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portada-latinoamericana.jpg Poesía latinoamericana hoy. 20 países, 50 poetas
Coordinadores: Mario Sampaolesi, Jacobo Rauskin y Roberto Arizmendi
Ediciones Fósforo-UTH-Barataria Libros-Arandurã
México, 2011

 

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No. 39 / Mayo 2011

 



Lêdo Ivo
(Maceió, Brasil, 1924)

 

Los murciélagos

EN LA CORNISA de la aduana se ocultan los murciélagos.
Pero ¿dónde se esconden los hombres
que vuelan en tinieblas toda su vida y se estrellan
en las blancas paredes del amor?

La casa de nuestro padre estaba llena de murciélagos:
Candelabros pendientes de las vigas, sostén
del techo amenazado por las lluvias.
“Estos hijos nos sorben la sangre” se quejaba mi padre.

¿Quién lanzará la primera piedra contra este mamífero
que, como el hombre, se alimenta de la sangre
(¡hermano! ¡hermano!) y exige, comunitario,
aun en tinieblas el sudor de su prójimo?

En la aréola de un seno joven como la noche
se esconde el hombre, guarda su amor,
como si fuera oro, en su almohada
o a la luz de un farol.
El murciélago duerme como péndulo
y guarda nada más el día ofendido.

A mis ocho hermanos y a mí nos legó nuestro padre
su casa en la que por la noche
caía la lluvia entre las tejas rotas.
Pagamos la hipoteca y conservamos los murciélagos.
Ahora se debaten en nuestros muros,
ciegos como nosotros.

(Versión: José Emilio Pacheco en La tierra allende,
Ediciones del Azar, 2005)

 

Juan Cameron
(Valparaíso, Chile, 1947)


Subway


Padre no leas a Shakespeare
hay estatuas en el Metro   la Pietá
sostiene los huesos del suicida
Esta telenovela no es Hamlet
ni mis somnolientos pasos
tremolan la Venus metropolitana
bajo las venas metropolitanas

Padre   es tarde en Chile
la lluvia cruza el mundo como fantasma
la cultura son rieles  los ángeles
tronan las trompetas en los túneles
azules del ocaso  es tarde  es tarde
la inflación ha causado demasiadas bajas en la tierra de nadie
& yo te lanzo frases
misiles u oraciones después de los ataques
una columna de fantasmas mis palabras
ladridos en ladrillos se deslizan
bajo el neón vernacular

Padre  no leas a Shakespeare
alza tus ojos a los ángeles ateridos de tedio
ángeles subterráneos liberados de pájaros & flores
esperando la daga celestial  la paloma
descendida a la tierra precaria  a la oscura
en el sube & baja de las escaleras mecánicas

Padre en cuál estación
            en cuál tren
                  dónde?

Las estatuas son ángeles  caminan  salen de las cloacas  bailan
arriba hay un mundo  dicen
Padre  alza tu vista
súbeme en tus párpados  besa esta frente
Es tarde en Chile
es tarde
Quiero ver los días anteriores
quiero la sal del aire alcanzarla
Padre
ya no leas a Shakespeare
es mía la calavera sobre tu mano
& el último tren atraviesa tus ojos.

(De Escrito en Valparaíso)

 

Waldo Leyva
(Cuba, 1943)


Definitivamente
jueves

Quiero que el veintiuno de agosto
del año dos mil diez
a las seis de la tarde como es hoy
pases desnuda atravesando el cuarto
y preguntes por mí.
Si estoy pregunta, y si no existo,
o si me he extraviado en algún lugar de la casa,
de la ciudad, del mundo,
pregunta igual, alguien responderá.
El primero de enero del año dos mil uno será lunes
pero el veintiuno de agosto de la fecha indicada
tiene que ser definitivamente jueves
y el calor, como hoy, agotará las ganas de vivir.
las calles serán las mismas para entonces,
los flamboyanes de efe y trece seguirán floreciendo,
muchos amigos no estarán
y el tiempo habrá pasado por la historia de la casa,
de la ciudad, de mi país, del mundo.
Quiero que el veintiuno de agosto, al despertar,
prepares la piel
el corazón
las ganas de vivir.


Minerva Margarita Villarreal
(Montemorelos, México, 1957)


ERA AGOSTO y eras tú
y toda la parsimonia un calor que espejeaba
bajo las vigas de los álamos en pasadizos nubilosos
El púrpura intenso del follaje disolvía los cuerpos
La niebla abrazaba
Los pájaros  las nubes
El lago de nubes que cubre nuestra casa
Tu cuerpo  el bosque acelerando su ritmo
el corazón del bosque bebiendo nuestros pasos
y el tropel de caballos a galope encendido
La flor más tibia de tu cuerpo abría
La jacaranda echaba alfombra y un jardín a tus pies
y al borde del estanque tensábanse
lienzo de su esmero
como tus arrebatos
las cúspides del fuego
Ese abaratamiento
esa cautiva humillación
Mármol  día de manos breves
Soles  día que huía
Por los peldaños de la biblioteca el azul indomable de los árboles
La dorada rejilla
los asientos de cuero suspendidos
Lomos del libro abriéndose en su albergue de plata
Nubes en lo hondo del techo
Nubes  papeles dispersos como golpes de lluvia que la diosa lanzaba
La flor más tibia de tu cuerpo y el tropel de caballos   labios   latidos
El sol perdiéndose en la distancia
El rumor creciente  la canción del follaje
El latín dominaba las tardes densas como reptiles
con sus nubes de moscas
Nuestros cuerpos hundidos
Ese diván  la lengua  ese jardín de lenguas bajo la cerradura
El sol el hielo ardiente de la página
abriéndose a otro cielo de ala enmohecida
otro cielo el moribundo pez
carnada de la melancolía
esa lluvia  esa u  ese furor del mar
goteando
mojando nuestra sombra
empapaba el cabello
las finas terminales con mis dientes
Bajo de ti
el golpeteo de la lluvia  el marco humedecido
Desatabas mis trenzas
Me llevabas al cielo con tu roce de uñas de mi cuello a la nuca
La saliva del verbo  conjugaciones pupitres en las aulas lejanas
Arrojados de sí  la saliva del verbo
El rumor de los cisnes
Ese oleaje de arena
de saliva del verbo
Sal  sal a la luz de esta declinación
Los días se apagan como una veladora en lo oscuro del cielo
Sal  sal de ti
Un movimiento y otro lejos de Dios
Un movimiento hacia Dios
Por más que lo medite quedaré tajada
Sal  vuélvete paloma que muero de la luz del agua donde llamas

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