No. 39 / Mayo 2011 |
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Los murciélagos
EN LA CORNISA de la aduana se ocultan los murciélagos.
Pero ¿dónde se esconden los hombres
que vuelan en tinieblas toda su vida y se estrellan en las blancas paredes del amor? La casa de nuestro padre estaba llena de murciélagos: Candelabros pendientes de las vigas, sostén del techo amenazado por las lluvias. “Estos hijos nos sorben la sangre” se quejaba mi padre. ¿Quién lanzará la primera piedra contra este mamífero que, como el hombre, se alimenta de la sangre (¡hermano! ¡hermano!) y exige, comunitario, aun en tinieblas el sudor de su prójimo? En la aréola de un seno joven como la noche
se esconde el hombre, guarda su amor,
como si fuera oro, en su almohada o a la luz de un farol. El murciélago duerme como péndulo y guarda nada más el día ofendido. A mis ocho hermanos y a mí nos legó nuestro padre su casa en la que por la noche caía la lluvia entre las tejas rotas. Pagamos la hipoteca y conservamos los murciélagos. Ahora se debaten en nuestros muros, ciegos como nosotros.
(Versión: José Emilio Pacheco en La tierra allende,
Juan Cameron
(Valparaíso, Chile, 1947) Subway Padre no leas a Shakespeare hay estatuas en el Metro la Pietá sostiene los huesos del suicida Esta telenovela no es Hamlet ni mis somnolientos pasos tremolan la Venus metropolitana bajo las venas metropolitanas Padre es tarde en Chile la lluvia cruza el mundo como fantasma la cultura son rieles los ángeles tronan las trompetas en los túneles azules del ocaso es tarde es tarde
la inflación ha causado demasiadas bajas en la tierra de nadie
& yo te lanzo frases misiles u oraciones después de los ataques una columna de fantasmas mis palabras ladridos en ladrillos se deslizan bajo el neón vernacular Padre no leas a Shakespeare alza tus ojos a los ángeles ateridos de tedio ángeles subterráneos liberados de pájaros & flores esperando la daga celestial la paloma descendida a la tierra precaria a la oscura en el sube & baja de las escaleras mecánicas Padre en cuál estación en cuál tren dónde? Las estatuas son ángeles caminan salen de las cloacas bailan arriba hay un mundo dicen Padre alza tu vista súbeme en tus párpados besa esta frente Es tarde en Chile es tarde Quiero ver los días anteriores
quiero la sal del aire alcanzarla
Padre ya no leas a Shakespeare es mía la calavera sobre tu mano & el último tren atraviesa tus ojos. (De Escrito en Valparaíso)
Waldo Leyva
(Cuba, 1943) Definitivamente jueves Quiero que el veintiuno de agosto del año dos mil diez a las seis de la tarde como es hoy pases desnuda atravesando el cuarto y preguntes por mí. Si estoy pregunta, y si no existo, o si me he extraviado en algún lugar de la casa, de la ciudad, del mundo, pregunta igual, alguien responderá. El primero de enero del año dos mil uno será lunes pero el veintiuno de agosto de la fecha indicada tiene que ser definitivamente jueves
y el calor, como hoy, agotará las ganas de vivir.
las calles serán las mismas para entonces, los flamboyanes de efe y trece seguirán floreciendo, muchos amigos no estarán y el tiempo habrá pasado por la historia de la casa, de la ciudad, de mi país, del mundo. Quiero que el veintiuno de agosto, al despertar, prepares la piel el corazón las ganas de vivir. Minerva Margarita Villarreal (Montemorelos, México, 1957) ERA AGOSTO y eras tú y toda la parsimonia un calor que espejeaba bajo las vigas de los álamos en pasadizos nubilosos El púrpura intenso del follaje disolvía los cuerpos La niebla abrazaba Los pájaros las nubes El lago de nubes que cubre nuestra casa Tu cuerpo el bosque acelerando su ritmo el corazón del bosque bebiendo nuestros pasos y el tropel de caballos a galope encendido La flor más tibia de tu cuerpo abría La jacaranda echaba alfombra y un jardín a tus pies y al borde del estanque tensábanse lienzo de su esmero como tus arrebatos
las cúspides del fuego
Ese abaratamiento esa cautiva humillación Mármol día de manos breves Soles día que huía Por los peldaños de la biblioteca el azul indomable de los árboles La dorada rejilla los asientos de cuero suspendidos Lomos del libro abriéndose en su albergue de plata Nubes en lo hondo del techo Nubes papeles dispersos como golpes de lluvia que la diosa lanzaba La flor más tibia de tu cuerpo y el tropel de caballos labios latidos El sol perdiéndose en la distancia El rumor creciente la canción del follaje El latín dominaba las tardes densas como reptiles con sus nubes de moscas Nuestros cuerpos hundidos Ese diván la lengua ese jardín de lenguas bajo la cerradura El sol el hielo ardiente de la página abriéndose a otro cielo de ala enmohecida otro cielo el moribundo pez carnada de la melancolía esa lluvia esa u ese furor del mar goteando mojando nuestra sombra empapaba el cabello las finas terminales con mis dientes Bajo de ti el golpeteo de la lluvia el marco humedecido Desatabas mis trenzas Me llevabas al cielo con tu roce de uñas de mi cuello a la nuca La saliva del verbo conjugaciones pupitres en las aulas lejanas Arrojados de sí la saliva del verbo El rumor de los cisnes Ese oleaje de arena de saliva del verbo Sal sal a la luz de esta declinación Los días se apagan como una veladora en lo oscuro del cielo Sal sal de ti Un movimiento y otro lejos de Dios Un movimiento hacia Dios Por más que lo medite quedaré tajada Sal vuélvete paloma que muero de la luz del agua donde llamas |
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