No. 41 / Julio-agosto 2011

 
Carencias y plenitudes

Mística y Poesía
Por María Auxiliadora Álvarez
 

Arboleda de los enfermos (1453), el primer libro de Teresa de Cartagena (Burgos, España), se ha comparado exhaustivamente con el Libro de las consolaciones de la vida humana de Pedro de Luna (1423), el cual consiste en una semblanza autobiográfica. Sin embargo, Arboleda de los enfermos contiene diversos elementos que lo distinguen como un tratado de teoría mística y lo sitúan en un punto intermedio entre el Itinerario del alma a Dios de San Buenaventura (1221-1274) y el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz (1542-1591). A la par de los presupuestos místicos que le precedieron o sucedieron, Arboleda de los enfermos se nutrió de la Biblia y la escolástica grecolatina, pero agregó una novedosa perspectiva a la mística cristiana con relación a las potencias del alma (memoria, entendimiento y voluntad) y a los cinco sentidos corporales: la del sufrimiento físico no autoimpuesto.

mistica-teresa-cartagena.jpgTanto Arboleda de los enfermos como el Libro de las consolaciones de la vida humana se relacionan en la convención de la humildad y la intención didáctica, al uso epocal; pero también difieren en otra variedad considerable de aspectos, entre ellos, el hecho de que Teresa de Cartagena haya traspasado en su texto el umbral de la consolación con el fin de instrumentalizar la adversidad física involuntaria como “cualidad” a través de las operaciones de la voluntad.

La “cualidad” de la enfermedad o la incapacidad corporal se encuentra también relacionada en este primer libro de Teresa de Cartagena con la figura bíblica de Job (300-600 a.C.), trazando un eje que luego converge con la ascética de la mística tradicional. Dentro de la función mística transformadora de los sentidos (elevados a su máxima expresión humana) el padecimiento de la sordera física le permitiría a Teresa de Cartagena desarrollar el “oído del alma” a su más alta potencialidad, convirtiéndolo en un sofisticado receptor de la inspiración divina, fundamento apologético de su segundo libro, Admiraçion Operum Dey.

El esquema de Arboleda semeja la estructura convencional del sermón medieval con la salvedad de haber sido privado de ejecución oral. Tal vez la temeraria incursión de la autora en los terrenos del dominio patriarcal haya podido velar la difusión de los aportes propiamente místicos de sus textos, cuya condición experiencial-espiritual los excluye del ámbito teológico pero no los incluye necesariamente en el autobiográfico. Teresa de Cartagena había asumido los roles de autora, materia de estudio y receptora de su reflexión simultáneamente, lo que catapulta a la contemporaneidad este oficio datado en el siglo XV.

En los tratados místicos de la época se observa una numeración simbólica que paradójicamente progresa decreciendo: San Buenaventura parte de las seis alas seráficas de San Francisco para estructurar su Itinerario; Teresa de Cartagena utiliza la parábola de los cinco denarios o talentos para desarrollar su teoría en Arboleda; San Juan de la Cruz analoga las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) con las tres potencias del alma para mostrarlas equivalentes en entendimiento, memoria y voluntad.

Sin embargo, la propuesta de Teresa de Cartagena amplía el radio de la espiritualización de las potencias y los sentidos a través de su mayor precariedad o de la ausencia accidental de sus funciones (como es el caso de la enfermedad o padecimiento fisico natural no auto-inflingido), convirtiendo la carencia corporal en plenitud espiritual: “lo que yo acostumbraba llamar mi crucifixión, ahora lo llamo mi resurrección”.

 



Ilustración:
Teresa de Cartagena:
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