No. 43 / Octubre 2011 |
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III
Emigramos torpes aves las más rezagadas las sin bitácora. De haberlo sabido no habríamos cambiado por nada del mundo esa tierra ese barro bajo nuestros pies. IX De nada sirve la calma si no hay sosiego de nada el paraíso si es sólo tránsito. X La inocencia se fue quedando sin razones sin abrigo cuando empezó a estremecernos la certidumbre de que nada coincidía con lo imaginado. XVI Uno aprende a estar solo como el perro que aprende a no pasar a quedarse afuera. Bueno, uno aprende porque no le queda remedio Uno se sienta con su plato su cuchillo su tenedor todo en orden todo limpio demasiado todo. Ya uno no sabe qué hacer uno con uno mismo uno con su plato y su vaso con su silla más tarde con su almohada con su frío su miedo. Uno sin embargo aprende a estar solo como el perro que mira desde la intemperie y araña la puerta y no le abren y no le oyen. Uno aprende a estar solo o lo que es peor aún a creer que ha aprendido. XIX Voy por la casa nadie parece darse cuenta de que voy inclinada hacia adelante por el peso de la piedra. Voy por la casa como un eco sin retorno. Busco mi libro mi lápiz pronuncio mis habladurías me visto para la ocasión le salgo al día como un trasnocho. Voy por la calle como por la casa como por la vida. XXVI Los niños de mi calle no saben quién soy no saben que conozco el solar donde guardan celosamente los sueños que ese hueco en la pared es obra mía no saben que conozco la viga por donde se llega al otro lado. Creen que vengo de lejos con un mapa que allí he de volver. Si pudiera les diría pero ni quiero ni quieren. |
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