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portadas-fiesta.jpgFiesta de pájaros
Héctor Eduardo Paniagua
(Edición crítica de Ignacio Ruiz Pérez)
UNICACH, Chiapas, 2011.

Por Claudia Morales
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No. 46 / Febrero 2012

 

Fiesta de pájaros, antología poética de Héctor Paniagua, vio por primera vez la luz en Tuxtla Gutiérrez Chiapas en 1932, dicho material reúne el trabajo de 16 escritores de la región y ahora llega a nuestras manos en una edición crítica de Ignacio Ruiz-Pérez como parte de la colección “Clásicos Chiapanecos Comentados” de la Universidad de Ciencias y Artes del Estado de Chiapas.

Siempre es laudable cuando una edición crítica logra publicarse, no puedo negar que ver impreso un trabajo de este tipo me emociona, la perspectiva de conocer la historia de un texto a través de su  reconstrucción me parece similar a indagar las costuras interiores de un vestido de admirable confección; asimismo, una publicación de esta naturaleza revela el interés de la UNICACH en apoyar la difusión de material de investigación y de desarrollar proyectos filológicos, lo cual celebro. Sin embargo, hay que tener claro que una edición crítica es una herramienta de investigación, un texto con un público específico, derivado de un trabajo que requiere especial cuidado. Por esto, al acercarme a Fiesta de pájaros lo he hecho con grata curiosidad. No obstante, al recorrer el texto, no pude dejar de preguntarme, ¿para qué editar específicamente este material?

El editor Ignacio Ruiz-Pérez plantea en la introducción a la edición moderna que Fiesta de Pájaros puede considerarse uno de los primeros testimonios de grupo o generación de poetas chiapanecos, ya que su primer editor Héctor Paniagua (también incluido en la antología) “se propone de manera tácita la recuperación desde el discurso poético de una tradición literaria y social rota por los embates de la guerra”. Por lo tanto, la edición crítica de Fiesta de Pájaros tiene el objetivo de crear material de investigación en torno a la idea de configurar una “historia de la literatura chiapaneca”, lo cual creo que es un trabajo, si bien, no ocioso, metodológicamente muy cuestionable. Sustentar que un espacio geográfico corresponde a un espacio literario, y que la coincidencia de imágenes, intereses o lecturas conforma un “grupo” o una “generación” me resulta forzada. Acertadamente, Ignacio Ruiz-Pérez advierte, a diferencia de los críticos anteriores, que en Fiesta de Pájaros puede identificarse más que el testimonio de una generación “la propuesta de una definición de la práctica literaria en Chiapas cuya finalidad era encontrar una proyección sustantiva en el país”. Ahora bien, aunque concuerdo con la opinión del editor moderno en este punto, considero que en general, Fiesta de Pájaros es una edición crítica pobre. Lo último porque, en primer lugar, el editor no describe el estado del texto o su historia, como tampoco justifica sus decisiones ecdóticas; se limita a comparar la edición de 1932 con otras que no se precisan. En segundo lugar, la edición se excede en anotaciones. Reconozco que éste es un argumento complicado; ¿cuándo dejar de anotar? Personalmente, estoy convencida de que, ante todo, hay que confiar en el lector, si la palabra no ha modificado su sentido, o no aporta nada a la historia del texto (y además se encuentra en el diccionario en línea de la Academia de la lengua), el editor puede ahorrarse el desplaye de sabiduría.

En tercer lugar, el criterio de no actualizar los signos de interrogación me parece contradictorio, si en la edición crítica se modernizaron otros usos como ‘aún’, y ‘por qué’, me pregunto la razón por la cual se conservaron otros términos como: “tengo fe!”

Ahora bien, pese a lo anterior me gustaría celebrar la Colección de Clásicos Chiapanecos Comentado, al igual que la iniciativa de publicar material crítico sobre poesía, pero lamento el poco cuidado de la edición y sus criterios. Lo que rescato de este trabajo es que evidencia el estado cultural y literario de Chiapas, el cual, curiosamente, para mediados del siglo XX, seguía anclado en una tradición literaria decimonónica que iba de lo romántico a lo modernista. Héctor Eduardo Paniagua, el primer editor, presenta a los poetas con una biografía “poetizada” que abunda en arcaísmos:

 

Galileo Cruz Robles.
Bueno: pero ¿es un pseudónimo? Porque con su sentido evocativo bien lo parece. Ved que tiene el Roble de la Cruz del martirio para el Galileo divino…
¡Galileo! O es, acaso, el nombre de aquel de Pisa, en Italia, que siguió las huellas de Copérnico hasta caer en el abismo luminoso del “E pur si moueve”?...
No. Ninguna de esas dos apreciaciones que hace sólo la agilidad de vuestro espíritu: Galileo Cruz Robles es un poeta…

 

Sin embargo, de los autores incluidos en Fiesta de pájaros rescato los sonetos del profesor Alberto Culebro, uno de los pocos poetas de la antología que nunca publicó un libro.

 

El tigre

Y fue el tigre selvático triunfador de exterminio
Y por su luenga vida mantuvo su dominio
Hasta que fue agotado, por decano, su fuerza.

Y llegó un día muy triste y sintió la atrofia
Y pereció en las fauces de la brava jauría
De los lobos hambrientos con su saña perversa
(…)

 

Para concluir, pese a los muchos errores de la presente edición, considero que el material editado es un texto valioso. Fiesta de pájaros refleja que en el imaginario de los poetas chiapanecos reunidos en 1932, no existe el paso a la modernidad que se podía ya leer en sus contemporáneos del resto del país. En Fiesta de pájaros no hay debate o batalla entre la tradición y la modernidad, porque la “modernidad”, entendida como el repunte de la industria, la educación, la ciencia, y el nacimiento de una nueva clase media, no llegó entonces, ni nunca. Se presentaron en Chiapas otras transformaciones; en las pocas ciudades, se pasó de una sociedad caciquil y rural a una sociedad pre-urbanizada y burocratizada, mientras que los municipios y rancherías se despoblaron por la migración, y se convirtieron en lugares asediados por grupos criminales, talamontes y polleros, esto, aunado a la transformación del paisaje, causada por la sobre explotación de los recursos naturales.

No obstante, en 1932 el imaginario reflejado en Fiesta de pájaros es aún el de una sociedad rural con grupos pequeños de letrados. Este punto merece un artículo de investigación literaria, que sería tan atinado, como desatinado es hacer una edición crítica del material poético de un grupo de amigos que no vivían de la pluma, no hicieron escuela, ni tuvieron una propuesta literaria real. No obstante, espero que la iniciativa de la Universidad de Ciencias y Artes del Estado de Chiapas tenga la continuidad necesaria y aporte un mayor número de propuestas.


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