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portada-morir-mejor-feli-davalos.jpg Morir mejor
Feli Dávalos
Mantarraya Ediciones/
Editorial Aldus,
México, 2011.

Por Isaura Leonardo

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No. 42 / Septiembre 2011

 

El cliché suele resultar molesto cuando se trata de hablar sobre literatura, y peor aún si es poesía. El cliché es simplemente molesto. Como si decir “este libro me parece sorprendente” fuera una mera fórmula ―cómoda y facilista― para decir nada, para no comprometer el mucho, escaso o nulo prestigio de lector crítico que se cree tener, o para comprometerlo todo sin obligación de justificar. Es como tener una buena etiqueta a la mano para clasificar un libro, más a la manera de la publicidad que del ejercicio poético. Fundamentalmente sostenidos en otros clichés, los argumentos de lo sorprendente, con frecuencia, no logran consolidarse en un contexto en el que se insiste en que ya nada puede sorprendernos; en un contexto en el que “ser poeta” ha llegado a ser, de hecho, un cliché. Mentira.

la sombra rebasa:
un cliché inane,
agotado y ñoño
escribir poemas.

Y entonces, Morir mejor de Feli Dávalos es un poemario sorprendente; así, con ese lugar común, y sólo a partir de él y su franqueza es posible hablar de la poesía de Feli, en la que los clichés incómodos salen disparados desde una maquinaria léxica cuyo motor es la ironía, para hendir profundo en la piel de la realidad que los gestó.

El libro que Aldus y Mantarraya (2010) han soltado a las calles, se ostenta como una tarjeta fúnebre, como un obituario gráfico; tapa negra, letras blancas: Morir mejor, en evidente ironía del “Vivir mejor” del gobierno federal. Pero una vez entre los poemas aflora la pregunta, la única pregunta de esta voz lírica contestataria y respondona: “¿quién ironiza a quién?”; y ya se sabe, los recursos de la ironía son caníbales, antropófagos. Los poemas de feli dávalos muerden y se muerden, lastiman a fuerza de abrirse heridas; para afirmar se niegan. Elevada apuesta que el autor está dispuesto (de antemano) a costear.

empresa sobrehumana
lo de seguir,
seguir a rastras siendo
un dios gesto de dedo gordo
de lo sublime
por encargo y devoción.


A escasos dos libros publicados, Feli Dávalos parece caminar por esa cuerda de equilibrista con el equilibrio del constante “negador”, del vitalista irónico. Es de ésos que para decir la vida, hablan de la muerte, del despojo, del nervio y de los testículos; leer a dávalos y no recordar a César Vallejo es imposible, él mismo lo invoca para dejarse caer hacia ese otro lugar común que parece sentido y es sabiduría o caos.

yo no lo digo,
parafraseo a Vallejo
que ajamos todos.


El cliché obliga a sospechar de los jóvenes escritores de la era digital por tuiteros y freelancers, por sus malos gustos musicales y su déficit de atención. Dávalos no es, en ese sentido, generacional ―ni tiene malos gustos musicales― pero se disfraza con hashtags y muletillas, se frivoliza a sí mismo, y revitaliza con estas herramientas sus gritos de Diógenes a mitad de la urbe; vestido metafóricamente de harapos, se vuelve incisivo, filosófico, provocador. Con sus versos a ratos barrocos, a ratos concretos, decanta una realidad cruda y desnuda. Decanta, no “peladita y en la boca” sino vomitada, una realidad política y sociocultural de lastre, de miedo; machista, homófoba, ignorante y mezquina.

La voz lírica rima con sus propios vicios y pequeñas mezquindades, su miedo y sus manías, sus deseos incendiarios; sólo así afila la flecha paradójica, ésa que cuando se desplaza, en apariencia no se mueve. Feli lleva la flecha de Morir mejor más lejos todavía al dedicar toda una sección, descarada y francamente divertida, a su miembro viril.

Sí, señoritas, señoritos, mi verga
es dúctil, de buen talante,
gran conversadora, educada,
abre la puerta del coche…

Trayendo referentes de aquí y de allá, con una impronta de inmediatez que hace pensar en la nostalgia de generación, Feli juega el juego de imbricar lo básico cotidiano (prosaico, si se quiere) con reflexiones espirituales; “se saca los mocos” y cuestiona, señala pero tiene fe. Con los alardes del supuesto patán ―personaje sine qua non las relaciones en la urbe del siglo XXI―, Dávalos escupe tabaco y ternura.

cómo olvidar las épocas
iniciáticas del canal siete
**
messi recorta, empeine fabuloso,
tiro a la esquina oculta, gema
de gol.

Dicen que la ironía es el lugar común de la inteligencia, pero no solamente: es el tiempo común de la coyuntura, de la crisis; Feli, en Morir mejor, como Ulises, es Nadie y se amarra al mástil de una crisis dada por su contexto en descomposición (corrupción, violencia, mediocridad, alienación), para aguantar, para salir. Es por su ingenioso (e inteligente) uso de los clichés que este libro me parece sorprendente, al menos a mí que tengo casi su edad y nací muy poco acostumbrada a la sorpresa. Entre los lugares comunes, el que Feli Dávalos decide ocupar con este volumen: cínico, prosaico, cliché, es precisamente el que lo hace peculiar y sorprendente.

vámonos de picos pardos,
tons,
propensos al obelisco,
por nexo necesario
el río de heráclito
ricardo en atlas.



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