No. 42 / Septiembre 2011 |
Lengua materna Glosario de la vida te doy: te hablo. Las palabras van, dicen y se vuelven ardiendo aún más. (Yergue la A mayúscula su augusta torre hacia ti lanzada, todo el abecedario se acota a sus murallas, mientras sella los labios quebrada letra eme trabajando hacia adentro su destino de madre). Y yo sigo mostrándote aprendiz de alfarero moldeadas en la boca pequeñas artesanías barro del decir torno del habla.
(A Agustín, 1992)
Viajes (IV) Tres suelos tiene esta ciudad traspasados por un mismo nopal. Se ven los cortes hasta el fondo de la tierra un endometrio oscuro y de obsidiana los sueños de cuchillos el río soterrado de los soles altares donde se hienden pechos. Encima vertieron la cerámica el azulejo que azulea el verde jade y hace crecer las fuentes cargadas de rosarios y de espadas. Y arriba en su cuadrícula de fuego asoma al alabrastro la serpiente emplumada tragada por el águila de asfalto. Camino muy despacio por las calles desde el sima al sial de su hermosura con miedo de pisar tremendo suelo voy de la helada tumba al altar incendiado por la vertical metafísica del asta sube la bandera como un sueño.
(A la memoria de Carlos Vargas Quijano)
Ciudad vieja Viento tan de puerto, tan de náufrago sin el sol del este ni la luna cuajando su amarillo en la glamorosa rada ahora es viento del sur con los puñales del atardecer y el agua sucia los muelles con dolor de barco y flores de piedra y el desvalimiento agrio de los carneros embarcando. Hay seres con penas que dan su frente contra las murallas y luces que ciegan a los niños de alas quemadas pero el asfalto es una forma de amparo corre su agua desde las leyes que velan su hermosura. Cada tanto florecen las ventanas de las que arrojan papeles con poesía. Y quedo llena de nombres. Desde acá ciudad te bordo no suturo tu memoria con la aguja de la antena del más bello edificio y el arco iris que de allí se cuelga aunque no llueva. Es que el sol del oeste hace sombra desde una montaña que no existe. Debió girar la rosa de los vientos debí alivianar el cuerpo quedar con menos hueso y más ala para sentir el llamado del sueño del bosque del poeta entre el humo de papeles quemados al alba. Por eso este poema aún no está escrito y ya arde.
(A Jorge Arbeleche y su poema “El Sueño del bosque”)
Los cinco elementos El agua lleva la memoria del aire El aire tiene memoria de la tierra Una isla no es una isla no es una isla (Mientras, la flor vive por la memoria del lodo por la piedad del agua) Dijo algo, pero quemó las palabras, como un poeta Si cae (como de un muro una niña en el salto del juego) quedará olor a alas quemadas El mundo es una pira Y hay un agua de lágrimas que no puede evitarlo Toda flor lleva la memoria del árbol en el pétalo Todo hueso tiene un ala oculta Va por el río vertical buscando su madriguera Madriguera sin madre Con instrucciones para entender tristes huesos astillados Luego desapareció (caminó o voló, ahogado o encendido) Pero queda la memoria y su confusa belleza
(A Cecilia Mattos)
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