No. 45 / Diciembre 2011-enero 2012

 
El poema visual como instrumento de crítica

Poéticas visuales
Por María Andrea Giovine
 
 
La poesía visual contemporánea manifiesta como una de sus preocupaciones esenciales la noción de violencia y radicalización en el arte y, a lo largo de los años, se ha instituido como un instrumento de crítica en constante renovación.

Adentrarse en el estudio de la poesía visual es acercarse a una de las realizaciones concretas de la crisis de los lenguajes artísticos que tuvo lugar a comienzos del siglo XX. Atendiendo a las categorías propuestas por Ihab Hassan en El desmembramiento de Orfeo. Hacia una literatura posmoderna, el poema visual se asemeja al mundo posmoderno fascinado por el minimalismo, la idea de rizoma, ir en contra del master code para favorecer la presencia del idiolecto, lo polimorfo y lo andrógino, la indeterminación, la inmanencia, las estructuras abiertas y disyuntivas, el juego, la anarquía, el silencio o la polifonía versus el Logos, la participación activa frente a la distancia, la dispersión, el intertexto, el fragmento versus el discurso totalizante.

La poesía visual ha logrado instaurarse en el panorama internacional como una manifestación artística sólida a pesar de haber existido siempre en tiempos oscuros: tiempos de intolerancia, tiempos de incertidumbre, tiempos de marginación.

Los artistas de las llamadas vanguardias históricas comenzaron a replantear la noción de arte, la función de las instituciones artísticas y el papel del artista en el mundo. Comenzaron también a cuestionar la validez de la voz del arte en su función de guía, generador de conciencia y conocimiento, y empezaron a plantear el arte como duda, como experimento, como vía incierta. Asimismo, los artistas, desde sus diversas disciplinas, cuestionaron la posibilidad de comunicar qué tiene el lenguaje y propusieron híbridos con el fin de borrar los límites establecidos tradicionalmente en las manifestaciones artísticas.

El siglo XX prometía grandes progresos a través de la tecnologización de la sociedad y muchos artistas de las primeras vanguardias (recordemos el suprematismo, el futurismo e incluso el estridentismo en México), mirando siempre hacia el futuro, alabaron la belleza de las máquinas y la vertiginosidad de la vida moderna. Ese nuevo siglo parecía tan nuevo y prometía traer consigo cambios tan radicales que los artistas (de diversas disciplinas y nacionalidades) consideraron que era menester la creación de nuevos lenguajes y nuevas formas de expresión que estuvieran a la par de ese tiempo nuevo.

Numerosos e insistentes manifiestos en donde se decreta la llamada "Muerte del Arte" aparecen uno tras otro a lo largo del siglo XX, haciendo que el denominado "antiarte" se vea como un sucedáneo más rápido, accesible, moderno y menos exigente, tanto para los artistas como para el observador. La irreverencia que caracteriza a la sociedad moderna, con el deseo de renovar y reemplazar lo que está obsoleto, entrega uno de los últimos ingredientes para la instauración definitiva del denominado "antiarte".  

Al abandonar la idea de que el arte tenía que relacionarse con lo sublime, las nuevas propuestas artísticas comienzan a incorporar elementos no sólo de la cotidianidad sino incluso de ámbitos que antes se habían considerado completamente ajenos a lo estético. Lo violento, lo grotesco, lo explícitamente no bello comienzan también a ser motivo de creación artística en un intento por lograr reacciones radicales por parte del espectador.

La poesía experimental pretende lograr libertad total a través de una postura plenamente abierta a nuevas posibilidades combinatorias de signos de naturaleza distinta. La rebelión, anarquía y cuestionamiento de los artistas a lo largo de todo el cauce del siglo XX representa un salto a la concepción del arte como antiarte, en la cual se insertan  numerosos poemas visuales.

"No hay arte sin violencia. Si una obra no tiene un poco de violencia dice poco", resumió el pensador italiano Gianni Vattimo, en la ponencia sobre Arte y violencia que dictó en la Academia Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires el 10 de abril de 2006.

Muchos artistas se han dedicado casi tan afanosamente a producir obras de arte como a atacar a las instituciones artísticas y culturales tradicionales. De este tipo de ataque a lo que tradicionalmente se concibe como arte y cultura hay prueba desde los gestos artísticos de los dadaístas hasta las protestas de artistas como Jack Smith y Henry Flynt afuera del Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1963, en donde exigían la demolición de los museos y de la cultura “seria” para dar paso a la libertad total en el arte, a un arte gestionado por sí mismo y no por la burocracia de la administración cultural.

La poesía visual contemporánea se ocupa de muy diversos temas, entre los cuales la autoreferencialidad (el poema visual es consciente de sí mismo como proceso experimental) y la autorreflexión son muy importantes. Por otro lado, otras constantes temáticas son el azar, el antiarte y la crítica (a la sociedad, al arte mismo, a la política, etcétera). Estrechamente vinculado al tema del antiarte está el de la irreverencia y crítica que el poema visual pone de manifiesto. Son numerosos los poetas visuales que han tomado como tema la política, el desencanto y la crítica en todas sus modalidades (al arte mismo, a los medios, a las instituciones, a los gobiernos, etcétera). Veamos brevemente algunos ejemplos que muestran que la crítica, la política y la irreverencia son temas frecuentes en la poesía visual de distintas épocas y autores:


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Fernando Millán, poema visual parte de la serie Los signos de la mano, 1968-1975.




















Los signos de la mano
son una serie de poemas visuales cuyas letras forman una mano abierta. Algunas manos tienen todos los dedos, otras sólo tienen dos o tres dedos. Lo que resalta a primera vista en estas manos es su disposición en alto y el uso del blanco y el negro entre la mano y el marco exterior indicando un contraste muy fuerte entre el ser y el mundo, entre el yo y los otros, entre el arte y la sociedad impuesta. Debemos tener en cuenta que estas manos fueron hechas entre 1968-1975 y eso indica que responden fácilmente al contexto político franquista. “Somos memoria” y “alto opresión”, así como la alusión a Sade y el juego tipográfico de la palabra “OLVIDA” representan un mensaje de resistencia. Tampoco se puede pasar por alto el dedo medio que destaca de los demás en plena actitud de irreverencia.

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Joan Brossa, Poema, 1970.


















Este iconotexto de una sola palabra del poeta catalán Joan Brossa, resulta especialmente claro en cuanto a la relación que establecen muchos poetas visuales entre la poesía y el poder. Aquí, el vínculo está dado entre la palabra “poema” y la imagen incompleta de una pistola que se fusiona con las letras. Es un iconotexto que hace pensar en el célebre poema de Gabriel Celaya La poesía es un arma cargada de futuro. En el caso de este poema visual en particular también cabe destacar su fecha de elaboración, 1970, es decir, una época en la que, tras los acontecimientos políticos en general y los movimientos estudiantiles en diversas partes del mundo en particular, muchos artistas pretendían sumar el arte a las filas de la crítica social y la militancia política.

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Jesús Arellano, Poelectrón, 1972.



















En sus “poelectrones”, Jesús Arellano enfatiza la función de la mancha tipográfica y el uso de una especie de positivo y negativo del texto. Todos los poelectrones se caracterizan por plantear una dura crítica al sistema político y social. En este caso, vemos el rostro de Salvador Allende, pero también hay poelectrones dedicados a Tribilín, a Benito Juárez o al Che Guevara. Los primeros versos de este caligrama, a lo largo del cual prevalece un tono de indignación por la muerte de Allende, dicen lo siguiente: “cómo nos quemó que te asesinaran/ nos tiznó hasta las madrigueras del ser/ y un gran nudo de pelos goriló las gargantas”.

Gracias a las múltiples revoluciones en la concepción del arte y de la estética que tuvieron lugar en el siglo pasado, y en lo que va del presente, las diversas disciplinas artísticas se han transformado o descentrado enormemente, dando paso a nuevos elementos, técnicas, materiales y métodos. La crisis de los lenguajes artísticos ha dado lugar a una amplia hibridación de géneros (de lo cual es prueba la poesía visual misma) y a un sinfín de propuestas innovadoras.
 

 


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