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Brasa lunar

Giovanni Quessep

Universidad de Antioquia, Colección Poesía, Medellín, 2004.

 

Brasa lunar
Giovanni Quessep
Universidad de Antioquia,
Colección Poesía, Medellín, 2004.

Por Ramón Cote Baraibar

Para un juicioso lector de un determinado autor no existe mayor placer que volverlo a leer. En ese ejercicio se decantan las lecturas anteriores lo que permite descubrir nuevos significados. Este es el caso de Giovanni Quessep, quien secretamente nos ha venido enseñando que leerlo, por más que añada un libro más a su obra, no es nada más que releerlo, de la misma manera que para este poeta escribir no sea más que ejercer el sagrado derecho a reescribir, sin que la anterior consideración suponga una señal de agotamiento o repetición del autor.

Brasa lunar es el último libro de poemas de un poeta que desde el primer libro nos ha abierto las puertas a un mundo que no parece de este mundo. Esa singularidad, o mejor, esa extrañeza, lo ha hecho ocupar por derecho propio un sitio particular en nuestras letras. Y su caso, que habría podido fácilmente convertirse en el de un poeta lateral e incomprendido, no ha sido así gracias a la inmediata atención que mereció entre sus atentos lectores. Páginas de Charry Lara, Darío Jaramillo o Cobo Borda, han sabido dar cuenta, y a tiempo, de la rara calidad de su poesía, en contravía de la inmediatez y el coloquialismo.

Sus adeptos lectores saben cuáles son sus figuras más recurrentes: doncellas, unicornios, rosas,  laberintos, alondras y halcones, en medio de constantes alusiones a la mitología griega y al ciclo anglosajón. Es por esa premeditada reiteración de sus obsesiones, que él sabiamente ha sabido convertir en símbolos, la razón por la cual resultaría un equivocación valorar este libro por la aparición de nuevos temas. Él, lo sabemos, ya lo ha dicho todo desde el principio y su obra consiste en volver a decir lo que ya ha expresado, con las gastadas palabras de siempre, como dijera Eliot.

Como en todo libro de Giovanni Quessep, hay poemas memorables: Arco de hielo, Ciervo, Profecía: tú eres el que vuelve de las fábulas/ y haces la historia del resucitado”. Si se buscara algo “nuevo”, mejor sería decir una “variación”, habría que referirnos al hecho de que se ha acentuado el natural tono elegíaco de sus versos y la vejez, entendida como ese estado de despedida, comprensión y celebración de la vida, se hace más patente, expresado con la contención y la sutileza que lo caracteriza:

“Sólo hay un viejo libro, tómalo entre las manos/ e inventa aquella página que arde/ quemada por la brasa lunar de la memoria”.

 


 

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