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portada-eloisa.jpg Eloísa
Silvia Eugenia Castillero
Aldus / Universidad de Guadalajara
Guadalajara, Jalisco, 2010

 

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No. 39 / Mayo 2011

 

Ónice


La calle era de ónice,
abedules enormes cabían en ella,
pero eran bocetos sobre neblina,
los pasos arcillosos
nos volvían seres ocres
como caídos de la tormenta.
Era tal vez un día de esos
que llegan a toparse con el último día.
La lluvia abría la rigidez de las calles,
enlodaba su trazo recto, lloraba su pudor,
no había sino esquinas y muros
y las vertientes blancas o rosas del ónice
en desacuerdo con nuestros pasos indecisos.




Del árbol

Decías y cantaban las encinas,
se hendía la tarde:
frutos en el árbol
tu árbol.
El aguafuerte,
en las comisuras la montaña.
Era tuyo el paisaje:
dichosa la alabanza.
A verdear las palabras
te aprestabas.

Colgante, ya roída el habla
se desprendió y callaste.




La caída

La lluvia obstinaba su caída sobre el tejado,
olor a sal en el viento
traía una casi precisión marina:
oleajes del niño en mi vientre
volvían cruel la espera.
Ni tú, Abelardo, ni el mar se acercaban,
sólo el rumor.
Un coro interminable de imágenes
era maleza a mi alrededor
hasta cercarme lo imposible,
y el tiempo se detenía en la ventana
como teniendo misericordia.
Así me volví un manojo de hierba,
un ser quieto a merced de las estaciones:
me tocaba germinar mientras
los campos se volvían lodo,
mientras los árboles se deshacían:
en amarillo, rojo
y luego ramas grises en los caminos.

 

 


Leer reseña de José María Espinasa...

Leer reseña de Josu Landa...


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