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portada-manuscrito.jpg Manuscrito hallado en alta mar. Veinte años de poesía reunida (1989-2009)
Odette Alonso
Universidad Veracruzana, Veracruz, 2011.

Por Leticia Romero Chumacero
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No. 45 / Diciembre 2011-enero 2012

 
I

Veinte años de poesía reunida (1989-2009).
Tal es el subtítulo de Manuscrito hallado en alta mar (México, 2011), de Odette Alonso Yodú. Se trata, en efecto, de una compilación; reúne cinco poemarios, a saber: Enigma de la sed (1989), Historias para el desayuno (Premio Adelaida del Mármol 1989), Palabra del que vuelve (Premio Pinos Nuevos 1996), Insomnios en la noche del espejo (Premio Nicolás Guillén 1999) y El levísimo ruido de sus pasos (2005). Juntos, esos trabajos exploran los perfiles del desengaño: acaso el aliento más pertinaz en la producción poética de la autora.

Veamos. El desarrollo temático de Enigma de la sed oscila entre la incipiente esperanza de quien acaba de abrirse –confiadamente– al mundo, y la certidumbre del silencio como respuesta. Las figuras de náufragos, que se reiterarán en las siguientes obras, comunican en clave marítima la desolación. La pertinaz sed de contacto, pese a las infamias del prójimo, es un enigma, como propone el título del poemario.

En el segundo trabajo incluido en la compilación, la voz lírica, hastiada, denuncia hipocresías, injusticias y traiciones: el infierno que Jean-Paul Sartre supo ver en los otros, oculto tras la provocativa ironía del título: Historias para el desayuno. Fechado unos años más tarde, Palabra del que vuelve mantiene la línea temática de los anteriores, sin embargo, añade un elemento salvífico apenas sugerido previamente: el encuentro erótico como vía de conciliación.

La esperanza se acentúa en Insomnios en la noche del espejo y en El levísimo ruido de sus pasos, poemarios en que la luz invade todo y alienta la aparición de iconos como el camino, el puente y los espejos, cuyo contenido latente señala la apertura de nuevas posibilidades para el diálogo. Todo ello, paradójica y dolorosamente, nutre las expectativas de la voz lírica, aun al lado del canto severo y cáustico de Candela como al macao, uno de los más intensos poemas de Alonso Yodú.

II

Verso que navega a ritmo de luminosa nostalgia y oscuro presagio, el de Odette Alonso incluye un registro mordaz fácil de identificar en Enigma de la sed e Historias para el desayuno. Tal registro es reforzado mediante intertextos literarios en Palabra del que vuelve e Insomnios en la noche del espejo. Una Eva que alcanza el goce mediante el autoerotismo previo al conocimiento de su hombre ejemplifica por su osadía, la personal lectura que la autora propone de personajes de la tradición judeo-cristiana (El Diablo, Dios, Jesús), la literatura clásica (Helena, Penélope, Eurídice, Dido), y la romántica (Hansel y Gretel, Fausto y los vampiros). La singularidad de su interpretación cimenta uno de los mecanismos de defensa del sujeto lírico: el desencanto es enfrentado mediante una sonrisa sarcástica.

Otro mecanismo asoma en los poemas eróticos. En los más tempranos, el amor se concibe como una experiencia abismal, arrolladora: es la erupción del Vesubio en Los amantes de Pompeya. En esa etapa, Eros es inabarcable, incluso con las armas del lenguaje:
 
 
Mis palabras no pueden con la sed de tu espalda
de tu boca que se abre a lo que ponga en ella
de tu grito final. [Palabra del que vuelve]
 
 
Más adelante, el amor es entendido como tregua, como paréntesis en medio de cada naufragio:
 
 
Eso fui dentro del túnel
un animal chiquito, descreído […]
pero un átomo de luz en la penumbra es una bomba de tiempo
y explotó.
El túnel me llevó a la luz
y descubrí tus manos. [Linternas]
 
 
 
III

Varias décadas atrás, el maestro Cintio Vitier propuso una clasificación temática para la poesía cubana. En su modelo exegético incluyó el frío, aspecto que según el crítico supone cierta “incoincidencia [sic] con la realidad, ausencia de destino, insuficiencia para la comunión humana profunda, atmósfera de resentimiento y de rencor, vida oculta, desamparo, [y] desolación”.1

Por supuesto, al comentar la obra poética motivo de estas líneas, debe matizarse lo anterior. Es cierto que la “incoincidencia” con la realidad y cierta sensación de resentimiento y desamparo, forman parte del contenido manifiesto en la obra de Alonso. Además, la expresión de tal sentir supone la existencia de lo que podría denominarse “vida oculta”: una intimidad lacerada, un rostro auténtico bajo la careta cotidiana. Pero ya quedó dicho que sí existe salida para el desamparo y el dolor en los versos referidos. La voz lírica concebida por Odette Alonso los encara a través de sarcasmo y del amor, con lo cual tanto la ausencia de destino como la insuficiencia para la comunión humana profunda, señaladas por Vitier, se atenúan. El frío se conjura.

IV

Mediante el desengaño, como fórmula de conocimiento se desenmascara algo falso y se obtiene cierta verdad. Desde luego, al descubrir el engaño surge la sensación de inseguridad derivada de la confirmación de haber estado en un error y de existir la posibilidad de una nueva equivocación. Cautela y recelo son la respuesta inicial.

Tal noción de la existencia se desprende de los poemas. En éstos, la vida es una cuerda floja, y las casas “chozas transparentes donde aguarda el peligro” (Palabra del que vuelve). El ser humano, entonces, aparece débil en su desasosiego: equilibrista, cachorro maniatado, náufrago necesitado de máscaras para sobrevivir; es un viajero forzado “que busca/ entre la muerte y la esperanza/ algún camino” (Palabra…). Y es así como la voz lírica, muda de dolor, se hermana con la colectividad náufraga.

Como resultado de lo anterior, un icono destaca en Manuscrito hallado en alta mar. Se trata de Jesús, el gran traicionado. La última cena y Los mercaderes del templo, son poemas que señalan con rabia a los farsantes, a los cobardes, a los traidores. A todos aquellos agazapados tras un aura de santificación que no merecen. Claro está, en ese buceo profundo en aguas oscuras, asoman también los peregrinos insumisos: desgarrados pero lúcidos, dolidos de sarcasmo pero radiantes de amor. En otras palabras –las del filósofo peruano Alberto Wagner de Reyna– “el desengaño es el impacto por el cual la verdad afecta la existencia”.2 El desengaño en la obra de la poeta es, en este sentido, esplendente en su agudeza.

V

Desde el Balcón al mar con el cual inauguró su producción lírica, hasta poemas como Final del túnel y La visión, que señalan una liviana reconciliación con el mundo, los versos del Manuscrito hallado en alta mar desmienten a los profetas de la felicidad.

Pese a todo, la palabra es rebelde y se niega a un destino opresivo. Por ello se ofrece a los otros, también solitarios y desamparados. Logra entonces sortear el aislamiento y reducir el pesimismo. Así es como el sinsabor naufraga en los versos glosados, pues existen mares donde la esperanza es tanto tregua erótica, como mueca sardónica. Irreverencia, sobre todo: “hay que brincar la cerca para ser uno mismo”, dice la poeta en Historias para el desayuno; hay que hacerlo como Eva antes de Adán, como Jesús sin sus discípulos.

Por todo lo anterior, cuando el manuscrito hallado en alta mar arriba a su destino, es claro que la de Odette Alonso es una poesía de profunda honestidad y lacerado humanismo.
 

1. Cintio Vitier, Lo cubano en la poesía, La Habana, Instituto del Libro, 1970, p. 575.
2. Alberto Wagner de Reyna, Analogía y evocación, Madrid, Gredos, 1976, pp. 16-27.



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