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portada-uninvierno.jpgUn invierno propio (Consideraciones),
Luis García Montero
Madrid, 2011
Visor, Colección Palabra de Honor.


 
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No. 47 / Marzo 2012


 



La tristeza del mar cabe en un vaso de agua


No hay pues mujer más sola,
más tristemente sola,
que la que quiere amar a un hombre triste.
PIEDAD BONNETT

y hermosas muchachas solas que dan miedo
—pues uno no sabe bailar, y es triste—
RUBÉN BONIFAZ NUÑO


Los hombres tristes,
que tienen en sus ojos un café de provincias,
que no saben mentir como quien dice,
que se esconden detrás de los periódicos,
que se quedan sentados en su silla
cuando la fiesta baila,
que gastan por zapatos una tarde de lluvia,
que saludan con miedo,
que de pronto una noche se deshacen,
que cantan perseguidos por la risa,
que abrazan, que importunan hasta quedarse solos,
que retornan después a su tristeza
igual que a su pañuelo y a su vaso de agua,
que ven cómo se alejan las novias y los barcos,
esos hombres manchados por las últimas horas
de la ocasión perdida,
se parecen a mí.



A VECES UNA PIEL ES LA ÚNICA RAZÓN DEL OPTIMISMO


Debería llover
y hace falta ser lluvia,
caer en los tejados y en las calles,
caer hasta que el aire ponga
ojos de cocodrilo
mientras muerde la tierra igual que una manzana,
caer sobre la tinta del periódico
y caer sobre ti
que no llevas paraguas,
que te llamas María y Almudena,
que piensas como abril
en hojas limpias bajo el sol de mayo.

A veces una piel
pudiera ser la única razón del optimismo.



PLANTEAMIENTO, DESNUDO Y DESENLACE


La juventud se llena con botellas vacías.
Hace falta beber y hacen falta botellas
para escribir mensajes
que den sentido al mar.

Todo nos pertenece,
porque todo es asunto de mañana,
la luz solar, la luz conspiradora,
el sueño de los sueños incumplidos
y la ley de las cosas irreales.

Es normal lo que pasa. Pasa el tiempo.
Lo que es envidiable suele ser envidiado.

Porque bebí hasta el fondo de mi alma,
escribiendo mensajes de letra impertinente
para agotar la tinta que me dieron,
soporté enemistades, ojos turbios
parecidos al óxido,
el frío de los barcos que no salen al mar,
aparejos que viven para infectar heridas.

Me consoló el desnudo de tu cuerpo.
Me consuela el amor
cuando la ausencia arde lo mismo que unos brazos
y el pensamiento es vida porque tiene
el sabor de una piel.
En tu desnudo viven realidad y deseo.

Mientras pasan los años
cultivo tu desnudo. Admito que el amor
es una impertinencia que desafía al tiempo.
Nada nos pertenece, ya lo sé,
ni siquiera la letra envejecida
que se cansa en los últimos mensajes,
ni siquiera el ejército de botellas oscuras
que ahora huelen a frascos de farmacia.

Si no soy mi enemigo,
si mi rencor no envidia más que nadie
todo lo que yo era,
todo lo que se pierde
en la raya de luz del horizonte,
todo lo que me falta
cuando pienso en mí mismo con los pies en la tierra,
es porque tu desnudo dignifica
una tarde de invierno,
el óxido que quema
y el cuerpo que envejece entre mis manos.

La vida no compensa de la muerte
si no es porque el amor le dio sentido al tiempo.
A pesar de mi edad
no consigo cuidarme.


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