Collins (1984).

Conformado por diez secciones, diez cartas de la lotería veracruzana El Fandanguito, Junkie de nada da cuenta de un imaginario peculiar en el cual confluyen, interconectadas, diversas preocupaciones actuales que atraviesan el ímpetu de poetizar: la equidad de género, las paradojas que involucra la afirmación lírica de género, la irrupción cotidiana de la injusticia, el desamor, la hibridación cultural pero, ante todo, la voz no duda en disponerse a ironizar sobre ciertas convenciones: el uso de las drogas, la estabilidad de un Yo lírico y el poema como vías inminentes de revelación sagrada. Así lo enuncian los versos de Trainspotting:

 

El insomnio me hace alucinar
No necesito químicos
en mis linfocitos.
Algo mejor que el sexo
¿Opio?
Fiebre mental.
Sudo.
me evaporo.
No necesito que la droga me abandone
para estar aburrida.
[…]
Junkie insatisfecha.
Junkie de nada.

 

El aburrimiento, sopor ante las evidencias del desgaste histórico, aún a pesar de lo convulso del mundo, remite a Zazil a los instantes precisos de aquella decadencia que enunciaba al inicio; no en balde está presente la mención a Esperando a los bárbaros de Kavafis. En el poema Baby blues de Cesonia y Mesalina, Collins resignifica la lectura histórica de estas dos decadentes, haciéndolas metáfora del dilema actual de la condición femenina:

 

Pin-up Cesonia
Pin-up Mesalina
Herederas del respiro
nocturnas, inmortales.

Ninguna en estas líneas
se pierda del camino.
Somos dueñas, nuestras dueñas
Somos nuestra profeta.

 

En el núcleo del poemario oscila una voz que, incrédula, juguetona con sus recursos verbales, carcajea mientras hibrida todo un bullente aparato de referencias, en el cual aparecen sin distinción Trasímaco, El Séptimo sello de Bergman con las citas en amuzgo, una obra de Rafael Cauduro con Leonard Cohen, o bien Freddie Mercury con Nico de los Velvet underground ,en un sueño a través de una cámara oscura, con sus correspondientes hipervínculos a Youtube. El amplio andamiaje referencial no dificulta en demasía el avance por el libro y sí establece una intención, a saber, la de conectar a la máquina que mueve el poema con una tajada mayor de lo Real que, igual de complejo, deviene de manera inasible: ahí se establece quizá la coordenada más importante de Junkie de nada, extraer a la voz lírica del solipsismo para volverla un nudo de interconexiones con el mundo, ora virtual ora físico.

Si bien la estructura del libro se basa en una aleatoria tirada de cartas, la fuerza interior del conjunto se acrecienta con el fluir de los poemas; así se afirma lo propuesto por Anne Waldman en el epígrafe que incluye Zazil:  conformar un campo creativo utópico donde los seres estén definidos no por su género, sino por su energía. En la sección final, La culebra, los poemas abren incluso sus compuertas al delirio:

 

En el manicomio van de caqui.
[…]
El tótem es un meadero
que en el submundo está relegado.
[…]
No hay palabras,
sólo hedor
e imagen de doctorcita.

 

De ahí que todos los mecanismos formales que parecen afirmar cierta condición femenina en los primeros textos, se diluyan para dar paso a una voz más difusa y plena de energía, en la que caben preocupaciones allende la cuestión de género. En el aspecto estilístico se presenta, a diferencia del discursivo, una retórica más sencilla: los versos de Junkie de nada prescinden de recursos sintácticos o gramaticales rebuscados; se perciben además ciertas fracturas en la base rítmica, que en algunos momentos pueden provocar fallas de conexión con el poema.

A finales del siglo IV d.C., sabemos por Jacques Legoff, el orador romano Temistio refería: "En este momento, las heridas que los godos nos han infligido continúan aún frescas, pero pronto serán nuestros compañeros de mesa y de combate y participarán en las funciones públicas". De la misma forma como atravesaron los bárbaros la civilización romana, los múltiples flujos —sensoriales, cognoscitivos, intelectuales— que atraviesan al ser humano actual nos llevan a pensar en que no hay nada qué hacer ante los fenómenos de hibridación de culturas, salvo esperarlos con una copa de algo o una dosis de nada, pero eso sí: con una franca y abierta risa, sin boletos para la clínica rehab.

Ante un río de circunstancias históricas y de pensamiento revueltas, el poeta debe inventar una ganancia de pescadores, y para ello habría que cuestionarnos si una experiencia lírica por completo estable, pulcra, solemne, corresponde de manera cabal a las fisuras estéticas de nuestro momento. Inmerso en tal discusión, Junkie de nada es partícipe de una propuesta muy saludable que, aunque pareciera incomodar a ciertas perspectivas conservadoras, es por demás actual y generosa. Con este libro se dejan ver ya las hechuras de Zazil Collins, joven autora de la cual deberemos esperar, en lo sucesivo, un amplio desarrollo de su propuesta poética.




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