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portada-serial.jpg Serial
Antonio Salinas Bautista
Fondo Editorial Tierra Adentro
México, 2011

 
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No. 44 / Noviembre 2011


 

Serial

I

En este puerto con frecuencia se levantan vientos súbitos
como disparos a quemarropa, lluvias de casquillos percuti-
dos, falanges carbonizadas, tegumentos tatuados, glándulas
putrefactas. Espinas de pez diablo pululan la noche. Si viajas
de norte a sur, de este a oeste o viceversa, te topas con un
auto de vidrios polarizados y no sabes quién está allende,
supones que alguien te sitia. Te sigue con los ojos a sueldo
a donde tus trancos. Cuando descarga el cielo su boca
amoratada, no bastan ni abrigos ni mapas donde trazar la
nueva ruta para poner a salvo el pellejo.




II

Hay quien asegura que el tormental apenas empieza y no
hay garita para cubrir la testa. Con el corazón herrado, con
los ojos raros, busco una palabra que me dé vuelo, chance
y ajuste cuentas con el pretérito en medio de la tempestad que
provocan sus demandas.
Del puerto aquel que conocí, quedan sólo nexos con una
mujer amada a mansalva, a ráfaga de besos, a decomisos de
sudor a piel, a encierros; ella la cárcel y yo el cleptómano.




III

Nos debemos al festín de los encapuchados y tontos
mercachifles. Si todo ha de desaparecer en alguna hora sin
vago afán de publicidad, déjame morir plagiario de ti. Nos
debemos a la noche. Nos hay más canto que esta mañana en
que despertamos, tal vez en otra alba, ya no lo cuentes.




IV

Escucha cómo corre tu sangre de los pies a la cabeza,
siente el hormigueo como en un bólido arriba de la quinta,
pues no tardará el tiempo en frenarte. Mira o aprecia tu
pulso acelerado y no desboques sólo porque el corazón
tiene más vidas que un gato.
Nadie sabe de dónde nos vino este primor. Decir que el sol
brilla aquí es un agasajo dominguero. Los que conocen el
amor saben de la pólvora en los ojos, son dueños del fuego
y de un arsenal de animadversión.




V

Cuando la primer reyerta en la calle, los autos parecían una
culebra que daba dos o tres vueltas en el pavimento. Con-
fieso que ese día dormité con una confusión de la jodida, la
urbe alterada, el pulso, y se queda uno con un ñudo en el
gaznate. Por si fuera poco esta es una fecha para olvidar;
mejor valdría no haber amanecido porque luego de ver atrinche-
rados a seres del mismo dolor, gritos de una puerta aledaña,
rubicundo aire; frente a un párpado abierto, la muerte
acostumbra estos callejones sin salida como un sicario que
no sabe que lo es.



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