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Sin rumbo
El pecho del ave está herido.
Le duele el lado izquierdo, me refiero
al mismo nido que le hace entrar y salir por alimento.
También siente un dolor en la sangre, que es la
misma sangre de sus antepasados, que en sus venas,
vino; y en su corriente, sin rumbo, sin encontrar
el día.
Le duele justo ahí, porque en ese justo momento
no hubo alguien que le sostuviera el cuerpo para
que no cayera, para que no rodara por la nieve, así.
¿Por qué, siendo poeta, nadie te contó del mar?
¿Por qué se fue la luz cuando despertaste del sueño?
Es tarde para que busquen tu canto, a saber dónde.
La culpa la tienen los que te soltaron la cuerda.
La estupidez es una marca indeleble.
En el lado justo
No me quejo: lo árido del desierto fue
absolutamente necesario para recoger después
las rosas.
Anoche, por ejemplo, tuve el presentimiento
de que hoy Dios se me revelaría. Y muy temprano
un muchacho me trajo un ramo de flores.
¿Es la prueba de su existencia? ¿Él ha intervenido?
No sé, pero si miro por la ventana, veo
mi reflejo y estoy en el lado justo.
Brazos cortos
El hombre del cuadro lo espía cuando escribe.
No conoce sus intenciones; como es azul sospecha
de él. La gente dice que lo ignore, que no puede mirar
un ciego.
Por hartazgo, el escritor observa.
Aún de reojo tiene suficientes razones para concluir
que nunca ha amado a una mujer.
Nadie puede amar con los brazos cortos y
las rodillas rotas.
Es tan extraño que en lugar de pies tenga aletas.
¿Será por el naufragio?
Su tamaño es tremendamente desmesurado. Tanto
que resulta imposible no inquietarse, sobre todo si
está de frente, viendo.
¿Por qué no hace como todos? Dar la espalda aleja.
El asunto es grave: no puede descolgarlo, tirarlo
a la basura, cambiarlo de lugar.
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