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Behemoth
Al agonizar la luz
surgen los latidos de la noche,
enorme fábula de plomo.
Como animal la ves ahora:
sus pies hunden los caminos.
El mar se aparta de su boca,
y con temor a perderse
el viento se enhebra en su melena.
Persigue el firmamento: por sus ojos
pasa el sueño que le huye
como bandada de pájaros.
Le preceden horas rojas;
le siguen oscuras razones.
Al agonizar la luz desperté
en el corazón de esta ballena.
Sin saberlo
En una montaña, contaba el romano,
se cruzó con una serpiente
que salió de un arbusto de mirto.
Se asustó tanto que no pudo rezar
a Cristo; y en cambio le rezó
a la serpiente, como a un dios nuevo
que hubiera hecho nido en su cerebro.
Avergonzado por su renegar,
suficiente veneno,
nos pedía un perdón. Fácilmente
se perdona a un hombre que en el miedo
ha comprendido, sin saberlo,
la naturaleza verdadera de Su amor.
Se sonríe
En India, en un pequeño
templo de barro, a orillas
de un dios que confluye con un río,
hay un hombre sagrado.
Te recibe pintando en tu frente
un signo que sólo entiende
tu alma o parte de tu alma.
Ese hombre, desde su recinto,
ve los cambios de una vida
como un solo gesto, el mismo
desde el inicio hasta hoy.
Puede enumerar las muchas
novias de tu cuerpo en el tiempo,
y reseguir, de memoria,
los círculos cansados
alrededor de tus ojos.
Entiende los matices
del problema, la diferencia
entre sus miserias y las tuyas.
Y ahora te mira y se sonríe,
oscuro, vestido a jirones,
como una encarnación
muy pobre del pasado.
Ángelus
Enviaré la aurora para que alguna cosa
de mí lleve hasta donde tú no esperas.
Ligera pasará cuatro veces
por sí misma, y el día no dará más
que para un color muy breve.
Si te alcanza no rechaces su paz,
que es la mía y la tuya también,
la paz del recuerdo que sigue acudiendo
como a una rama caída le crecen aún brotes en flor.
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