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portada-montana.jpg La montaña efímera
Joan de la Vega
Paralelo Sur Ediciones
Barcelona, 2011  

 
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No. 46 / Febrero 2012


 

Como sílabas son las notas de este río sin nombre,
como palabras dictadas por una lengua extinguida.

Un pájaro desierto sobrevuela el curso del agua quebrando el valle sin nombres. A un lado pacen ordenadas las artigas. Enfrente, la tersura infranqueable del bosque. Al fondo del corredor flota una cima inmóvil.

Aún creo en los valles como madres con voz de estío.

Valle incandescente donde fluctúan los sueños sin retorno.

***

Piedras silbantes que han enmudecido –o desgajado– sus nombres.
Cantos rodados que encienden un lenguaje inasible, a golpes.

Una ráfaga condescendiente limpia los márgenes del río, aventa las gramíneas caldeando su luz sin nombre. Todas las flores aquí rebosan, se inclinan sobre una tierra inminente. En la ladera, un álamo pugna por hacerse un lugar entre la espesura de los abetales, firmes en su dominio.

Aún creo en los agostos reverdecidos sin nieves.

Paisaje al vuelo donde se desmenuza el prodigio de la fugacidad.

***

Nubes oscuras acechan el aire.
Negra tormenta que agita su teorema de muerte parpadeando ningún nombre.

Un resplandor homicida ensombrece el valle. Clava su aguijón sobre las espigadas crestas y agujas de gneis. Separa lo incierto de lo inerte con su escama fulminante. Su paso incisivo lo enciende todo, vivifica el iris oculto de los ríos (también las arterias de los árboles). No hay refugio cuando el día medita aguaceros.

Aún creo en ciertos temores de niño.

Agua sin sangre –a raudales – que conjura sobre nuestras cabezas.

***

Cumbres sostenidas por un cielo raso.
Veredas negadas que reafirman.

Este bullir puro de los colores, el contraste áspero de la tierra, la luz consumiéndose entre hoscas lenguas de magnesio, la honda certeza que gravita en silencio, la insistente permanencia de los neveros, la generosidad del agua ¿a quién pertenecen? ¿cuál será el nombre real (el que no posee) de todas las cosas? ¿por qué los circos glaciares olvidaron su nomenclatura de hielo, su registro de nieve, su código de muerte?

Aún creo en los ojos de esta montaña sin nombre que, quieta,  respira.

Cumbre que circunda la voracidad de lo eterno.


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