Sábato, inagotable candor


Jeremías Marquines

 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

 

ernesto-sabato.jpgA Ernesto Sábato siempre lo recordaré como un hombre viejo, muy viejo y muy sabio. Por sus cavilaciones comprendí que la literatura exige el valor de enfrentarse con el caos que produce la condición del hombre en su derrumbe.

Sus ideas sobre el arte y el compromiso del escritor con su tiempo y condición social, plasmadas en El escritor y sus fantasmas, un libro hermoso que leí hace ya muchos años, me ayudaron a dar sentido y perfeccionar lo que quería hacer en la literatura.

No. 39 / Mayo 2011


 
Sábato, inagotable candor


Jeremías Marquines

 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

 

ernesto-sabato.jpgA Ernesto Sábato siempre lo recordaré como un hombre viejo, muy viejo y muy sabio. Por sus cavilaciones comprendí que la literatura exige el valor de enfrentarse con el caos que produce la condición del hombre en su derrumbe.

Sus ideas sobre el arte y el compromiso del escritor con su tiempo y condición social, plasmadas en El escritor y sus fantasmas, un libro hermoso que leí hace ya muchos años, me ayudaron a dar sentido y perfeccionar lo que quería hacer en la literatura.

De la lectura de su obra, siempre me fascinó esa atracción por tratar de entender al hombre en su condición catastrófica. El hombre es una lastimosa tragedia universal. Pese a escribir una literatura que algunos consideran pesimista, Sábato jamás dejó de creer en el hombre, en su poder transformador, creador y suicida también. “Lo que significa que si el mundo es un caos, nosotros lo somos a la segunda potencia”, decía.

Siempre visionario, como tiene que serlo todo escritor que se precie, Sábato visualizó, desde la segunda mitad del siglo XX, el futuro inmediato del hombre del que, además, fue testigo. Anoto aquí una de sus impresiones: “Lanzado ciegamente a la conquista del mundo externo, preocupado por el solo manejo de las cosas, el hombre terminó por cosificarse él mismo, cayendo al mundo bruto en que rige el ciego determinismo. Empujado por los objetos, títere de la misma circunstancia que había contribuido a crear, el hombre dejó de ser libre, y se volvió tan anónimo e impersonal como sus instrumentos […] Es la caída del ser en el mundo, es la exteriorización y la banalización de su existencia. Ha ganado el mundo pero se ha perdido a sí mismo”.

Sáabato fue un absoluto apasionado por la justicia. En 1984 presidió la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas, y redactó el Informe Sábato o Nunca más, sobre los horrores de la última dictadura militar argentina (1976-1983). Pero más allá de esta referencia obligada, su escritura es un intrincado sistema construido de inferencias entre el sujeto, su tiempo y sus crisis. El individuo que busca su modo de ser esencial, el que hace de la existencia una conquista.

La muerte de Ernesto Sábato, uno de los grandes escritores del siglo XX (Buenos Aires 1911-2011), nos deja en este tiempo de caos, soledad, muerte y derrumbes, una gran lección de honestidad y compromiso con la vida que nos recuerda lo que él mismo escribió: “la vida no sólo está hecha de desesperanza sino, y fundamentalmente, de fe y esperanza, no sólo de muerte, sino también de ansias de vida; tampoco únicamente de soledad, sino de comunión y amor”. Que viva por siempre Ernesto Sábato.


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