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portada-memoria-errante.jpg Memoria errante
Cristina Falcón
Editorial Candaya
Barcelona, 2009


 

 

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No. 43 / Octubre 2011

 


III

Emigramos
torpes aves
las más rezagadas
las sin bitácora.

De haberlo sabido
no habríamos cambiado por nada del
mundo
esa tierra
ese barro bajo nuestros pies.


IX

De nada sirve la calma
si no hay sosiego

de nada el paraíso
si es sólo tránsito.


X

La inocencia se fue quedando
sin razones
sin abrigo
cuando empezó a estremecernos
la certidumbre
de que nada coincidía
con lo imaginado.


XVI

Uno aprende a estar solo
como el perro que aprende
a no pasar
a quedarse afuera.
Bueno, uno aprende
porque no le queda remedio
Uno se sienta
con su plato
su cuchillo su tenedor
todo en orden
todo limpio
demasiado todo.
Ya uno no sabe qué hacer
uno con uno mismo
uno con su plato y su vaso
con su silla
más tarde
con su almohada
con su frío
su miedo.
Uno sin embargo
aprende a estar solo
como el perro que mira
desde la intemperie
y araña la puerta
y no le abren y no le oyen.
Uno aprende
a estar solo
o lo que es peor aún
a creer que ha aprendido.


XIX

Voy por la casa
nadie parece darse cuenta
de que voy
inclinada hacia adelante
por el peso de la piedra.

Voy por la casa
como un eco sin retorno.

Busco mi libro
mi lápiz
pronuncio mis habladurías
me visto para la ocasión

le salgo al día como un trasnocho.

Voy por la calle
como por la casa
como por la vida.


XXVI

Los niños de mi calle
no saben quién soy
no saben que conozco
el solar donde guardan
celosamente los sueños

que ese hueco en la pared es obra mía

no saben que conozco
la viga por donde se llega al otro lado.

Creen que vengo de lejos
con un mapa
que allí he de volver.

Si pudiera
les diría

pero ni quiero
ni quieren.
 

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