Las partidas de
Francisco Segovia


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En el marco de La Feria del Libro 2011 del Jardín Borda de Cuernavaca, en la sala Manuel M. Ponce, se realizó la presentación del libro Partidas, de Francisco Segovia, editado por Ediciones Sin Nombre. Marcos Límenes y Ángel Cuevas, a manera de charla, comentaron la publicación.

Partidas está dividido en tres secciones: De guardia, De tan lejos y Tierra roja, más una Posdata, y es, como su nombre lo indica, la “narración” de un peregrinaje conformado por el paisaje y la fugacidad de cada momento.

No. 44 / Noviembre 2011


 

Las partidas de Francisco Segovia

Por Claudia Sánchez 

  ¿Quién no hubiera querido un mundo así
de cosas que no pasan sólo son
la interjección de su presencia?
F. Segovia

 

espacios-segovia1.jpgEn el marco de La Feria del Libro 2011 del Jardín Borda de Cuernavaca, en la sala Manuel M. Ponce, se realizó la presentación del libro Partidas, de Francisco Segovia, editado por Ediciones Sin Nombre. Marcos Límenes y Ángel Cuevas, a manera de charla, comentaron la publicación.

Partidas está dividido en tres secciones: De guardia, De tan lejos y Tierra roja, más una Posdata, y es, como su nombre lo indica, la “narración” de un peregrinaje conformado por el paisaje y la fugacidad de cada momento.

El poeta cerró con una lectura. Yo siempre encuentro interesante escuchar a los autores leer sus obras, es una inmejorable ocasión para descubrir cómo viven su escritura. En el caso de Francisco, él tiene además la rara cualidad de la amenidad, lee como si estuviera en la sala de su casa, rodeado de amigos íntimos, y hace comentarios sobre las sensaciones, efectos o sentimientos que quiso lograr en tal o cual verso. Echemos, pues, una mirada a los poemas de Partidas

y nosotros los guardias
alimento de los tigres
—Rikaku

8
Tierra tan blanca que no creerías
que las piedras que el invierno echó a voleo
vayan sin embargo a germinar en primavera.

9
Ratas y tlacuaches roen
de noche las paredes de las ollas.

Los más jóvenes dicen
que ése es el ruido
que se les mete al sueño.

Los demás escuchamos en silencio.
Los dejamos temer a sus fantasmas
no a los nuestros.

39
Es leve la tierra.
Allá donde se juntan
las últimas lomas y la tarde
todo es aire o remolino.

Nada echa raíz.

Pisamos sobre la sombra de unas nubes.

47
No nos mira el enemigo
del otro lado del valle
ni nosotros lo vemos a él.
Nos inferimos mutuamente
cuando el aire trae hasta nosotros
un olor a despojos cocinados
y el humo se alza pegajoso
como fantasma de una espina
de vértebras fundidas
alrededor del cual se congregan
los demonios como moscas.

91
Ha dejado un corazón en la corteza.

Para el árbol
una herida viva.

Para él
la soledad salvaje
de un secreto.

92
No tengas asco.
Hunde ahí tu cucharón
como un cuchillo en sebo tibio.
Sacarás agua tan limpia
que te hará pensar
que se la robas a los duendes.

No tengas miedo.
El chichicaxtle sana en un instante
como sana el aire que saja tu machete.

213
Tres meses en Fobos
bajo la lápida de Marte.

Tres meses abrumados por la mole
que deja sólo un respiradero al horizonte :
un aro negro a ras del suelo una rendija
donde es raro que se agache a husmear el sol.

Tres meses de vértigos y vómito
mirando pasar en vez de cielo
tres veces cada día las estrías de esta losa.

Cuánto amábamos entonces
las borrascas de polvo que ocultaban
la cuchillada veloz y la profunda
cicatriz ecuatorial del Valles Marineris.

Tres meses entrenando en Fobos
antes de saltar de la trinchera
y sentir de golpe el espacio abierto y el terror
de que nada nos contenga
de este lado de la lápida.

223
Esta basta terracería
doblemente sublunar
no tiene suficiente nitidez
para ponernos a la vista una gota de azul.

Aquí serían
dos ópalos cenizos tus dos ojos.

277
No es sólo la memoria del amor
lo que me dejó inconsciente esta mañana
mirando allá la bruma deshacerse.
Y no es sólo su distante indiferencia
lo que me devolvió a mi quicio.
Sé que tú pasaste por aquí
porque me lamo las heridas.

279
Juro que vimos
surgir del polvo un instante
el fantasma del agua.

No escuchamos lo que dijo.

Antes de esfumarse
trazó sobre la duna esas estrías
que nadie sabe interpretar.  


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