La cámara verde 
Por Cristina Rivera Garza
 

La Cámara Verde se viste de cuerpo en octubre. Tenía que pasar. Después de todo, como atestigua más de un tuitero, el TL es acaso el último reducto de la cosa nimia, cotidiana, sexual, sentimental. Es fácil ver pasar a los cuerpos por esos rectángulos de 140 caracteres. Ahí andan, haciendo sus cosas de todos los días. Comen, por ejemplo. Beben (y no me dejará mentir al respecto cualquier TL del fin de semana). Caminan y, a veces, corren. Y se corren. Suben escaleras, toman autobuses, descansan. Roncan. Eructan. Cagan, en efecto, y la cagan también. El cuerpo se desliza por el TL, que sube o baja según se va o se viene (y aquí cito literalmente una línea de Pedro Páramo), dejando sus huellas, sus jirones, su esqueleto. Hay líquidos, ciertamente. Hay sombras. Tal vez una de las respuestas acerca de cómo se lleva a cabo la relación entre la sexualidad y el lenguaje en nuestros días se encuentre, precisamente, aquí. No puedo asegurar que sea la mejor (¿pero a quién que le importe el mundo, le importa, en realidad, lo mejor?), pero sí la más inmediata. A veces cruda, con frecuencia in situ, de tanto en tanto dulce, incluso en exceso, el cuerpo irrumpe y se dice. ¿Es el cuerpo una habitación del pánico?, pregunto añadiéndole los signos de interrogación a un tuit de Roberto Cruz Arzabal, el licenciado en letras hispánicas y egresado de la maestría en letras de la UNAM a quien leo en @cruzarzabal. Como a otros tantos, lo empecé a leer por casualidad, debido, sobre todo, al retuit de alguien más. Me llamó la atención su apuesta por el lenguaje, sus comentarios sobre poesía contemporánea y ese acento a veces irónico y a veces devastado sobre las múltiples realidades del cuerpo sexuado y vivido y gastado. Luego ya descubrí que era también autor de poemas y ensayos, publicados todos ellos en diversas revistas impresas y electrónicas del país. Más tarde me enteraría que participa con singular ahínco tanto en los seminarios de investigación en poesía mexicana contemporánea...

No. 43 / Octubre 2011

 

La cámara verde 
Por Cristina Rivera Garza
 

La Cámara Verde se viste de cuerpo en octubre. Tenía que pasar. Después de todo, como atestigua más de un tuitero, el TL es acaso el último reducto de la cosa nimia, cotidiana, sexual, sentimental. Es fácil ver pasar a los cuerpos por esos rectángulos de 140 caracteres. Ahí andan, haciendo sus cosas de todos los días. Comen, por ejemplo. Beben (y no me dejará mentir al respecto cualquier TL del fin de semana). Caminan y, a veces, corren. Y se corren. Suben escaleras, toman autobuses, descansan. Roncan. Eructan. Cagan, en efecto, y la cagan también. El cuerpo se desliza por el TL, que sube o baja según se va o se viene (y aquí cito literalmente una línea de Pedro Páramo), dejando sus huellas, sus jirones, su esqueleto. Hay líquidos, ciertamente. Hay sombras. Tal vez una de las respuestas acerca de cómo se lleva a cabo la relación entre la sexualidad y el lenguaje en nuestros días se encuentre, precisamente, aquí. No puedo asegurar que sea la mejor (¿pero a quién que le importe el mundo, le importa, en realidad, lo mejor?), pero sí la más inmediata. A veces cruda, con frecuencia in situ, de tanto en tanto dulce, incluso en exceso, el cuerpo irrumpe y se dice. ¿Es el cuerpo una habitación del pánico?, pregunto añadiéndole los signos de interrogación a un tuit de Roberto Cruz Arzabal, el licenciado en letras hispánicas y egresado de la maestría en letras de la UNAM a quien leo en @cruzarzabal. Como a otros tantos, lo empecé a leer por casualidad, debido, sobre todo, al retuit de alguien más. Me llamó la atención su apuesta por el lenguaje, sus comentarios sobre poesía contemporánea y ese acento a veces irónico y a veces devastado sobre las múltiples realidades del cuerpo sexuado y vivido y gastado. Luego ya descubrí que era también autor de poemas y ensayos, publicados todos ellos en diversas revistas impresas y electrónicas del país. Más tarde me enteraría que participa con singular ahínco tanto en los seminarios de investigación en poesía mexicana contemporánea (www.poesiamexicana.weebly.com), como en la nómada de crítica y literaturas (www.criticanomada.weebly.com).  No me extrañó enterarme que labora como académico, funcionario y promotor cultural en el CEPE-Taxco de la UNAM.

Y si quieren enterarse de más, pues lean los dos blogs que mantiene: (presenciaysentido.wordpress.com y cabinetdamateur.wordpress.com); un tumblog (cajondevidrio.tumblr.com) y dos cuentas de twitter (@cruzarzabal y @rayadesollada ).

Hablar del cuerpo, digo parafraseando a la poeta canadiense Lisa Roberston, no es cosa menor. Herson Barona, quien traduce para La Cámara Verde algunos de los poemas del libro Men (Toronto: BookThug, 2006), diría, en cambio, hablar del cuerpo “no es baladí”. Reconocida como una poeta adepta a la experimentación con los límites del lenguaje, igualmente influenciada por los así llamados languagepoets (especialmente Leslie Scalapino y LynHejinian) que por la enunciación peculiar del latín cuando se incorpora a las iteraciones del inglés, Lisa Robertson ha escrito en Men/Hombres su libro más carnal. Los hombres de Lisa Robertson distan mucho de ser entidades abstractas hechas para representar “algo más”. Cargados de historia, de género y de contexto, estos hombres son así, y por eso mismo, y por sobre todas las cosas, cuerpos. Y son esos cuerpos llenos, densos, celebrados incluso, lo que irrumpe la sintaxis y corta la respiración. Erudita es una palabra que aparece con frecuencia en las críticas de la poesía de Lisa Robertson, pero también respladenciente. Herson Barona (@viajerovertical), estudiante de letras en la UNAM y ganador de varios certámenes de poesía, se entiende bien con las cuestiones del cuerpo. Los que lo hemos leído sabemos que, más que un tema, el cuerpo constituye un punto de vista y un ángulo de lectura y una condición de su lenguaje en su trabajo. Tal vez por eso lee con singular cuidado a esos hombres de Robertson y tal vez por eso los entiende bien. Los hombres están, en efecto y para seguir parafraseando, encabalgados.

Nos preparamos para el mejor otoño en eras. Nos ponemos el cuerpo y salimos a bailar entre las hojas secas. Así sea.

San Diego/Tijuana
Septiembre 21, 2011

[mientras escuchaba Breathe, de AnttiPaalanen]

 
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